KISS ME DEADLY

1955 | Robert Aldrich


Escrito por Julia Scrive-Loyer

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Claude Chabrol describió Kiss Me Deadly en una sola frase: “es el thriller del futuro”. Definitivamente, Kiss Me Deadly es una película de cine negro que se separa de las otras, no solamente porque llega en 1955, hacia los finales de la era canónica del género, sino por cómo bebe de los miedos específicos de una época, al igual que el cine de terror.

Es fascinante hacer una recopilación de los adjetivos usados hoy en día para describir esta película, ignorada y sentenciada en su época: “uno de los thrillers más oscuros jamás hechos”, “extravagantemente elaborada, de una violencia escalofriante, y más o menos apocalíptica”, “el film noir más áspero y menos comprometedor”, “una representación corrosiva y desesperante de los Estados Unidos y su futuro” y “una adaptación atómica”. Efectivamente, Kiss Me Deadly es todo esto, y cuando uno la ve sin saber lo que le espera, el resultado es desolador, como quedarse solo en la tierra después del apocalipsis.

Kiss Me Deadly es brutal en muchos sentidos, y casi todos ellos pasan por su personaje principal, el detective Mike Hammer. Hablaremos de moralidad, violencia y miedos atómicos en el resto del artículo, pero me quería detener brevemente a hablar de la crudeza de la fotografía. Las imágenes parecen estar esculpidas por una lámina fría de metal, separando luz de oscuridad, fragmentando cuerpos como si los mutilara con la mirada, y dejando que los personajes se ajusten como puedan a una puesta en cámara que no les proporciona estabilidad:

Las imágenes ultra contrastadas y oscuras, y los planos holandeses llevan las convenciones del cine negro al extremo: en las primeras películas del género, estos efectos comunicaban una inestabilidad moral, pero aquí, estas exageraciones significan un vacío moral carente de anclajes espirituales. [...] Los personajes se balancean como navíos perdidos en una tormenta, mientras que bucaneros como Mike Hammer saltan de una cubierta a otra, aferrándose a lo que encuentren.

Así nos lo describe Matt Zoller Seitz en su artículo para Slant Magazine. El sonido es igual de incómodo, dejándonos con fueras de campo preocupantes, como cuando torturan y matan a Christina al inicio de la película. La repetición de los pasos de ella corriendo sobre el asfalto y los carros que pasan sin detenerse, en un inicio que parece un loop desconsolador, así como sus gemidos y jadeos durante toda la secuencia de créditos, nos dejan claro desde un inicio que lo que sea que vayamos a ver va a ser crudo. Muy crudo.

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Otra colección fascinante son los adjetivos usados para describir al detective Mike Hammer. El protagonista de esta película tiene la difícil tarea de ser uno de los personajes más detestables jamás vistos en una película de cine negro, y de tener que convencernos de acompañarlo en su búsqueda. Resumiendo rápidamente, Mike Hammer recoge a una mujer misteriosa en el medio de la carretera. Los atrapan, la matan, casi lo matan a él, y Mike se da cuenta de que hay algo importante en este caso y quiere parte de lo que están buscando: “a great whatsit” como lo describe Velda, secretaria y amante (una de ellas) del detective. Hammer busca algo sin tener idea de lo que está buscando, objeto que sin embargo moviliza a todos los personajes de la película, cosa común a las películas del género, y referencia para películas como Pulp Fiction. Se ha descrito a este “great whatsit” como un MacGuffin, pero algunos críticos elevan su función dentro del relato, y sí es verdad que hay una gran diferencia. De esto hablaremos más tarde. Lo importante aquí, como dice Matt Zoller Seitz, es que ni la muerte de Christina, ni los entramados morales/políticos son los que despiertan en Hammer su necesidad de resolver el caso, como pasaría en otras películas de cine negro; lo que lo despierta es la promesa del dinero.

