L'AMI DE MON AMIE

Largometraje | 1987 | Eric Rohmer
Artículo escrito por Julia Scrive-Loyer

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L’ami de mon amie fue la segunda película que vi de Rohmer en la vida. Recuerdo todavía la impresión que me causó la escena final, y cómo me provoca exactamente la misma sensación cada vez que la veo. La he visto muchas veces. Sus colores, situaciones y personajes me calmaban antes de dormir, y durante mucho tiempo se convirtió en un elemento esencial a mi sueño. Sin embargo no podría decir que es una película amable. Aurélien Ferenczi escribió en su crítica para Télérama sobre la crueldad de Rohmer hacia sus personajes. Uno se está riendo de ellos y no tanto con ellos. La comparación que hace Ferenczi con la obra de Marivaux me parece esencial. Esto es una comedia romántica de enredos donde la moral de los personajes se pone una vez más a prueba, con fallo absoluto de casi todos los participantes de la historia. Hablaremos también en este artículo de la puesta en escena, la cámara como espectador, el entorno como personaje, los colores como herramienta a la vez de distinción y de mimetismo con los alrededores.

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Blanche (Emmanuelle Chaulet) vive y trabaja en una nueva ciudad satélite a las afueras de París. Al igual que sus alrededores, Blanche es joven, pero tiene ya un buen puesto como encargada de asuntos culturales: nadie por encima de ella, nadie por debajo. Es una mujer independiente y a primera vista centrada. No tiene a ningún hombre en su vida. Léa (Sophie Renoir) en cambio, también en sus veinte, está terminando de estudiar. Está llena de astucia y de vida, contrastando con el entorno blanco y sobrio. Su novio, Fabien, trabaja en informática en este mismo lugar. Léa y Fabien parecen ser poco compatibles: a él le apasionan los deportes acuáticos y a Léa le da miedo el agua. Ella necesita que él sea un poco más atento y empático, él se da cuenta de que ella no es realmente su “tipo de mujer”.

Blanche y Léa se conocen y se hacen mejores amigas con una rapidez ejemplar. Blanche intenta que Léa le pierda el miedo a nadar, Léa hace lo posible porque Blanche gane confianza en si misma a la hora de conseguirse a un chico. Sin embargo Blanche cree enamorarse de Alexandre, un hombre con un muy buen puesto burocrático. Alexandre es el carisma personificado. Atractivo, sabe el efecto que tiene sobre las mujeres y lo usa con gran agilidad. Léa y Fabien intentan repetirle una y otra vez a Blanche que Alexandre no es el mejor partido para ella, pero ella piensa que es porque ella no da la talla.

Las vacaciones de verano se acercan y mientras Léa se va sola sin Fabien, pensando en terminar con él. Le propone a Blanche que se junte con él, observando que serían mejor pareja. Blanche responde que ella no se roba a los novios de sus mejores amigas, y Léa está de acuerdo en que esto es una regla de oro. Sin embargo Blanche y Fabien se ven de vez en cuando y se dan cuenta de que tienen mucho en común y que la pasan bien cuando están juntos. Pero Blanche no quiere un amigo. Quiere sentirse tan bien con un enamorado como ella se siente con Fabien. La carne es débil, y si hay química de por medio no hay mucho que se pueda hacer; Blanche y Fabien terminan teniendo un amorío. Pero Blanche sigue insistiendo que el que le gusta es Alexandre. Sí, a veces uno quiere abofetearla.

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Disculpen el recuento de lo que pasa en la primera hora de la película. Siendo esta una “comedia de enredos”, era importante tener algunas bases. Pasemos a un pequeño análisis de cada uno de los personajes.

Blanche, como dijimos anteriormente, es un personaje que da una impresión de balance y madurez al inicio de la película. Su apartamento parece un cuarto de hotel, absolutamente blanco con algunos toques de color. Los colores los pone muchas veces el vestuario, pasando por una gama de azules (hermosos azules), amarillo y rojo. La sala da hacia la plaza que rodean los demás apartamentos. Una especie de monumento en el medio, todo blanco; la hierba todavía no ha crecido. Dialogo con la primera impresión que tenemos del personaje. Los grandes ventanales de la sala dan la sensación de que hay poca privacidad, acentuando aún más ese lado externo del personaje. Sin embargo, desde la ventana de la habitación, del otro lado del apartamento, el paisaje es completamente distinto: vemos el río que rodea la ciudad satélite, la naturaleza y París al fondo. El lado más interior del personaje. Sus pasiones reales. Blanche es amante de los deportes acuáticos y no es la persona sobria y centrada que pensábamos conocer al inicio de la película. Por un lado, es un desastre en todo lo que tiene que ver con el amor. Desde que alguien le gusta, se desploma, se enreda, se complica. Por eso su relación con Fabien tiene una evolución más orgánica: pasiones comunes, debates sobre el amor y la amistad (Rohmer classics), ternura y atención. Con Alexandre no es más que superficie y momentos incómodos donde la incompatibilidad verbal y física se hace evidente desde el minuto cero en que se conocen. Por otro lado, Blanche parece ser respetuosa y discreta. Deja sus valores claros durante gran parte de la película: Fabien es el novio de Léa, y Léa es su mejor amiga. Muchos le dicen que no importa si ya no están, pero Blanche sigue reprimiendo sus sentimientos a un punto tal que ni siquiera reconoce tenerlos. Le cuesta mucho darse cuenta de que Fabien es realmente con quien ella quiere estar, obsesionada por pensar que puede suceder algo con Alexandre y con miedo de herir a su amiga. Ella proyecta estos sentimientos en Fabien, diciéndole que él tampoco la quiere y que sólo está teniendo algo con ella para vengarse de Léa. Cuando Fabien vuelve brevemente con Léa, Blanche piensa haber tenido la razón. Una de las secuencias más hermosas en cuanto a naturalidad y a emoción, es cuando Alexandre le ofrece a Blanche acercarla a París: Blanche se enreda y Alexandre la corta con un doloroso “Mire, creo que la estoy complicando. Tenga un buen fin de semana.” Blanche vuelve destrozada a su apartamento, se va al baño, se lava la cara mientras llora y se dice “idiota” frente al espejo varias veces. Oro puro.

