SINGIN' IN THE RAIN

Largometraje | 1952 | Stanley Donen
Artículo escrito por Julia Scrive-Loyer

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Don Lockwood (Gene Kelley) es una estrella del cine mudo. Él y la Lina Lamont (Jean Hagen) han actuado juntos las historias de amor más taquilleras de la década. Sin embargo los tiempos están cambiando y las películas “habladas” son ahora las que causan furor. Monumental Pictures, el estudio en el que trabaja Don Lockwood, decide seguir la corriente. Pero hay un problema: la voz de Lina Lamont es insoportable (así como su personalidad fuera de la pantalla). Don piensa que su carrera terminó, sobre todo después de que Kathy Selden (Debbie Reynolds), una chica muy viva que se busca la vida bailando y cantando, le destruye el ego al famoso actor. Don no puede dejar de pensar en ella y eventualmente la vuelve a encontrar. Juntos, acompañados por Cosmo (Donald O’Connor), encuentran una solución para salvar sus carreras, así como el prestigio de Monumental Pictures.

Un periodista le preguntó una vez a Stanley Donen si le molestaba que solamente lo recordaran por Singin’ In The Rain, y Donen respondió que no, que era feliz de que se acordaran de algo. Qué ternura este hombre. Hay miles de razones por las que esta película es un referente en su carrera (y en la historia del cine). Hoy en día la historia parece simple, como deben ser los musicales, e incluso ingenua, como muchas películas de la post-guerra. Pero la verdad es que el sentimiento de alegría que nos deja ha superado la prueba del tiempo. Pero es también mucho más que eso; es el cine dentro del cine, es el retrato de un momento crucial en la historia del séptimo arte, es una construcción de escenarios complejos y de momentos de pura comedia y de puro amor.

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Empecemos por lo más visible: la estética. Si hay algo que se destaque en las grandes películas es cómo la forma se adapta perfectamente al contenido. Singin’ In The Rain no es una excepción y Stanley Donen sabe muy bien qué mostrar y dónde poner la cámara (un abrazo también a su fotógrafo, Harold Rosson). Y no sólo eso, si no también que se permite licencias poéticas en otra gran secuencia de montaje de Gene Kelley. Ahí, como de costumbre, la coreografía y escenografía resumen perfectamente la historia de Don Lockwood, y de paso hace el retrato de una industria que no perdona y que por más que dé éxito y genere admiración, no regala obligatoriamente amor.

Singin’ In The Rain es una película de multitudes. Estamos en Hollywood, estamos en uno de los estudios más importantes de la época (tanto en la ficción como en la realidad), estamos literalmente en el mundo de las apariencias. Esto se expone sin pudor en la composición de algunos planos y en el montaje: el momento al final en el que vemos a Lina cantando en escena y a Kathy cantando detrás del telón, cuando Kathy está cantando la canción de la película y cortamos y vemos a Lina cantándola, el momento en el que Don cuenta su historia de vida al inicio de la película mientras vemos cómo fue realmente a través de un flashback, cuando Don lleva a Kathy a un set vacío y setea el mood para decirle que la quiere, etc. Luego veremos cómo este mismo juego se retrata en la construcción de los personajes, pero lo que estamos recalcando aquí es que nada en esta película se le deja completamente a la palabra.

Hay que hacer énfasis también en todos los planos en los que el cine se ve reflejado dentro del cine. La cantidad de momentos en los que la cámara abre y revela boom, cámara, equipo completo. Esto también le sirve a Donen para jugar con el tema de la apariencia. Los escenarios, el montaje y los movimientos de cámara nunca están puestos ahí por el capricho de ser hermoso y espectacular, están ahí justamente para levantar el telón y exponer. Y es esa distancia entre la realidad y la fantasía la que afecta a los personajes. Por eso le cuesta a tanto a Lina asumir que el romance que tiene con Don no es más que un chisme de revista. Y sobre todo, por eso le duele tanto a Don cuando Kathy le dice:

No eres más que una sombra. Una sombra en celuloide.
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Ahora, yo creo que de las cosas que hacen a esta película inmortal son sus personajes, y sobre todo los actores elegidos para cada papel. Cada uno, incluso Lina, es una pieza fundamental e inolvidable (sobre todo Lina). En los primeros minutos, Don Lockwood explica que en su vida él siempre ha vivido bajo el mismo lema: “Dignity, always dignity”. Mientras dice esto, nosotros los espectadores vemos los inicios de su carrera, tal vez “indignos” para algunos, pero sin duda realistas. ¿Ser indigno significa vivir en la realidad? ¿El estrellato te hace digno? Todos los personajes más importantes de la peli luchan por su dignidad de una manera u otra.

