THE BISHOP'S WIFE

Henry Koster, 1947


por Julia Scrive-Loyer

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Una de las cosas que me molesta del cristianismo es la supuesta misión humanista que se propone (ama a tu prójimo, etc), ofreciéndonos sin embargo pocos modelos que tengan rastros de humanidad en su conducta, es decir, figuras imperfectas. Jesús es de lo más humano que ha salido de ahí, por lo que no me molesta, cuando llegan estas fechas, decir que no me cae nada mal. Por lo tanto, la primera vez que vi The Bishop’s Wife, en la que Cary Grant es un ángel con to’ lo podere que comete el humano error de enamorarse, quedé espiritualmente satisfecha.

La trama es bastante sencilla - David Niven interpreta a Henry, un obispo que lleva años amargado por el proyecto de construir una nueva catedral. El estrés que esto le produce lo ha alejado afectivamente de su esposa Julia, interpretada por la hermosa Loretta Young. Julia es jovial y cariñosa, y quiere que su esposo vuelva a ser la persona que era. Cary Grant, un ángel llamado - wait for it - Dudley, se pasea por casualidad por ese pequeño pueblo, buscando una misión. Es elegante y amable (obvio, es Cary Grant), y encuentra en Henry el recipiente perfecto para derramar su bondad. Pero al parecer incluso la carne angelical es débil, y Dudley se enamora profundamente de la sonrisa y energía de Julia. Tampoco hace nada por esconderlo, aprovechando para darle una lección a Henry, que está más preocupado por la catedral que por su esposa - en un principio.

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Es interesante lo que dice el artículo de Variety sobre la trama de la peli: “Esencialmente, la tarea del personaje de Cary Grant es enseñar a las personas a actuar como seres humanos”. Para esto era profundamente necesario que el ángel fuera lo más humano posible - llegando incluso a ser cruel y egoísta a veces. El ángel de The Bishop’s Wife no es el inherentemente bueno como el de It’s a Wonderful Life. Sobre todo porque en la peli de Capra, Jimmy Stewart está luchando ya con alguien tan cruel en la vida real, que lo que necesita es un ángel como Clarence, que le enseñe lo que sería la vida sin todo lo que ha hecho. De alguna manera, Dudley también está haciendo lo mismo con Henry, dejándole claro que no está entendiendo la diferencia entre lo que quiere y lo que necesita - “Yo pedí una catedral”, dice Henry. “No. Pediste orientación”, le responde Dudley hacia el final de la película.

Cuando primero salió la peli, le fue bastante bien a nivel de la crítica, pero no tanto a nivel de taquilla. Tras algunas encuestas, los productores se dieron cuenta de que esto se debía a que las personas evitaban la peli porque pensaban que era religiosa. Entonces le pusieron un título alternativo: Cary and the Bishop’s Wife. La promesa de ver a Cary Grant en pantalla aumentó la cantidad de espectadores. Sin embargo, por más que Cary sea, como siempre, delicioso, y que Loretta Young ilumine la pantalla con su amplia sonrisa e inusual belleza, considero que vale la pena rescatar la actuación de David Niven. Es verdad que Cary Grant pasa por un momento difícil enamorándose de una mortal, esposa del obispo a quien está ayudando. Pero él es un ángel, tiene poder, y sabe que desde que Henry le pida que ya no lo necesita, él desaparecerá de sus vidas sin dejar rastro de su paso en sus memorias. Henry sin embargo, es a quien más le cuesta lidiar con la situación que está viviendo. Los momentos de comedia de la película están encarnados por David Niven, tanto en su lenguaje corporal como en muchos de sus diálogos, sobre todo cuando intenta ser amable con Julia: “Me encanta como te peinas el pelo. Lo haces tan… competentemente.”

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The Bishop’s Wife logra ser una película realista, a pesar de tener a un ángel paseándose por su trama:

(...) Ninguno de los personajes obtiene realmente lo que necesita. Pero hay una sensación de realismo discreto, algo que no acostumbramos ver en películas de navidad —sentimos que estas personas seguirán perseverando en sus vidas, incluso después que dejemos de verlos en pantalla. Y cuando la historia concluye, con el obispo dando un sermón en la modesta iglesia donde empezó su carrera, nos acordamos de esos momentos discretos en nuestras propias vidas (...).

Así lo resume hermosamente Jay Atkinson en un artículo para The Arts Fuse. Como dije en el primer artículo de esta colección navideña, no le pido mucho a este tipo de películas - sólo que restauren completamente mi esperanza en la humanidad. Algunas lo logran haciéndonos creer que todo es posible - el amor “verdadero” (Holiday Inn), derrocar la corrupción (It’s a Wonderful Life). Otras lo logran regalándonos pedacitos de vida, en la que tal vez, como en ésta, algo extraordinario sucede, o en la que simplemente, como en The Shop Around the Corner, encontramos inesperadamente calor humano.