QUEDARÁN POR ESTABLECERSE LAS REGLAS DE PASO DE UN ESPACIO A OTRO
por Sofía Hansen
“Io son ribelle; non mi piace questo mondo che non porta fantasia”¹
A. Celentano
En medio de un cielo azul oscuro, cerca de la noche, las sombras de unos árboles se cruzan en la imagen. Aparece la figura de la cara de uno de los participantes del rito. Su rostro mira hacia arriba, mientras es iluminado por una luz naranja. Sus expresiones van cambiando hasta llegar a la exageración, adquiriendo la forma de algo así como un grito. Posteriormente, ya de día, todos los integrantes del grupo Haouka (en la ciudad de Accra, Ghana) comienzan un ritual de transformación alrededor de un círculo.
El film Les Maîtres fous de Jean Rouch (1955) muestra la fase de metamorfosis de los miembros Haouka, donde se encarnan, a través de un trance, en figuras de sus propios colonizadores. Cada integrante del grupo se muestra en un estado teatral de representación. Poseídos, imitan y se mofan de los ingleses, interpretando al gobernador, al conductor de la locomotora, el capitán, al ejército británico, a un cabo de guardia, entre otros, generando así como un alarido de extirpación.
La película muta mientras pasa el tiempo, al igual que los participantes del rito, adquiriendo formas cada vez más abstractas, que ocurren dentro de una estructura de carácter liminal²: vemos al inicio los cuerpos dentro de su normalidad, para luego, mantenernos durante la mayor parte de la película en el momento de la transformación, y es sólo en los últimos minutos, donde los personajes vuelven a su estado normal.
Algunos relatos griegos sobre las metamorfosis mitológicas conllevan un antes, unas etapas intermedias y un después en la transformación, sin embargo, muchas de las representaciones en imágenes que se encuentran en relieves y vasijas, se escapan del relato secuencial. Se detienen en lo que ocurre del paso de un estado a otro, sin contemplar los estados anteriores o posteriores. Al igual que estas representaciones griegas, Les Maîtres fous permanece en ese momento del “paso hacia”, alejándose de la narración, para simplemente mostrar, en este caso, el instante de la transmutación. Es en esa detención, en la segunda fase de la liminalidad, donde ocurre la ironía de lo que se representa, y a la vez, surge la ridiculización de los ingleses colonizadores. Es entonces, en ese instante, donde se encuentra el límite de lo que es real y fantástico del rito.
Se puede encontrar un cruce entre el proceso ritual del grupo Haouka y el tratamiento de lo teatral en el film de Glauber Rocha, Deus e o Diabo na Terra do Sol (1968), donde Manoel, la figura de quién transita entre un Dios y un Diablo, tiene el objetivo de ir en búsqueda de aquello que separa el mar de la tierra. Un film donde los versos de un coro cantan relatando la historia de Manoel, y que sólo aparecen entremedio de una escena a otra:
“¿Verdad o imaginación?.
Que estando mal repartido este mundo anda mal.
Que la tierra es del hombre, ni de Dios ni del Diablo,
ni de Dios ni del Diablo”.
La forma de representación de ciertos personajes, los disfraces o pequeños elementos de vestuario que los caracterizan, y el montaje, conforman aquella línea difusa entre lo real y la ficción, y es esa la tierra que habita el ser humano. Se conforma un vínculo entre Les Maîtres fous y Deus e o Diabo na Terra do Sol al compartir una narrativa construida a partir del relato mágico, y que, gracias a esto, ocurren momentos donde surge aquello que está entre la arena y el agua. Esto nos permite la observación de un instante en el tiempo, como las representaciones de las metamorfosis griegas detenidas en un estado intermedio, donde los seres humanos no son completamente, sino una mezcla entre dos figuras.
Bajo esta idea, y utilizando el tiempo como base cinematográfica, estos films ocurren mas allá del relato de alguien o de algo. A la vez, muestran el ritual y el mito, y a través de ellos, los dolores, la historia y las distintas formas de ver el mundo.