Si asumimos a Monumental Pictures como un personaje, encarnado por su dueño R. F. Simpson (Millard Mitchell), sería el primero en luchar por su dignidad, siendo directamente afectado por la transición del cine silente al cine hablado. Su recorrido es más macro, e involucra a todos los otros personajes. La dignidad de un estudio a fin de cuentas es hacer películas que no sólo vendan, si no que sean relevantes para el público y para la época.

Luego tenemos a Lina Lamont, personaje tan detestado como imborrable de nuestras memorias. Ella también empieza en una zona de comfort, siendo una actriz amada por su público y viviendo la fantasía de que Don y ella tienen un romance - cosa que en este juego de apariencias está remotamente alejado de la realidad. Su conflicto, si es que ella se da cuenta de que tiene uno, está directamente relacionado a Monumental Pictures y por lo tanto a los cambios en el público. Su voz es terrible pero se aprovecha de la voz de Kathy para seguir manteniendo su dignidad. Sin embargo, siendo un personaje “villano”, por llamarla de alguna manera, es castigada y es la única que pierde la dignidad, ya que ésta se basaba justamente en las apariencias. Si no eres sincera mi amor, te me bajas del escenario.

Cosmo Brown. Si hay un ángel en esta película, es Donald O’Connor. Me enamoré de él desde la primera vez que lo vi. El clásico personaje que sirve de alivio cómico, la mano derecha del protagonista, el ayudante en todos los sentidos, Cosmo Brown es todo carisma, todo pluma. Cosmo tiene muy claro el juego de apariencias necesario en este mundo del espectáculo, “the show must go on!” le declara a Don, y luego se lo ilustra en su extenuante coreografía y canción “Make ‘Em Laugh”. Claro, no importa cuán triste estés en la vida, tienes que seguir dándolo todo en la pantalla, por más destruido que termines. Aquí le está hablando claramente a Don, pero tampoco es que Cosmo tenga la vida fácil - aunque es verdad que siempre anda sonriendo. Cosmo es inteligente y rápido. Podría ser mucho más que un pequeño músico de acompañamiento. La transición a las películas habladas lo deja a él en una muy buena posición, convirtiéndose en la cabeza del departamento de música. Es el primero que logra adquirir cierta dignidad, claro, el guionista se lo sacó rápido de encima. Hacía falta alguien que estuviera tranquilo para ayudar a los otros a cumplir sus objetivos.

Pasemos a Don Lockwood, porque no lo voy a dejar de último. Don empieza la película también en zona de comfort, pero no sin tensión: vemos desde el inicio que es víctima de la apariencia. Se le presenta justamente en esa dualidad; en el estreno de la última película en la que actuó es que él cuenta su vida y sucede eso que ya mencionamos. Es ahí también que lo vemos intentando convencer una vez más a Lina de que no tienen un romance. Sin embargo lo que realmente plantea un conflicto en él no es la demanda del público por películas habladas, si no lo que le dice Kathy en su primer encuentro. Ella le destruye el ego que ha venido construyendo diciéndole que las películas no son nada y que él no es más que una sombra en celuloide. La muerte del cine mudo es más una respuesta a ese conflicto. Por primera vez va a poder “actuar” de verdad, recuperar su dignidad no para el público, sino hacia para él mismo (y para Kathy, de paso).

Y por fin tenemos a Kathy Selden. Debbie Reynolds ilumina la pantalla cada vez que aparece. El recorrido de Kathy vendría siendo el contrario al de Lina Lamont. Ella empieza en una supuesta zona de comfort; se busca la vida cantando y bailando junto con otras chicas. La primera vez que conoce a Don, le miente y le dice que es actriz de teatro. Eso nos da una pista de su verdadera vocación - ser una artista “seria”, con dignidad. Otro juego de apariencias. En su caso, la llegada de las películas habladas le sirve de ayudante. Se quita lo que no funciona y lo que no tiene corazón, para poner lo que es íntegro tanto por dentro y por fuera. Un verdadero ejemplo de dignidad. Kathy se siente muy mal cuando levantan el telón y la descubren a ella cantando por Lina. Ella quiere reconocimiento, pero no quiere hacerlo poniendo en ridículo a nadie. Quiere tener su reconocimiento propio, por eso lo más importante en esta película no es la historia de amor entre Don y Kathy, si no ese momento en el que Don la señala y la presenta al público como la verdadera estrella.

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En conclusión, no hemos hablado nada de la historia de amor. Eso está ahí porque ¿qué sería un musical de esa época sin romance? Y claro, nos regala canciones y coreografías inolvidables. Aunque nunca he estado muy segura si cuando Gene Kelly canta bajo la lluvia es por amor o porque le encontró solución a su carrera. En cualquier cosa, es icónico, la película es icónica, a la vez que juega con el concepto del ícono. Nada dura para siempre - “you’ve seen a movie you’ve seen them all”. Sin embargo Singin’ In The Rain sigue entre nosotros, en una época dónde los cambios tecnológicos se hacen y se asimilan cada vez más rápido.

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