EL SALVAJE NUEVO OESTE


Unknown Pleasures (2002) Dir. Jia Zhangke

un texto de eduardo ceballos

“No hay ningún maldito futuro” - Guo Bin Bin

En la consciencia colectiva del mundo contemporáneo, la dirección del progreso es el oeste. Con ejemplos como la conquista de América, y el Destino Manifiesto de los Estadounidenses, imaginamos héroes cabalgando o navegando hacia el ocaso y conquistando aquel mundo nuevo y desconocido. Nuestro Héroe de esta vez, entra en escena montando motocicleta en una concurrida avenida, cabalgando con el cigarrillo en boca y la cara estoica de los héroes machos de los viejos westerns, solo que el paisaje a su espalda no es un pueblo desolado, ni un gran desierto; es la ciudad caótica, su ruido y su humo, es el Nuevo Salvaje Oeste, y nuestro protagonista no es un hombre fuerte y veterano, es un muchacho, un niño que posa con la fachada de hombre. 

Unknown Pleasures, la maravillosa película de Jia Zhangke, conecta profundamente conmigo, cultural y generacionalmente, a pesar de estar tan lejos de mi realidad en su contexto. Pero esto no es una casualidad, ni es cierto del todo. El término “Sur Global” se acuñó para reemplazar la idea del “tercer mundo” y poder seguir refiriéndose al puñado de islas del caribe y al sudeste asiatico juntos en una misma frase a pesar de sus miles de kilómetros de distancia entre uno y otro, sugiriendo que tal vez, las realidades de un muchacho en República Dominicana y uno en Datong, China, no son tan diferentes. La idea que se oculta detrás de los términos “Sur Global” y “tercer mundo” es el concepto de “País en vías  de Desarrollo”, áreas que a los ojos de los Súper Poderes Globales están a medio camino del mundo civilizado ideal, que funcionan con sus propias reglas en una especie de “limbo del progreso”. Progreso que gracias a su naturaleza destructiva, irónicamente, parece perpetuarse al infinito. Construyendo siempre los nuevos metros, y las nuevas avenidas, y los nuevos barrios, dejando a su paso un paisaje distópico, siempre en ruinas. Los países en vía de desarrollo parecieran estar por siempre en desarrollo. “Salvajes”, nunca habitables del todo, no es coincidencia que parezcan los escenarios ideales de los Neo Westerns. Son estas ideas las que me han llevado a querer proponer un nuevo término, el Oeste Global, un Nuevo Oeste. 

Este Oeste Global encarna las características de un mundo no concretado, por descubrir o construir, de reglas y valores inciertos, un mundo liminal. No se refiere al “Mundo Occidental”, no abarca sólo una realidad geográfica o económica, sino tambien una temporal, generacional, y cultural,  pues el postmodernismo y sus subversiones es responsable también de esta nueva liminalidad, y de dejar a las nuevas generaciones la responsabilidad de ser pioneros de un mundo sin norte definido. Es en este nuevo, frágil y hostil espacio-tiempo de comienzos de siglo que Guo Bin Bin y Xiao Ji, los protagonistas de esta película, intentan vivir y sobrevivir. 

Dos muchachos de apenas 19 años, nacidos de la primera generación del “one child policy” de los 80s, sin empleo, ni ambiciones, ni prospectos, en una China que parece pasar por su propia crisis identitaria luego de que múltiples políticas radicales resultaran en la enajenación de la gente y la cultura en pro del crecimiento económico, donde la mejor esperanza para un joven era irse al ejercito en Beijing, y para una joven, muchas veces, no había esperanza. Una realidad común a las sociedades obsesionadas con el crecimiento material, independientemente de su orientación política: la alienación de lo humano, en pro del desarrollo. 

Los espacios por los que se mueven los personajes de la película reflejan el estado de la sociedad y las personas que lo viven, espacios también liminales, edificios abandonados y sin embargo habitados, carreteras por hacer, edificios en proceso de demolición y otros en construcción, un paisaje marcado por obras públicas que nunca terminan, bulldozers y excavadoras en todas las esquinas. Es en estos espacios que los muchachos pasan su tiempo, jugando cartas o billar, fumando y bebiendo. La falta de dirección y la apatía de los personajes hace que sea difícil empatizar con ellos en un principio. Bin Bin, el más entrañable de los protagonistas, empieza a ganarse mi interés y mi empatía a través del cariño sincero que le expresa a Xiao Ji, su amigo, y a su novia, con quien pasa las horas viendo televisión en habitaciones de alquiler, donde la gente iria normalmente a tener sexo. Un cariño que se expresa con deficiencia y dificultad, pero que está presente y que es más valioso precisamente por las carencias emocionales del personaje.

