LA SUBJETIVIDAD SONORA DEL GRADUADO

Mike Nichols (1967)


por Julia Scrive-Loyer

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The Graduate nos retrata un proceso de crecimiento, madurez y búsqueda, de manera a veces incómoda, como suelen ser estos procesos para muchos de nosotros. Estos temas se entretejen con el despertar sexual y con algo que podríamos intentar llamar una historia de amor. Si el tono y los sobretonos de esta historia son tan delicados de definir es porque la película crea una ambigüedad sensorial, emotiva y de tono a veces un tanto desconcertante. Me quiero detener en el tratamiento sonoro de la obra, estridente, a veces plano, pero de una planicie precisamente ambigua.

Comencemos con la música; no vamos a analizar la música en sí, que ya es lo suficientemente famosa y que no nos interesa particularmente en este caso. Vamos a analizar más bien cómo esta música se introduce en las escenas. Raras veces la banda sonora de esta película se come la escena. La música está o bien introducida diegéticamente o bien enlazada con los sonidos ambientes del lugar que estamos atravesando. En la escena de créditos por ejemplo, al inicio de la película, Mike Nichols decide que la música conviva con la atmósfera sonora del aeropuerto: las voces que avisan los vuelos en el altoparlante, etc. Con Dustin Hoffman siempre en cuadro, nos da la impresión de que la música está realmente en su cabeza y que el oído no puede cancelar completamente un sonido para concentrarse en otro. Esto desde el principio nos está presentando el estado emocional de Ben, su confusión, su “ajetreo”. Cuando la música no es diegética, siempre se presentará de esta manera, tal vez con la excepción del viaje que hace en carro hacia la iglesia al final, que termina igual de manera diegética, con la música apagándose poco a poco a medidas que el motor del carro se va dañando.

Vale la pena a continuación hablar de ciertos detalles del sonido ambiente a los que se les da gran importancia en la mezcla, como por ejemplo el agua y las burbujas de la pecera que tiene Ben en su cuarto al inicio de la película. El sonido de esa pecera es tan importante en el plano sonoro que nos da la impresión de que es la atmósfera de la habitación en sí, y reafirma por lo tanto el encierro de Ben en esa casa, en esa habitación de “estudiante ejemplar” y en esa vida toda construida a la que se ve forzosamente encaminado. Esta analogía se confirma más tarde en la película cuando a Ben le regalan toda una vestimentaria de buceo y es obligado a probársela frente a todos. En ese momento estamos dentro de él de forma total - vemos incluso a través de sus ojos -, no escuchamos nada más que su respiración y entramos con él a la piscina. Ahí se queda un largo rato, y sólo escuchamos el agua, haciendo eco a la pecera.

El tratamiento de las voces en esta película es particularmente interesante. Las voces de todos alrededor de Ben son estridentes - tal vez con la excepción de la de Mrs. Robinson y de Elaine, que son las dos personas que lo van sacar de su pecera. Las voces están siempre en un primer plano que chirrea un poco, demasiado presente, demasiado limpio, sin perspectiva alguna; no importa lo lejos que estén las voces, siempre las encontraremos en el primer plano sonoro, así como los personajes ni siquiera estén en cuadro. Es usual en esta película ni siquiera poder ver la fuente sonora – más específicamente la boca - de quien está hablando, como si no importara: lo que importa es el efecto que produce en Ben. Esto no hace más que reafirmar el punto de vista de la película. Muchas veces las voces de la escena siguiente aparecen en la escena anterior. Esto por un lado le da fluidez, pero creo que sobre todo genera una sensación de asfixie en Ben; tiene que pasar de una cosa a otra sin tener tiempo de reaccionar sobre lo que acaba de suceder en la escena anterior. En la famosa escena final, la escena de la iglesia, escuchamos por primera vez a Ben y a Elaine gritar, y en ese momento preciso, decidieron quitarle las voces a todos los demás personajes que han hablado tanto durante toda la película. Ahora sí les vemos bien los labios, los vemos a todos de frente, pero no emiten ningún sonido. Les toca a Elaine y a Ben pasar al primer plano sonoro.

Finalmente, para adentrarnos ya completamente en el interior del personaje y para confirmar que el punto de vista tanto a nivel narrativo como a nivel sensorial está en Ben, la mezcla de The Graduate nos permite tener muy cerca todos los sonidos de Ben él mismo; sonidos que tal vez ni siquiera escuchen los otros personajes. Es el caso por ejemplo de los momentos en los que está particularmente nervioso y escuchamos cómo traga, cómo respira, cómo suspira. Esta sensación de estar realmente con él, sin tener que hacer uso de la subjetiva visual ni de recursos trillados, siempre me ha parecido interesante.

En conclusión, aunque el tratamiento sonoro de The Graduate parezca plano, estridente o demasiado “limpio”, todo confluye en la creación de una delicada subjetividad sonora, con un cuidado extremo de los detalles y de todo lo que decidimos o somos forzados a escuchar, sin respetar la perspectiva. Tras un aparente realismo sonoro, se encierra una realidad sonora interna totalmente construida.