LE RAYON VERT

Largometraje | 1986 | Eric Rohmer
Artículo escrito por Julia Scrive-Loyer

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Me parece hermoso que una película donde el personaje principal diga que no se considera una persona aventurera, sea una de las películas más aventureras de Rohmer. La historia es sencilla, aunque se podría considerar una película de aventuras por la cantidad de lugares que recorre el personaje para lograr encontrar lo que necesita. La peli se filmó de manera muy libre y esa libertad es palpable. No se escribió guion. Rohmer dejó que los personajes fueran construyendo el diálogo dentro de las escenas, dándole una textura documental a las situaciones y conversaciones de los personajes.

Rohmer estaba interesado también en la cámara de las entrevistas televisivas, dónde él sentía que las personas entrevistadas tenían más libertad para expresar sus ideas. Como ya hemos mencionado, las películas Rohmerianas son particularmente “habladas”, y aunque haya otros momentos dentro de su obra cinematográfica donde sentimos una cierta improvisación, en general siempre lo que destaca es el aspecto teatral de esos intercambios verbales. La manera en la que están filmadas, donde la presencia de la cámara se hace sentir a través de las posiciones de los cuerpos. En Le Rayon Vert, la cámara se mueve fácilmente de un personaje a otro, haciendo incluso zoom en momentos importantes de la conversación. Esto permite que los actores se expresen con libertad y se dirijan realmente hacia su interlocutor, y no tanto hacia la cámara/espectador.

Esta es una peli que he visto muchas veces. Y es extraño, porque aunque siempre sentí que es una película “fácil” de ver, sentía también que el personaje lo hacía difícil. De todos los personajes Rohmerianos, siempre pensé que Delphine era el más francés de todos. Viéndola de nuevo ahora, me di cuenta de lo equivocada que estaba. Creo que tengo que especificar que soy mitad francesa, y que he tenido una relación difícil con la manera de ser de mis compatriotas en los últimos años. Sin querer generalizar, me he topado muchas veces con una falta de empatía y un exceso de racionalismo. Viendo la película con esto en mente, logré empatizar con el personaje como nunca antes lo había hecho. Delphine está sumamente deprimida y su entorno (amigos y desconocidos) no hacen más que juzgarla y darle opiniones de cómo mejorar, echándole la culpa sobre cómo se siente.

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Es verano y Delphine necesita salir de París para sentir que realmente está de vacaciones. Sin embargo, el tiempo pasa y ella se mueve constantemente de un lugar a otro (playa, montaña, ciudad), sin poder sacarse esa sensación de insatisfacción. Es verdad que se complica muchísimo la existencia y que le cuesta estar conforme. Esto le pace en parte porque todo lo que va haciendo en la película es un “plan b”. Ella en principio se iba de vacaciones con una amiga, que la deja botada en los primeros minutos de la película diciéndole por teléfono que se va a ir con su novio. Delphine intenta como puede encontrar a alguien que le dé una solución a su problema, incluyendo al ex-novio con el que terminó hace un tiempo pero a quien no ha superado.

No siempre estoy de acuerdo con las críticas de Roger Ebert, y ésta no es una excepción. Él reduce el drama de Delphine a un problema de estar soltera y no querer buscarse a cualquier persona para pasar la noche. Me parece que aunque eso entre en juego, no es más que un síntoma de algo mucho más profundo: el spleen. Ese spleen que Baudelaire retrató tan bien es abrumador en el personaje de Delphine: “una melancolía profunda, un cierto desprecio a la vida”. Delphine está ante todo deprimida; no logra encontrar sentido en nada, se siente sola, siente que no fue hecha para el amor, diciéndolo perfecta y dolorosamente: “si tuviese algo que dar, la gente lo vería”. Lo que más me duele de esta línea de diálogo es que es una respuesta a algo que le dijo una amiga al inicio de la película: “Yo hablo mucho, porque quien tiene algo que decir habla.”

El conflicto interno del personaje se va complejizando a medida que va pasando la película. El darse cuenta de que no va a conseguir lo que quiere (tener unas vacaciones de verdad), le hace cuestionarse si alguna vez va a conseguir lo que necesita (alguien que la quiera y a quien ella quiera). Un lugar, una persona, que la ayude a sentirse bien, plena. Las dudas que le van metiendo las personas con las que se encuentra, van abrumándola de manera tal que empieza a actuar de manera más errática, escapándose de los lugares bajo la mirada enjuiciadora de los demás que repiten muchas veces “no entiendo a esta mujer”. Y llorando también con más facilidad con amigos y con extraños, al intentar explicar lo que le sucede.

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Rohmer grabó esta peli en orden cronológico, y teniendo en cuenta que no hubo un guion escrito, por lo tanto se fue construyendo con su personaje principal, interpretado por Marie Rivière, que aparece también como guionista. Rohmer le pidió a su fotógrafa Sophie Maintigneux que mantuviera los aspectos técnicos al mínimo para darle libertad a los personajes y que pudieran hablar entre ellos de forma orgánica. En el resultado se siente el disfrute de la interpretación. En la escena en la que Delphine discute con sus amigas sobre su estado emocional, y en el que ella está muy a la defensiva, sentimos por un lado la incomodidad frente al ataque que le hace el personaje que interpreta Béatrice Romand (sólo ella podía tener ese papel), pero también percibimos a los actores pensando en cómo responder a cada línea diálogo; la sorpresa con alguna intervención de otro personaje; los momentos de risa y las interrupciones constantes que hacen de esta escena un momento tan abrumador y de desconsuelo absoluto. Pueden verla aquí.

Otro detalle particular es la presencia de música extra-diegética. Rohmer casi siempre fue muy sobrio en cuanto a la música. Le Signe du Lion (1959) su primer largometraje está minado de momentos musicales que exageran el estado emocional del personaje. No sé si quedó traumado por esa experiencia, pero no lo volvió a hacer. En algunas otras películas como en Quatre Aventures de Reinette et Mirabelle (1987), una peli que siento que se asemeja mucho a esta en varios sentidos, Rohmer usa música en los créditos iniciales de la película. Aquí Rohmer también usa música en los créditos y en momentos específicos del relato: cada vez que Delphine se encuentra con una baraja, a la cual ella le da un significado dependiendo del momento por el que esté pasando. La música que utiliza es muy sencilla, algunas notas compuestas por el mismo Rohmer (interpretadas por Jean-Louis Valero). Rohmer explicó su necesidad de usar música como una manera de ponerle “magia” a una película tan terrenal.

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Mi padre es de San Juan de Luz y he pasado mucho tiempo de mi vida en esa pequeña estación balnearia. Siempre ha sido mágico para mí que esta película termine allá. Que Delphine encuentre a alguien, que llore por primera vez en una mezcla de tristeza y felicidad abrumadoras. Voy todos los veranos y siempre me pregunto si me pasará lo mismo. Volver a ver esta película en este momento de mi vida fue un reencuentro que me conmovió mucho. Me conmueve también que sea una de las películas más amadas de Rohmer. Siempre he pensado que hay que confiar en las cosas sencillas. Termino con un fragmento de lo que escribió Jacques Siclier en el 2001:

Es “como la vida misma”, y sin embargo no es documental ni “cinema-verité”. La puesta en escena capta con ligereza los comportamientos, los movimientos del corazón, la atmósfera de soledad en la que Delphine se regodea. Es gran arte trascendiendo lo natural. Marie Rivière es un personaje bastante nuevo en la obra de Rohmer y, he de decir, absolutamente adorable.

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