A partir de las relaciones de Guo Bin Bin con Xiao Ji y con su novia, se desarrollan dos conflictos paralelos a lo largo de la película, que a mi parecer, exploran y cuestionan el lugar de la masculinidad (entendida por estos muchachos) y la violencia en una sociedad frágil y cambiante, un poco como lo hacían las películas de vaqueros, pero cuestionando también el propósito y lugar de La Juventud en dicha sociedad. Está por un lado el deterioro y eventual disolución del noviazgo de Guo Bin Bin tras saber que su novia se irá a Beijing a estudiar en la universidad, y  por otro lado el “enamoramiento” de Xiao Ji con Qiao Qiao, otra figura central de la película, una joven cantante y actriz que aspira a superarse, pero tiene de obstáculo su manager y amante, Qiao San, usurero y maleante local que la manipula para su beneficio — básicamente un proxeneta. 

Donde se diferencian Guo Bin Bin y Xiao Ji es en su relación con las mujeres de la película, su nivel de desconexión con la realidad y con qué tanto crecen al tener que enfrentar los conflictos que se les presentan. Guo Bin Bin, habiendo abandonado recientemente un empleo, es confrontado por su madre, que le exige que deje de ser un holgazán y se vaya al ejército en Beijing. A diferencia de Xiao Ji, Bin Bin tiene una protección de la desolación total en su novia, que de cierta manera lo ancla y le da un sentido a sus días más concreto que el de su amigo, pero esta seguridad se ve afectada tras saber que ella pronto se irá a Beijing a estudiar.

Esto hace a Bin Bin reconsiderar el estado de su vida y decide enrolarse en el ejército e ir también a Beijing, con la esperanza, me parece, de permanecer cerca de su novia. Este dilema se desarrolla a la vez que Bin Bin acompaña a Xiao Ji día tras día en sus intentos de llamar la atención de Qiao Qiao, enfrentándose a su novio Qiao San, sin consciencia del peligro al que se expone, haciendo él también de macho y bravucón, pero sin saber realmente cómo acercarse a ella.  Es a través de Guo Bin Bin, que evidencia a su amigo como el muchacho que es y no el hombre rudo que pretende ser, que empezamos tanto ella como nosotros, el espectador, a conectar y empatizar con Xiao Ji, que eventualmente se vuelve una especie de escape para Qiao Qiao ya que a pesar de también desearla y objetificarla lo hace con relativa inocencia en comparación con el resto de los hombres de su vida. Y ella, al ser mayor y ser más experimentada, se siente en control en la relación de poder entre los dos.

Qiao Qiao, no sólo es una mujer, sino que es una joven artista. Ella como mujer es abusada y humillada a lo largo del film, pero también las expresiones artísticas, los elementos culturales y tradicionales chinos, son utilizados en la película para formas bajas de entretenimiento. Los trajes e historias tradicionales se vuelven parte de actos de burdel, o campañas publicitarias de licores baratos, efectivamente humillándolos como a ella. Su feminidad es un disfraz para exhibir, sin importancia más allá de la superficie para los que la observan, así como lo son los elementos culturales de la sociedad. Esta desensitización y manera superficial de experimentar el mundo es mostrada con reiteración en la película. La televisión, y el resto de los medios de comunicación en el film nos muestran un mundo en el que la violencia está completamente normalizada, e incluso glorificada por personas que han crecido viéndola a diario en las noticias y mostrada como actos heroicos en las películas, como el mismo Xiao Ji que sueña con poder asaltar un banco o un restaurant como vio en Pulp Fiction, y tras ver el interrogatorio y humillación pública de un delincuente en la televisión sólo se le ocurre decir “¿No crees que es genial?”. Los medios nos muestran esta violencia como una parte natural de la sociedad, protestas, ataques terroristas, brutalidad policial, a la que la gente ya no reacciona, y la ficción retrata esta violencia como la manera de luchar, de autoafirmarse en una sociedad que nos decepciona. 

Para Xiao Ji, poder ejercer esta violencia es la libertad, ser el bully es ser El Hombre, y la única manera de empoderarse en el mundo que lo tiene tan decepcionado. De los dos amigos, él es el más desconectado del mundo real, capaz de decir  “¿Qué sentido tiene vivir después de los 30?”. Guo Bin Bin cambia de manera distinta frente a sus dilemas. 