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Léa es otro caso. Por un lado dice ser muy buena mentirosa, como forma de provocación que a veces no lleva a nada, sobre todo con Fabien que simplemente le “cree” todo lo que le dice por no querer crear conflicto. Pero por otro lado es extremadamente franca, absolutamente frontal, a un punto tal que tiene que retraerse ella misma muchas veces de las cosas que dijo anteriormente (véase, cuando termina con Fabien). Cuando Léa está presente, Léa lleva la conversación. Blanche escucha, Fabien escucha y a veces se enfada. El único que puede llevarle el ritmo es Alexandre, y es evidente desde la primera vez que los vemos hablar que funcionan como dúo. Alexandre es perspicaz y adulto, es juguetón como Léa. Ella dice en un momento que nunca podrá estar con Alexandre porque él siempre espera que las mujeres den el primer paso y que ella siempre espera lo contrario. Sin embargo Fabien le dice a Blanche que fue Léa que lo buscó a él, y vemos algo similar, aunque más recíproco con Alexandre cuando se juntan hacia el final de la película. Otra manera de Rohmer de burlarse un poco de sus personajes: la distancia entre la palabra y las acciones.

Fabien por otro lado parece pasarla mal con alguien como Léa. El conflicto permanente que parece producirle, ya sea porque ella cambió de planes o se fue de vacaciones con un grupo de amigos donde Fabien sospecha que hay algún interés amoroso, parece no estar en la misma longitud de onda que el carácter de Fabien. Los momentos donde podemos ver a Fabien y a Blanche más tranquilos, y donde tienen espacio para hablar, son justamente los momentos que pasan solos entre ellos. Fabien es muy sincero con Blanche desde muy pronto con respecto a cómo él se siente, y sólo está esperando que Blanche llegue a la misma conclusión y que terminen finalmente juntos.

La escena final, que no quiero contar para no dañarles aún más la película que les conté casi por completo, es absolutamente liberadora, catártica, y de comedia pura. Rohmer juega de nuevo con un quiproquo, como tanto le gusta (y como tanto le gustaba a Marivaux, a quien vale la pena mencionar de nuevo).

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Rohmer estaba muy interesado en estas ciudades satélites que se empezaron a formar alrededor de París. Ciudades de arquitectura modernista, a la vez cerca de la naturaleza (por su proximidad) pero alejadas (en cuanto a su estética). En Les Nuits de la Pleine Lune, otra peli que analizaremos, Rohmer exploró un poco el desasosiego de tener que vivir en lugares como estos. En L’ami de mon amie, el personaje de Léa es el único que se siente encerrado y aburrido por lo que la rodea. Fabien y Blanche, sin embargo, aprovechan tanto las comodidades de vivir en algo parecido a “un pueblito” como su proximidad al río, donde van a practicar deportes acuáticos, y los bosques donde hacen largas caminatas.

Los colores son esenciales en esta película. Rohmer sabe usar muy bien los colores tanto en términos de significado como de armonía dentro de la imagen. Los decorados de los apartamentos siempre han sido icónicos, y el de Blanche no es una excepción, poniendo pequeños toques de colores vivos. A nivel de vestuario, siempre me ha parecido interesante como en algunas secuencias los personajes se dividen en colores como si fueran equipos de fútbol. En el caso de L’ami de mon amie, Rohmer quería que sus personajes vistieran los colores de la naturaleza que los rodeaba, contrastando con el mármol monumental de las nuevas construcciones: el azul del río, el verde del bosque, el amarillo, el rojo. Los personajes sobresalen así del resto de los habitantes del lugar, que son realmente habitantes del lugar y no tanto “extras”, conscientes muchas veces de la cámara y del juego de los actores. Recordemos que Rohmer también fue Nouvelle Vague.

Dijo Rohmer, para que no crean que invento:

Ya que el vestuario es tan importante - el vestuario ocupa mucho espacio en una película (…) - hay que usarlo con suma atención y cuidado, y eso es lo que hago.

Todo este tema de la “nueva ciudad”, y el juego de contrastes entre ciudad/naturaleza, contraste de colores, y demás hierbas aromáticas, está muy bien analizado en este artículo escrito por Siri Häggqvist para Montages.

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Como ya mencionamos en otros artículos, Rohmer se preocupa mucho por setear su película en un lugar y en un tiempo concreto. La acción tiene una duración determinada; lo que suceda después ya no es problema nuestro. Como en el teatro, las circunstancias son las que generan el drama, las que despiertan emociones ocultas en los personajes, y son las que generan historias. Digo en el teatro, pero es algo común a todas las artes narrativas, entre ellas la vida misma.