En silencio y con una pantalla en negro, se leen las coordenadas de Tauray, Amazonas, Brasil. El silencio pasa a transformarse en una mosca que aletea y que se para en algún lugar. Luego, el sonido de una multitud de bichos irrumpe como en sinfonía. La pantalla sigue en negro, y escuchamos.
Pájaros, viento, grillos, árboles, y un silbido peculiar. Vemos a un hombre con unos audífonos, y pareciera ser que todo lo que suena alrededor nuestro fuese escuchado también por él, en medio de un bosque selvático.
La imagen se va nuevamente a negro, comienza el relato, es ahí, cuando la imagen se pausa, donde las imágenes comienzan a aparecer.
“Le silbábamos,
él observaba pero no veía nada,
él observaba,
observaba pero no veía nada”.
Comienza a contar la voz de un hombre en Curupira, bicho do mato (2018) de Félix Blume.
En esta película, algunos de los habitantes de la zona de Tauray relatan la existencia de La Curupira, un ser que tiene rasgos de humano, pero también adquiere características fantásticas. Un ser mitológico que se encuentra entre los árboles del Amazonas.
Dicen que se trata de alguien que se escucha y se siente, pero que no se ve. Un ser que se lleva consigo a las personas que irrumpen en el bosque, desorientándolos con el rastro de sus pisadas, ya que sus pies van al revés.
La película nos invita a escuchar relatos, y con la pantalla en negro, nos da la libertad de imaginar todo aquello posible, y en este caso, es el sonido lo que nos une.
Oreste Plath describe en relación al mito y la leyenda, que estos retablos⁴ fabulosos poseen no solo la característica de ser explicaciones de causas, o del origen de un fenómeno, sino que también, y quizás históricamente omitido pero fundamental, es que nos permiten entender, -en sus historias fantásticas- disciplinas humanísticas, científicas, expresiones poéticas, formas de interpretación de pensamientos y del ambiente, quehaceres intelectuales, y una forma de ver el entorno de los distintos pueblos. “El hombre mitológico sintió que el mundo vivía⁵”, dice Oreste Plath, “Merece igual respeto la relativa exactitud de un texto mitológico que la exactitud relativa de un texto histórico”.
Si es que en algunas de las representaciones mitológicas griegas se retrataba un sólo momento de la transformación metamórfica, en Les Maîtres fous nos detenemos en un momento del rito, y en Curupira, en un momento del mito, pero el tiempo permanece ahí, corriendo. He aquí la diferencia entre la representación griega y los films, y es aquí donde surge lo contradictorio. El tiempo de las películas avanza para que la imagen permanezca en nuestras memorias.
Como sucede en la película Já me transformei em imagem de Zezinho Yube (2008, del colectivo Vídeo nas Aldeias), donde una cámara de video aparece registrando lo mitológico y los rituales de la gente Hunikui, en Brasil, son los mismos indígenas quienes realizan el proceso de conservación de sus tradiciones a través del cine.
“Esto no es una representación”, dice uno de los hunikuis. “No se graba el que no quiere ser grabado”. En el montaje de esta película regresan aquellas fotografías captadas en el momento del primer contacto entre la comunidad y el hombre blanco, donde el dominio de los últimos recaía en el trabajo forzado de las plantaciones de los árboles del caucho. Los testimonios de algunos y algunas hunikuis revelan un nuevo ritual dentro de sus cotidianidades: la grabación y posterior proyección de aquello que ellos y ellas mismas grabaron y re-significaron para permanecer en el tiempo.
“El mito es el primer ideógrafo y nos es útil; lo necesitamos para conocernos y aprender de él. La mitología, cualquier mitología, es ideográfica y las formas fundamentales de expresión cultural y artística se refieren a ella constantemente. A partir de ahí podremos desarrollar otras cosas, pero este es un paso fundamental. El tropicalismo es surrealismo para los pueblos latinoamericanos.