Escuché decir que la masculinidad no es necesariamente el opuesto de lo femenino, pero sí de lo pueril, de las peores características de lo infantil. Frente a su crisis, Guo Bin Bin encarna esta idea, crece y se aleja de ser simplemente un muchacho a pesar (o precisamente) por lo duro de su situación. Tras aplicar al ejército es rechazado luego del examen médico por resultar positivo a la Hepatitis, una enfermedad venérea que no tenemos indicios de cómo la pudo contraer y parece genuinamente una broma del destino. El doctor le dice “Ten cuidado con las chicas, es muy contagioso”. Sabiendo que no podrá ir a Beijing y pensando que nunca más podrá volver a tocar a su novia, Guo Bin Bin toma dinero prestado y le compra un celular de despedida. Ella le dice “Al menos podrás llamarme en el futuro”, él le responde “No hay ningún maldito futuro”. Guo Bin Bin se niega a besarla o abrazarla, o acercarse siquiera, porque en su ignorancia de su enfermedad tiene miedo de contagiarla. El no le da ninguna explicación, ella se va. 

Acercándonos al final, Guo Bin Bin vende películas en DVD por la calle para saldar su deuda. Xiao Ji, se podría decir que “derrotó al malo del pueblo y se quedó con la chica”, y así mismo la perdió porque nunca fue suya, y en su frustración convence a Guo Bin Bin de asaltar un banco, como en las películas, y así por fin ser libres. Con bombas falsas colgando del cuello, los dos amigos van en motocicleta a un banco. El asalto falla inmediatamente sin pena ni gloria, y Xiao Ji arranca en su motor bajo la lluvia dejando atrás a su amigo que es capturado.

En la segunda escena de esta película, Guo Bin Bin juzga a un hombre que canta con todas sus fuerzas en público. Ahora, en el cuartel de la policía, un oficial lo interroga como lo hacen con los delincuentes en la televisión, y le dice “párate y canta”, La cámara encuadra a nuestro héroe esposado, recostado contra la pared, y en un momento que debería ser humillante, se llena de dignidad. Guo Bin Bin canta, débil y derrotado, pero su voz y la melodía nos dan una extraña esperanza. La cámara espera hasta que termine y en la última palabra espera un segundo más, corta a negro dejándonos con una fuerte y agridulce sensación. Es el final. 

La película está llena de detalles que plano por plano nunca dejan de hablar de las ideas con las que trabaja. En un cohete de fuegos artificiales encuentran un dólar, todos se emocionan, “seguro vale más de mil Yuanes” dice uno de ellos, el dólar valía 6 yuanes en esa época. Una multitud celebra en medio de la calle la selección de Beijing como ciudad sede de los juegos Olímpicos. Guo Bin Bin le pregunta a su mamá sorprendido de dónde sacó una lata de coca-cola, y la lista de detalles significativos continúa. Cabe resaltar que a pesar de ser efectivamente una tragedia, de tratar temas de fuerte crítica política y social y retratar realidades tétricas y oprimentes, la película permanece con un espíritu ligero, fresco y jovial, un coming of age no sólo de unos muchachos, sino el coming of age de una era. La cámara digital con la que fue filmada, su ruido, y su estética, que roza algunas veces lo amateur, complementa perfectamente el universo de la película, e incluso las condiciones en las que tuvieron que filmar — cómo el bajo presupuesto que los obligó a filmar esta obra maestra en 19 días, refleja la realidad que retratan. Pero lo más impresionante es el alma tan extraña pero bella de esta película, que 20 años después, a miles de kilómetros de distancia, sigue siendo relevante, para mí y para muchos otros.

20 años después, desde la República Dominicana, mi generación combate y está enferma de su propio ennui. Nos veo en esta película, nos conozco con nuestros cigarrillos en los parques, conozco los que dicen que no hay que vivir después de los 40. Ninguno tiene que ir al ejército para tener un futuro, pero los poetas van a los call centers, y los médicos a los call centers, y los arquitectos a los call centers, y cada día vivimos más en este mundo limbo, transitorio, incierto, del que sólo nosotros somos los pioneros. Nos movemos más y más hacia el oeste, pero el horizonte no para. El ocaso continúa y nosotros seguimos cabalgando.

A mis compañeros les digo: miren al frente, y no se olviden de cantar.