NASHVILLE

Largometraje | 1975 | Robert Altman
Artículo escrito por Julia Scrive-Loyer

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Desde la primera vez que terminé de ver Nashville, ha estado en mi Top 5 de películas favoritas. Ninguna película que he visto después ha logrado destronarla, bajarla en mi ranking. En el mundo de hoy, en el que las películas épicas abundan en muchos sentidos, lo épico de Nashville sigue siendo tan moderno y relevante como lo era en el año 1975.

Una de las críticas más famosas jamás escritas por Pauline Kael es su reseña de Nashville, en la que habla del “high” emocional que provoca la cinta. Siento que sería imposible encontrar una mejor manera de definir en tan pocas palabras el sentimiento con el que te deja Nashville (sentimiento que siento también cada vez que veo Boogie Nights de Paul Thomas Anderson). Sin embargo, al contrario de esta última peli que menciono, Nashville no es una película con un final feliz. Nashville es una película que condena a los Estados Unidos como pocas películas han tenido el valor de hacerlo, y sobre todo, como pocos realizadores estadounidenses lo han hecho.

Nashville es épica no sólo por su duración, ni por su mega cast repleto de grandes estrellas. Lo es sobre todo por su universo sonoro, en el que la música, la propaganda política y las conversaciones tan vacías como trascendentales terminan con un disparo.

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Las películas corales se construyen en base a un tema, a un conflicto impuesto por el espacio o el tiempo, más que por un personaje en específico. Ninguno tiene más relevancia que otro. Cada uno aporta al conflicto mayor de manera particular. En esta película sería imposible definir a un grupo reducido de personajes relevantes. Cada uno tiene su lugar en una macro estructura que los supera. La cámara en un principio, y luego el montaje, son los que se encargan de unirlos y de entretejer sus conversaciones y sus pequeñas tramas.

Nashville es una película de ficción filmada con la libertad de una forma documental. Los personajes son puestos en espacios comunes, a veces compartidos, a veces complementarios. La cámara busca sus conversaciones y sus reacciones silenciosas a lo que escuchan. También explora los momentos de espera, los momentos en los que los personajes pueden permitirse ser ellos mismos como si la cámara no los estuviera observando. Nashville se asemeja a un documental de cine directo, sin dejar de ser obviamente una ficción, pero filmado de la misma manera. Como si Altman se hubiese enterado de que en Nashville fuera a suceder un rally político y decidiera ir a filmar el ambiente. Se siente tan transparente, tan intencional y a la vez tan arbitrario, que intento imaginarme cómo se escribe un guion como el de Nashville, y me supera.

Tengo entendido que aunque hubo un guion escrito, Altman le permitió a los personajes improvisar muchos de los diálogos y acciones. Teniendo en cuenta además la masiva cantidad de extras en casi todas las escenas de la cinta, es imposible no estar obligado a dejar que la cámara se pasee entre ellos como una cámara documental de cine directo. Haciendo que momentos claves durante algunos de los conciertos se asemejen más a un performance que a una puesta en escena clásica de ficción. Sin embargo Altman es un gran director, y todo lo que siembra florece. Para hacer un retrato tan masivo de los Estados Unidos, fue muy inteligente enfrentar esta tarea con un lenguaje cinematográfico como éste.

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Hablemos de la amalgama sonora, porque no hay mejor manera de meterse en la construcción de esta película (personajes, temas, estructura) como a través de este tejido. Tenemos por un lado la música, que de por sí ya es multifacética, desde los primeros minutos de la película; la propaganda política y publicitaria que sirven de leitmotiv a través de toda la cinta; y las conversaciones tanto telefónicas como cara a cara.

Al igual que películas como Grand Hotel, otra película coral sobre la que escribimos hace un tiempo, los créditos de inicio ya nos dan una idea temática y nos revelan el dispositivo. Los créditos de Nashville son kilométricos, caóticos tanto a nivel visual como sonoro. Las caras de los actores se superponen a otras imágenes, los nombres suben a un lado de la pantalla mientras que una voz los va anunciando como si fueran parte de una campaña publicitaria o los grandes nombres presentes en un show, rompiendo de alguna manera la cuarta pared: estamos vendiendo a los actores, no a los personajes. A nivel sonoro, esta voz compite con una música que va cambiando a un ritmo desenfrenado.

