THE SHOP AROUND THE CORNER

Ernst Lubitsch, 1940


por Julia Scrive-Loyer

Screen Shot 2019-12-08 at 11.53.41 PM.png

En mis años de estudiante de guion, un profesor nos contó la leyenda de que el guionista de Lubitsch, cansado de que hablaran solamente del “Lubitsch touch”, le entregó una vez un guion en blanco y le dijo “ahí tienes, ponle tu toque”. Sin embargo por lo que leo de la colaboración del realizador con Samson Raphaelson, su guionista predilecto, es evidente que la relación laboral era bilateral, y el “toque” de Raphaelson ha sido tan celebrado como el de Lubitsch. The Shop Around the Corner, la séptima película en la que trabajaron juntos, fue descrita por Pauline Kael como “lo más cerca a la perfección de lo que una película hecha por mortales podría llegar a ser; y no tendría esa maravillosa ligereza si no hubiese sido construida por Raphaelson”.

El toque de Lubitsch y el de Raphaelson logran llegar a estos niveles de perfección narrativa - tanto visual y estructural - porque tocan las mismas cosas: la versatilidad de la palabra hablada, la bondad del ser humano - pero no exactamente como Capra -, lo extraordinario en lo minúsculo, la consciencia de que tanto lo que se escribe en el papel y lo que se ve en la pantalla bebe y afecta lo que nos rodea. De las películas de Lubitsch, este factor humano y pequeño se hace profundamente evidente en The Shop Around the Corner. No nos cuenta la historia de ladrones de joyas, ni de conversaciones con el guardián del infierno, ni de un grupo de teatro haciéndose pasar por oficiales nazis durante la segunda guerra mundial. Nos cuenta la historia de una pequeña tienda en una pequeña ciudad en medio de la depresión económica, y de las personas que trabajan ahí, mientras intentan sobrevivir lo más humanamente posible a los problemas que los atraviesan.

Screen Shot 2019-12-08 at 11.37.28 PM.png

Otro de los aspectos del toque Lubitsch es su capacidad a crear su propio tiempo y su propio espacio. Un espacio construido por el realizador y el guionista para dar lugar a la “metáfora, elegancia bondadosa y sabiduría triste”, como dijo Scott Eyman. Es interesante notar esta construcción del espacio en una película como ésta, en la que la trama sucede casi totalmente dentro de la tienda, la realidad externa siendo construida por lo que los personajes cuentan adentro. Los nombres son todos húngaros (la película sucede en Budapest), y casi todos los actores hablan con algún tipo de acento indefinido, excepto Jimmy Stewart que nunca abandona la afectación estadounidense en su modo de hablar.

Amo a Jimmy Stewart, y estaría mintiendo si dijera que lo amo desde la primera vez que lo vi. Vertigo fue una película que me traumó en ese sentido por mucho tiempo, y tuve que ir más allá de sus actuaciones para Hitchcock para realmente llegar a tomarle cariño. Desde entonces no he dejado de quererlo en todas sus edades, en todas sus vertientes. Hablaremos en otro artículo de It’s A Wonderful Life, la película navideña con la que todos hemos llorado por lo menos una vez en nuestras vidas. Pero la ternura de Stewart en The Shop Around the Corner no se queda atrás, sobre todo porque está balanceada por el hecho de que es una comedia romántica y por lo tanto tiene que pelearse con Margaret Sullavan durante tres cuartos de la película, y también por ser como una especie de hijo para Hugo Matuschek, el dueño de la tienda, y por lo tanto llevarle la contraria y cuestionarle cosas cuando tiene que hacerlo.

Por otro lado, Margaret Sullavan es deliciosa desde la primera vez que aparece en pantalla. Logra pasar de una emoción a otra dentro de una misma escena o secuencia con una agilidad y delicadeza impresionante. Como escribió Frank S. Nugent en su crítica para el New York Times en 1940, “Ms. Sullavan (…) es una de las actrices más atrevidas y encantadoras” de la época. No hay texto sobre la película que no haga referencia al plano en el que su personaje pone su manita en el buzón vacío donde espera encontrar una carta, y al no encontrarla, asoma su cara deshecha de tristeza. Como dice Kevin Bahr:

Es uno de esos raros momentos cinematográficos donde la dirección, la cámara y la actuación se combinan perfectamente para entablar una sincera conexión emocional con el espectador.

Asimismo, el momento en el que Jimmy Stewart descubre que Klara (Sullavan) ha sido su amiga por correspondencia todo este tiempo, y decide aparecerse a la cita indicada sin revelarle aun la verdad, es igual de conmovedor en cuanto a actuación. Klara insiste en destruirlo y minimizarlo, incapaz de ver que a quien tiene enfrente es de quien se ha enamorado a través de cartas. Cuando ella le dice exactamente lo que él temía escuchar, “pequeño vendedor insignificante”, Jimmy Stewart se queda mudo y afligido, levantándose de la mesa y dejando a Klara sola, el espectador sabiendo que no va a llegar nadie más.

Screen Shot 2019-12-08 at 11.26.25 PM.png

Si hay algo que nos enseñaron también las películas de las primeras décadas de Hollywood es a apreciar a los personajes secundarios. Esto es particularmente importante en The Shop Around the Corner ya que lo más importante, más allá de la historia romántica, es el sentido de comunidad y familia creado entre las personas que trabajan en la tienda. Esto hace que los personajes secundarios adquieran una importancia especial dentro de la película. Es sobre todo el caso de Felix Bessart, que hace de colega de trabajo de Jimmy Stewart y que tiene con él una relación entrañable. Bessart actuó en otras películas de Lubitsch, entre ellas la que considero la mejor comedia de todos los tiempos, To Be Or Not To Be. También tenemos a William Tracy haciendo de Pepi, el chico que hace diligencias, y que salva a Mr. Matuschek de su intento de suicidio. Y tenemos a Mr. Matuschek, Frank Morgan, que es tal vez el personaje que más cambia dentro de la película, pasando de ser el jefe patriarca al que todos le tienen miedo excepto Alfred (Jimmy Stewart), al jefe que se da cuenta de que lo único que le queda es la familia que compuso ahí en la tienda. Muchas críticas concuerdan en que lo hace de The Shop Around the Corner una mejor película que sus subsecuentes remakes (incluyendo You’ve Got Mail, y nada en contra de Meg Ryan nunca), es el hecho de que la historia no gira en torno a la trama romántica, sino que pone énfasis en el aspecto de comunidad y de bondad entre seres humanos en una época de crisis - tanto económica como de guerra mundial en el año 1940.

Desde que empecé esta revista he querido escribir sobre películas estadounidenses de esta época. El universo que nos ofrece el cine es muy amplio, y yo estoy abierta a todo lo que me conmueva de manera honesta. A todo. Mi objetivo ha sido nunca prejuiciarme, nunca actuar como fundamentalista. El amor al cine me ha tocado de maneras muy distintas a través de los años. Pero es verdad que tengo por las comedias románticas de los años 30 y 40 estadounidenses una debilidad particular. Ya tengan aspectos musicales o incluso melodramáticos, siempre me conmoveré al ver la pureza de este tipo de películas y actuaciones, junto a la astucia de sus guiones, a la coherencia de sus bandas sonoras, a la dulzura de sus puestas en cámara. Hablo de esta película porque es una película navideña, no sólo por su trama, sino porque el hecho de que exista es un regalo.