Hammer es mostrado como alguien de apariencia moderna: traje y carro impecable, su apartamento es una maravilla del diseño moderno de mediados del siglo XX (tiene incluso una máquina contestadora), está rodeado de jazz y boxeo. Sin embargo, todo esto se desperdicia en su actitud, que se acerca más a la de un cavernícola que habla poco y lo resuelve todo a base de puños y otros tipos de violencia gratuita y de un sadismo escalofriante. La brutalidad de Mike Hammer es lo que más se repite en los artículos sobre Kiss Me Deadly. Me refiero a una brutalidad tanto física como intelectual y emocional.

El salvaje Mike Hammer no tiene nada del dominio afable de Sam Spade o Phillip Marlowe; él se estrella a ciegas a través del caso, dejando un rastro de daños colaterales, humanos y culturales, detrás de él.

Esto que escribe Richard Brody para The New Yorker, nos explica tal vez por qué Claude Chabrol escribió esto en Cahiers du Cinéma en 1955:

Kiss Me Deadly se creó a partir del peor material, el más deplorable, el producto más nauseabundo de un género en estado de putrefacción: una novela de Mickey Spillane.

No he leído ésta ni ninguna otra novela de Spillane, pero Chabrol parece aconsejarnos quedarnos con la película, y yo confío en su criterio. Alex Cox nos describe al Mike Hammer de Spillane como un “matón indecente”, un producto del McCarthismo y la guerra de Corea.

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El guionista de Kiss Me Deadly, A. I. Bezzerides, un escritor de izquierda y en la lista negra de Hollywood, es entonces una pieza fundamental para la adaptación, en cuanto a la transposición de la trama y la resignificación de su personaje principal. Si Hammer es un héroe para simpatizantes del Senador McCarthy, es justamente una consecuencia o síntoma del problema para los que se posicionan del lado opuesto. Esto se detecta no solamente en cómo Aldrich y Bezzerides optaron por exponer la crueldad y el sadismo de Hammer, si no en lo inepto que es para cumplir su misión.

Por más que Hammer parezca sernos simpático a través de su relación con la cultura popular estadounidense de la época, desahogándose en un bar de jazz y visitando un centro de boxeo, me parece que esto se nos presenta puramente para mostrarnos esta faceta “moderna” del personaje, y no tanto para regalarnos un lado empático o sensible de Hammer. Él es simplemente “cool” por fuera, pero como ya mencionamos, absolutamente insensible por dentro. Esta insensibilidad que lo lleva a “estrellarse” contra todo y todos los que se le metan de por medio durante el caso, es justamente lo que le impide resolverlo. Hammer es incapaz de entender lo que está buscando. Como dice J. Hoberman para Criterion, “Hammer juega con fuego y se quema”, literalmente.

Muchos dicen que entre todos los actos crueles cometidos por el detective - empujar a un matón por las escaleras, aplastarle la mano a un médico, convencer a Velda a prostituirse para sacar información, entrarle a bofetadas a numerosos testigos -, la que más representa su faceta de cavernícola es cuando parte en dos una edición especial de un vinilo de Caruso. Como dice Rahul Hamid en Senses of Cinema, “su falta de conocimiento ralentiza su investigación”. No logra sacar prácticamente nada de las personas a las que tortura, porque no sabe qué pedirles y no tiene conciencia alguna del mundo por el que se mueven. Para terminar con el personaje de Hammer, los dejo con esta frase de Matt Zoller Seitz:

Aldrich nos deja claro que Hammer es exactamente el tipo de héroe que este mundo de mierda se merece.
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Se ha hecho alusión al miedo de la era atómica en casi todos los artículos que se han escrito de la película desde su estreno. En Cahiers du Cinéma, describieron incluso a Aldrich como “el primer cineasta de la era atómica”. Estas lecturas son obviamente justificadas, y es imposible no ver la película desde este punto de vista. Por más que Aldrich haya dicho que no pensó en ninguno de estos aspectos intelectuales al escribir o hacer la película, es imposible creerle, no solamente por la caja con contenido radioactivo, sino por la época en la que se hizo la película; plena guerra fría, profundo miedo a la bomba atómica, al apocalipsis inminente.