Cuando ya empieza la película como tal, estamos metidos dentro de un estudio de grabación, en el que en una sala se está grabando una canción patriótica cantada por uno de los grandes nombres de la música country, y en otra sala se está grabando un coro de gospel liderado por una de las grandes cantantes del género. En una sala, la música va creciendo poco a poco siguiendo el ritmo de un tambor militar. El cantante está aislado dentro de una cabina, y los músicos están todos separados. En el coro de gospel, todos están juntos en el centro de la sala. El contraste nos golpea desde el inicio. Sin embargo a medida que va pasando la película vemos que los contrastes musicales no están tan polemizados, y que todos participan juntos en el rally político que se está llevando a cabo. El personaje de Geraldine Chaplin, una reportera de la BBC que dice estar haciendo un documental para el canal británico, es la que nos permite entrar en cada uno de estos mundos.

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Desde mi punto de vista, hay dos personajes trágicos en la película: vamos a hablar sobre todo de Barbara Jean, una estrella del country. Es muy querida por su público, y es uno de los únicos personajes que parece realmente naif. Barbara es controlada por su manager, que es su esposo. En Nashville para hacer su comeback, Barbara Jean se está recuperando de un accidente, pero sus problemas más graves son psicológicos. Esto se hace radicalmente evidente la primera vez que canta para el público y se descarrila en monólogos que parecen no tener fin. Es importantísimo que ella sea la víctima más evidente de la película. La única que parece estar fuera de cualquier entramado político, cantando vestida de blanco sobre las tierras en las que crecieron sus padres en Idaho, como una oda a la simpleza y a la inocencia, es a quien disparan al final de la película. Sin embargo, aunque esté fuera de toda cuestión política a nivel de la trama (exceptuando su participación en el rally), es la que está más atada a Walker a nivel simbólico, lo cual le da sentido a su asesinato. Walker es el candidato a presidente por el cual se está haciendo todo el rally. Desde pronto en la película vemos un camión que se pasea por todo Nashville con un altoparlante, predicando la palabra del candidato populista. Nunca le vemos la cara a Walker, es un misterio. Sólo escuchamos su voz a través del altoparlante. Una de las cosas que dice es la siguiente, hablando sobre el himno nacional:

Nobody knows the words. Nobody can sing it. Nobody understands it . . . . I suppose all the lawyers support it because a lawyer wrote the words and a judge wrote the tune . . . change our national anthem back to something people can understand.

Hay una relación directa entre esta frase y la canción “My Idaho Home” que canta Barbara Jean antes de ser asesinada. Sus monólogos la primera vez que canta para el público también hacen eco a la propaganda infinita de Walker en el camión. Cuando le disparan, ella está justo debajo de una gran pancarta con el nombre de Hal Philip Walker. Como dice Kyle Smith en este artículo sobre la peli, no se sabe si el asesino estaba matando a Barbara Jean o al candidato a la presidencia, pero en todo caso, el disparo termina de unirlos. El asesino, por cierto, se pasea con su arma escondida en un case de violín durante toda la película, como si pudiera decidirse a matar a alguien en cualquier momento. Cuando él va a ver a Barbara Jean por primera vez, la cámara hace zoom en su rostro, como si el asesino reconociese a su víctima. Cuando se prepara para matarla al final de la película, vemos cómo la ira se va apoderando de su cuerpo, en el medio de la multitud, antes de mirar la bandera de los Estados Unidos, convirtiendo a Barbara Jean en un símbolo.

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Sin embargo, aunque no parezca haber una competitividad voraz entre los diferentes tipo de música a través de la trama, tenemos a personajes que luchan por ser reconocidos o que luchan por volver. Barbara Jean es la que lucha por hacer su comeback después de su accidente. Pero la tratan como una niña, y la remplazan incluso por una cantante rival en uno de los conciertos. Tenemos por otro lado a dos personajes que intentan hacerse un hueco en la mega industria musical de Nashville. Una de ellas es Sueleen, una chica dulce y de una ingenuidad extrema, que sueña con ser cantante. Ensaya frente a su espejo y se pone medias en el sostén para verse más voluminosa. Dato que nos pone nerviosos cuando le piden que haga un strip tease en una actividad oscura y libidinosa para recaudar fondos para la campaña de Walker. Ella logra tener un espacio en el rally, pero sabemos a qué precio. Sabemos también que ya la han abucheado y humillado por cantar mal. Además, ni siquiera logra cantar en el rally, interrumpido por el asesinato de Barbara Jean.