Hay un surrealismo francés y otro que no es francés. Entre Bretón y Salvador Dalí hay un gran abismo. Y el surrealismo es una cosa latina. Lautréamont era uruguayo y el primer surrealista fue Cervantes. (...) Nuestro surrealismo no es el surrealismo de los sueños pero el de la realidad. El papel histórico del surrealismo en el mundo hispanoamericano oprimido debería ser un instrumento de pensamiento en el camino hacia la liberación anárquica, la única liberación posible. En la actualidad se usa dialécticamente, en un sentido profundamente político, en el camino hacia la iluminación y el malestar.
(...) Cine ideográfico significa lo siguiente: una forma desarrollada y profunda de conciencia y auto-conciencia, vinculada directamente a la construcción de condiciones revolucionarias”.
Glauber Rocha en Tropicalismo, antropologia, mito, ideograma (1969)⁶.
Al igual que desde el ritual de representación del grupo Haouka surge el imaginario político debido a un hecho histórico, la existencia de La Curupira no solo recae en una forma de imaginar el bosque amazónico, sino que, debido al origen de este ser, surge el relato político: La Curupira existe para proteger los bosques de los hábitos destructivos del ser humano, cuentan los habitantes de Tauray. Se enfurece con aquellos que cazan y destruyen por placer, haciéndolos perderse en el bosque. “La Curupira no quiere que deforestemos”, dice la voz de una mujer.
Glauber Rocha, se refiere en el libro On cinema, a los cantos que ocurren entre cada escena que relatan la historia en Deus e o Diabo na Terra do Sol. Los cantantes, que cantan las historias ocurridas en el lugar, a menudo son hombres ciegos, y que, Rocha, al hablar con varias de estas personas, básicamente le mencionaron todos la misma historia, pero cada una integrada en una mezcla de verdad, con pequeños detalles inventados: “La siguiente expresión portuguesa es muy popular en el noreste; los ciegos, en el teatro popular, en el circo y en las ferias, dicen: Te voy a contar una historia, tanto verdadera como imaginada; o más bien, es una verdadera imaginación ".
Tal como las representaciones griegas, nos dejan imaginar la figura anterior y posterior a la transformación, estas obras puestas en relación, nos llaman a conservar y mantener en nuestra memoria otras formas mitológicas de ver el mundo a través de la fantasía, donde el relato se presenta como una resistencia política de los pueblos, a través de una mirada poética y mágica, como un sueño que contiene realidad, y al igual que en los sueños, esa realidad fantástica también tiene esperanza.
—
La película Curupira, bicho do mato (2018) de Félix Blume puede ser vista aquí
La película Já me transformei em imagem (2008) de Zezinho Yube puede ser vista aquí
Películas del colectivo Vídeo nas Aldeias pueden ser vistas aquí
—
¹ Raúl Ruiz. (2000). -. En Poética del cine(8). Santiago, Chile: Sudamericana Chilena.
² La liminalidad referida al límite, a una frontera, cuando no se está ni en un lugar ni en otro. Es estar entre una cosa que se ha ido y otra que está por llegar. El concepto de liminalidad es una noción desarrollada en el libro "Ritos de paso", por Arnold Van Gennep, tomada posteriormente por Victor Turner, y alude al estado de apertura y ambigüedad que caracteriza a la fase intermedia de un tiempo-espacio tripartito (una fase preliminal o previa, una fase intermedia o liminal y otra fase posliminal o posterior). Victor Turner. (1969). El proceso ritual. Nueva York: Adline Publishing Co.
³ Françoise Frontisi-Ducroux. (2003). El hombre-ciervo y la mujer-araña. Figuras griegas de la metamorfosis. Madrid: Abada.
⁴ El retablo del mito, también podría entenderse como el hecho del ritual: Pequeño escenario en que se representaba una acción valiéndose de figurillas o títeres. Tambien Conjunto o colección de figuras pintadas o de talla, que representan en serie una historia o suceso. O quizás, mas cercano a el arte griego Estructura de piedra, madera u otros materiales que cubre el muro situado detrás del altar, compuesta de obras escultóricas o pictóricas con motivos religiosos.
⁵ Oreste Plath. (1973). Geografía del mito y la leyenda chilenos. Santiago, Chile: Nascimiento.
⁶ Glauber Rocha. (2019). On cinema. London. New York: I.B. TAURIS.