Como nos dice Alex Cox, Kiss Me Deadly se disfraza de un clásico film noir que sigue a un detective machote, sin embargo es una “parábola anti-nuclear con alusiones clásicas - notablemente a la caja de Pandora”. La caja es posiblemente el elemento más discutido después de Hammer, sin embargo descubrimos tarde lo que es - al mismo tiempo que el detective. Los que la describen como un simple MacGuffin no se equivocan, en parte; un objeto al que no vemos durante la mayor parte de la película, moviliza a todos los personajes y desencadena muertes horrendas. ¿Es esta caja un simple dispositivo para mostrarnos el vacío moral del mundo que nos es representado, independientemente de lo que contenga? ¿Podemos realmente ignorar lo que contiene cuando lo que tiene dentro es capaz de destruir a la humanidad?

La caja de Kiss Me Deadly es real y específica: sus contenidos son isótopos radioactivos que, al abrirse la caja, desencadenan una reacción explosiva que no puede ser contenida. Los personajes son los MacGuffins.

Este análisis de Alex Cox me pareció sumamente interesante. Los personajes son arbitrarios, vacíos, redundantes, y están ahí sólo para darle sentido a los contenidos de esta caja. Me perdonarán que cite tanto a otros artículos, pero al igual que en las clases de filosofía, parte de analizar implica recoger diversas lecturas y visiones, y sacar conclusiones al respecto. Por eso me voy a referir de nuevo al artículo Matt Zoller Seitz, en el que si bien se refiere a la caja como un MacGuffin similar al maletín de Pulp Fiction (que ese sí me parece mejor candidato para el término, dada la insignificancia de su contenido), le da una importancia a lo que provoca la caja: “Más allá de una meditación "pulp" sobre lo que significa darle a la humanidad la capacidad de auto-exterminarse, Kiss Me Deadly es una declaración sobre la fragilidad de las estructuras intelectuales y filosóficas que mantienen a nuestra sociedad lejos del colapso.”

Lo lindo del cine y del arte en general, es que hay tantas obras como hay lecturas posibles, y la opinión del realizador al final cuenta poco en comparación con lo que las personas salieron sintiendo de la sala de cine o las teorías que se hicieron en su cabeza. Asimismo, los términos usados son a veces inexactos para una obra específica, y es posible que en el caso de Kiss Me Deadly, Aldrich juegue con esto. Lo único que sabemos durante tres cuartos de película es que hay un objeto importante que todos quieren encontrar: algunos por dinero, otros por simple poder, otros como un deber moral y de protección. Aldrich tal vez jugó a engañarnos durante todo este tiempo, haciéndonos pensar que estábamos ante un clásico MacGuffin, y que tendríamos un final similar a The Maltese Falcon. Sin embargo Mike Hammer no es Sam Spade. Confiamos poco en las habilidades y en la astucia de Mike Hammer, excepto cuando logra escaparse de los hombres que lo tienen amarrado. Y cuando nos damos cuenta junto con él de lo que contenía la caja, no nos queda más que rendirnos ante lo que sea que suceda.

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Nos damos cuenta también de que la caja contenía todo este tiempo el mensaje central de la película, que no parece ser un mensaje para ninguno de los personajes de la película, si no un mensaje para nosotros como humanidad. Matt Zoller Seitz nos dice:

Aldrich nos confirma la función y la necesidad de la moral, mostrándonos un universo Hobbeseano donde la moral no existe.

En conclusión, Kiss Me Deadly destaca entre las películas de cine negro por cómo medita profundamente sobre el estado del mundo y el futuro de la humanidad, en manos de personajes cada uno más amoral que el otro. Un clásico ejemplo de cómo el personaje principal canaliza el tema de una película a través de su recorrido, y una apuesta, teniendo en cuenta que Hammer es un absoluto anti-héroe, pero de esos que ni siquiera generan empatía. Es posible que sea verdad, que los personajes son los MacGuffins de la película; navíos vacíos e inconsecuentes que se estrellan contra las paredes de una trama sin salida. Nos toca a nosotros reflexionar que tan lejos estamos de ese mundo.