Sin embargo tenemos al personaje de Winifred, que llega al principio de la película junto con su esposo. Ella lo abandona rápido, porque lo que quiere es ser una cantante de country y sabe que está en el lugar correcto. No la escuchamos cantar a lo largo de la película. Lo intenta una vez, pero nadie la escucha. Sólo la vemos colándose en todos los lugares posibles, escapándose de su esposo y aprovechando cualquier vehículo posible para seguir moviéndose por los grandes eventos que se dan alrededor de la ciudad. Al final, en el rally, ella está en una esquina del escenario, esperando que la dejen cantar. Cuando todo colapsa tras el asesinato, le dan el micrófono a Winifred que canta de manera sobrecogedora la canción “It Don’t Worry Me”, a la que se le une el coro gospel liderado por Linnea. Que esta canción venga después del disparo, mientras se intenta restaurar el orden, con las personas todavía bajo el choc de lo sucedido, y Winifred atónita, micrófono en mano, cantando de repente una canción de esperanza frente a un público masivo lleno de personas de todas las edades, siempre me hace llorar. Se me hace un nudo en la garganta sólo por describirlo, y casi lloré ayer mientras revisitaba la escena para tomar algunos fotogramas. El final de Nashville es tan emocionante como destructor. Todo es tan crudo en la manera en la que está representada, todo se siente tan real, que nos deja con el sentimiento confuso que nos provocan estas situaciones en la vida real. La pérdida y la recompensa nos son entregadas simultáneamente.

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La capa política de la película me interesa más bien a nivel sonoro, pero es una capa que se ha discutido mucho desde que se estrenó Nashville. La carrera por el poder, y el surgimiento de un tercer candidato populista es algo que sigue siendo extremadamente relevante en prácticamente todos los países del mundo en este siglo XXI. Antes de entrar al terreno de lo sonoro, me parece muy interesante esta observación que Kyle Smith en el artículo que ya mencioné:

Pero creo que la política es secundaria en la visión de Nashville de Altman, viene a ser un efecto más que una causa de nuestros problemas.

El hecho de que esto sea “secundario” en la visión de Altman no deja de ser iluminador de su parte, y casi visionario. Cualquier lector que esté atento a lo que esté pasando en su país y en el mundo, entiende la relevancia de esta visión.

El asesinato de Barbara Jean también hace eco al asesinato de Kennedy y de Martin Luther King. Esto se hace transparente a lo largo de la película a través del personaje de Opal, que hace también una reflexión sobre lo que hoy sería todo el tema del “gun control” en Estados Unidos. ¡Y esto es en 1975!

I have a theory about political assassination. You see, I believe that people like Madame Pearl and all these people here in this country who carry guns are the real assassins. Because you see, they stimulate other people who are perhaps innocent and who eventually are the ones who pull the trigger.

En cuanto a la capa sonora de la que se apropia el discurso político en la película, está presente a lo largo de toda la cinta. El dispositivo más evidente e insistente es el camión con el altoparlante que se pasea por todo Nashville con la voz de Walker soltando un discurso tan caótico como vacío. Es un monólogo constante al que nadie presta atención, aunque haya un discípulo del candidato organizando la campaña por toda la ciudad. Este personaje está interpretado por un excelente y elegante Michael Murphy. Él sí tiene labia e influencia, y logra conseguir todo lo que necesita a través de la palabra y el poder. El camión sin embargo, se sigue paseando sin nadie que lo escuche (al final no es la palabra lo que importa, no son las ideas, es lo que se gana con ellas). La presencia de Walker también se manifiesta a través de la radio y la televisión. Hay una escena increíble donde vemos una pantalla de televisión que nadie parece estar viendo, donde un conductor de noticias habla sobre Walker, y se lanza un monólogo fascinante que tengo que poner aquí, porque es posiblemente de los momentos con más humor dentro de la película. Es bien largo, pero vale la pena leerlo completo:

A little more than a year ago, a man named Hal Phillip Walker excited a group of college students with some questions. Have you stood on a high and windy hill and heard the acorns drop and roll? Have you walked in the valley beside the brook? Have you walked alone and remembered? Does Christmas smell like oranges to you? Within a commencement speech, such questions were fitting, perhaps, but hardly the material with which to launch a presidential campaign. Even those who pay close attention to politics probably saw Hal Phillip Walker and his Replacement Party as a bit of frost on the hillsides. Summer, if not late spring, would surely do away with all that. Well, now that summer along with presidential primaries is heavy upon us and the frost is still there, perhaps we should take a closer look. Hal Phillip Walker is, in a way, a mystery man. Out of nowhere with a handful of students and scarcely any pros, he’s managed to win three presidential primaries and is given a fighting chance to take a fourth - Tennessee. A win in that state would take on added significance, for only once in the last fifty years has Tennessee failed to vote for the winning presidential candidate. No doubt many Americans, especially party-liners, wish that Hal Phillip Walker would go away, disappear like the natural frost and come again at some more convenient season. But wherever he may be going, it seems sure that Hal Phillip Walker is not going away. For there is genuine appeal and it must be related to the raw courage of this man. Running for President, willing to battle vast oil companies, eliminate subsidies to farmers, tax churches, abolish the Electoral College, change the National Anthem, and remove lawyers from government - especially from Congress. Well at this point, it would be wise to say most of us don’t know the answer to Hal Phillip Walker. But to answer one of his questions, as a matter of fact, Christmas has always smelled like oranges to me.
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Para terminar, la comunicación/incomunicación. Todo lo que hemos hablado hasta ahora apunta a esta dualidad. Pero nos falta hablar de las relaciones humanas dentro de la película. Yo siento que Altman y Antonioni tenían un objetivo común: hablar de la incomunicación. Mientras que Antonioni lo retrataba a través de lo difícil que es a veces incluso abrir la boca para atreverse a decir lo que se necesita decir (veamos el caso de La Notte, en que Jeanne Moreau intenta decirle a Mastroiani que ya no lo ama desde el inicio de la película, sin nunca poder expresarlo, hasta el final, cuando ya es demasiado tarde), Altman lo hace desde el lado opuesto. Todo el mundo habla todo el tiempo. Hablan tanto que no dejan hablar a su interlocutor. A veces lo que dicen está completamente vacío, y a veces dicen lo que quieren decir pero el interlocutor no está dispuesto escucharlo. Altman alentaba a sus actores a hablar uno por encima del otro, y tanto en la edición sonora como en la edición de imagen esto se potencia: ya sea por la cacofonía de un lugar en específico como por la fragmentación del discurso a través del corte.

Sin embargo las dos veces que los personajes realmente logran expresar algo y ser escuchados es a través de la música. Lamentablemente no es el caso de Barbara Jean que interrumpe sus canciones cada dos segundos para decir cosas que el público no entiende o no quiere escuchar. Pero sí es el caso de Winifred al final de la película con “It Don’t Worry Me”, y es el caso también de Tom Frank, un cantante de un trío de folk que está enamorado de Linnea la cantante de gospel. Ha intentado decirle mil veces por teléfono que la ama, pero ella no quiere escucharlo (está casada y tiene dos hijos). Sin embargo, le compone una canción y se la canta en un bar lleno de gente, sobre todo lleno de por lo menos tres otras mujeres que se atribuyen la canción. Pronto se dan cuenta de que no es para ellas, porque Tom mira directamente a Linnea mientras canta. Esto termina de convencerla y empiezan a tener un romance. El personaje de Linnea es muy interesante. Parece ser el más “moral” de la película, aunque tenga un affair y aunque su esposo sea el que acompañe al jefe de campaña de Walker durante toda la cinta. Es interesante también que sus dos hijos sean sordomudos, y que ella logre comunicarse, que haya hecho el esfuerzo de saber comunicarse con ellos, cosa que su esposo nunca hizo.

El segundo personaje más trágico de la película es Keenan, tío de Martha (interpretada por Shelley Duval). Tiene a su esposa agonizando en una habitación de hotel, e intenta durante toda la cinta hacer que Martha hable con su tía, que esté con ella. Ese proceso de comunicación se hace imposible, ya que Martha está más interesada en hablar con todo el mundo que no sean sus tíos. La esposa de Keenan se termina muriendo, cosa que no le importa absolutamente a nadie, ni siquiera a las personas del hospital.

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En conclusión, el cine de Robert Altman es inmortal. El hecho de que esta película siga siendo tan relevante hoy en día, y quizás incluso más que en su fecha de estreno, es preocupante. Pero como vemos en Nashville, el mundo está repleto de personas tan únicas como manipulables, desesperadas por hablar pero casi nunca dispuestas a escucharse.