¿QUÉ ES UN SER PURO?

Una carta a Vicky, de Millennium Mambo


por Félix Cordero

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Querida Vicky, ¿cómo estás? Hace mucho tengo pendiente escribirte, pero el tiempo juega conmigo y me distraigo sin mucho esfuerzo. Sé que sabes lo que digo. Desde que te conocí en Millennium Mambo, pienso en ti cuando me encuentro en situaciones en las que siento no tener control del flujo de mi vida, pero es en estos momentos tan inciertos que se me hace urgente comunicarme contigo.

Cierro los ojos y la imagen que abre la película y ha enamorado a más de un alma emerge entre las sombras; tu recorrido nocturno por un túnel de luces tenues y azules, avanzando a pasos llenos de confianza, tu melena fluyendo como la marea, con un cigarrillo en mano, los brazos abiertos y una sonrisa tanto en la boca como en la mirada. Por momentos miras atrás, y me pregunto ¿a quién miras? No hay nadie siguiendo tus pasos. Entonces, la música y tú narración llenan el espacio. La Vicky que vemos en pantalla está en el 2001, un año donde se le seguía celebrando la entrada al nuevo milenio, y tú, tú estabas en un trance, como si estuvieras bajo un hechizo. Sin embargo, la Vicky que nos habla está en el 2011, una década ha pasado pero sigues volviendo a ese año, y reflexionas sobre los momentos que te marcaron.

En el 2001, estabas hechizada por el loop que creado por el exceso, el susodicho amor, la música electrónica, las sustancias y la vida nocturna de Taipei, que al igual que otras metrópolis al rededor del mundo, está inundada de estímulos visuales, sonoros y gustativos. No hay espacios para aburrirse, y aún así, el aburrimiento está en la espalda de todos.

Desde el 2011, nos cuentas cómo llegaste a ese estilo de vida: desde los 16 años te escapabas con una amiga desde tu pueblo y viajabas a Taipei a fiestas, a usar drogas, a vivir una existencia plena y despreocupada, con los brazos abiertos, y fue ahí donde conociste a Hao-Hao, quien se convierte en tu novio, con quien te mudas y por el cual no terminas tus estudios secundarios. Vives en un círculo de momentos amargos y agridulces con él, y sin tú misma entenderlo bien, te conformas.

Tú y Hao-Hao terminaban constantemente, y a pesar de todas las promesas que te haces a ti misma de no volver con él, él logra insertarse una y otra vez en tu vida, hipnotizarte para que te quedaras a su lado. Y de ahí en adelante, nos relatas las situaciones que llevaron al declive definitivo de la relación y a tu liberación de las ataduras creadas por el apego. Creo que un punto importante para tu crecimiento fue trabajar como anfitriona en el bar de Jack, volverte su amiga y complice.

A diferencia de Hao-Hao, Jack es otro polo de la masculinidad, una más sutil, y que ve en ti la pureza de un ser que tiene tanto para dar, y no pretende atarte a dinámicas que te hacen perder tu poder personal. A veces pienso que Jack es la manifestación de tu director, Hou Hsia-Hsien, en tu historia; un ser que te guía, te ayuda, pero no te retiene, no te posee, y esto, sin lugar a dudas, no te hace mucho sentido. Sin embargo, cuando Jack te pide que vayas a Japón para reunirte con él, y al final nunca aparece, dejándote sola lejos de las luces, la música y los fantasmas de Taipei, de cierta forma, te empujó para que aprendieras a volar por tu cuenta.

Todo en la forma en la que Hou Hsia-Hsien ayudó a contar tu historia me cautiva. El contraste entre los colores saturados que te rodean como si estuvieras todo momento en una discoteca y las tenues luces incandescentes que aparecen en los momentos de mayor intimidad, los sonidos etéreos e hipnóticos que envuelven tu caminar por la vida y, lo más importante, cómo la cámara se desliza sigilosamente en los interiores que habitas y dejándote ser en tu totalidad, sin bruscos cortes ni juegos de montaje. Todo conspira para capturar la soledad que se come tu pecho, viaja hacia tus ojos y el miedo a lo que depara el futuro que yace bajo tu piel. Hou, al hablar de la película, explica que surge ante su triste impresión de que sus amigos más jóvenes estaban tan tristes, tan enfermos, tan cansados, y de cierta forma, lo vincula a las dinámicas de la vida moderna, la vida que tú y yo llevamos.

Detrás de la fachada de chica hermosa que frecuenta fiestas y que es amiga de personas con cierto poder, veo un ser humano que siente haber perdido su pureza, su rumbo y por ende, siente que carece de propósito y de destino. Incluso, hay momentos en que sientes que ya no tienes valor ni vitalidad, y por ende te anclas a relaciones con hombres que refuerzan ese concepto tan bajo que tienes de ti misma. Y lo siento si estoy leyendo demasiado en tu experiencia, pero yo mismo me he visto reflejado en ti y por eso te escribo.

Tus vicios tanto físicos como emocionales, los tropezones con la misma piedra que juraste no pisar, la búsqueda de tu esencia y, en definitiva, tu existencia en el mundo de las imágenes en movimiento, son un llamado a entender que vivir es un acto de valentía, de constante reinvención. Desde el 2011, te refieres a la Vicky del 2001 en tercera persona, trazas una línea entre lo que fuiste, lo que eres, y lo que serás, porque a diferencia de muchos personajes, tú vives más allá de la pantalla; este medio lo has usado a tu antojo, tal vez como catarsis personal, tal vez para tender una mano a todas las jóvenes, que como tú, sienten que no se han encontrado y que deambulan, noche tras noche, en busca de mitigar el ardor que provoca la ansiedad y la alienación.

Intuyo que los años te han enseñado a ser más fuerte en tus convicciones, a echar raíces en cual sea tu verdad y a tener mucho más respeto por tu vulnerabilidad. La pureza, a pesar de caer tantas veces en montañas de carbón, sigue adentro, intocable. Y sin lugar a dudas, eres humana; has amado y has perdido, y en la soledad te has encontrado, y gracias a tu historia, me has ayudado a conectar con partes que no aceptaba que existían en mí. Y por esto Vicky, te estaré eternamente agradecido.

Un abrazo a través del tiempo, distancia y dimensión,

Félix Cordero