EAVESDROPPING A JOSÉ ARROYO


por Julia Scrive-Loyer

Foto de Jaime Guerra

Foto de Jaime Guerra

Julia Scrive-Loyer: Te considero uno de los cinéfilos más encantadores que he conocido. Cuéntanos cómo empezó tu relación con el cine.

José Arroyo: ¡Gracias! Mi relación con el cine empezó a través de la television. Nací en un pueblo pequeño a las afueras de Ávila en España. La televisión apenas llegaba, pero era muy cara y no teníamos una. Los niños se juntaban en las ventanas de los vecinos que sí tenían tele y la veían desde afuera, esperando que alguien los invitara a pasar, cosa que sucedía raras veces. Esas imágenes vistas a medias, sonidos apenas escuchados, eran tan tentadores, y el deseo de acercarse era intenso. Este deseo se cumplía solamente en la sala de cine. El pueblo no tenía una sala como tal. Pero el cura pasaba películas en la iglesia en invierno y en el patio en el verano. Retengo tres imágenes: la más vívida es de una película llamada Marcelino pan y vino (Ladisla Vajda, 1955), donde hay un momento en que Marcelino va a hablar con el ícono de Cristo y de repente la estatua cobra vida y empieza a hablar. La sala entera se quedó sin aliento. El cura siempre pasaba películas muy baratas, décadas después de su estreno. Pero era mágico: las personas comiendo “pipas” con sal, fumando, la luz, la oscuridad, la emoción. Tengo recuerdos vívidos de Tarzan y también de una peli muy mala con Natalie Wood, Penelope, en la que ella era una electrizante y glamorosa cleptómana.

Mi familia se mudó a Montreal, Canadá en 1970, cuando tenía siete años. Ahí empezó una relación distinta con el cine. Era una ciudad bilingüe. Teníamos acceso a todo el cine popular norteamericano – que era tan bueno en los 70’s cuando empecé a ir al cine solo (Altman, Coppola, Lumet, Spielberg, Scorsese) – pero también a toda la cultura cinéfila francesa de la época (y no sólo el cine francés, sino también el cine que la cinefilia francesa apoyaba. Truffaut y Varda, claro, pero también Bertolucci, los Hermanos Taviani, Fassbinder, etc.) En Montral había muchos cines de repertorio, y eso era una experiencia de union entre adolescentes (ver Casablanca, To Have and Have Not, Bringing Up Baby, los clásicos pero también Eraserhead de Lynch, The Element of Crime de Von Trier, y “eventos participatorios” como The Rocky Horror Picture Show). Había también dos cines que se concentraban en el estudio cinematográfico: The Conservatoire, que programaba cosas como un ciclo dedidado a Buñel durante todo un mes, y la Cinémathèque Québécoise, donde se programaba a Sirk, muchas películas de Québec, pero que también se enfocaba en el documental: Michel Brault, Gilles Groulx, etc. También había muchos festivales (Festival des films du monde, Le festival du nouveau cinéma, etc.). Era un momento en el que cine era central. Existen muchos beneficios de crecer en una ciudad colonizada intentando superar su complejo de inferioridad; no es París, no es Nueva York, ni siquiera es Toronto. El rango de lo que se podía ver era simplemente extraordinario para la época.

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Para mí, el cine era una manera de entenderme a mí mismo y al mundo, en un contexto enriquecedor, pero difícil. En mi casa era la cultura campesina de los años 50 (los padres inmigrantes viven muchas veces en un túnel del tiempo); afuera estaba la Norte América de los años 70, hippies, drogas, sexo, política, separatismo quebequense). El cine para mí era un puente entre estas cosas, aunque me tomó un tiempo encontrar mi tribu. Recuerdo tener 14 o 15 años e ir todos los días al Café Méliès, que era a la vez un café y un lugar en el que pasaban pelis avant-garde (Anger, Mekas, los primeros experimentos de Godard), pedía un café, fumaba, ojeaba un libro deseando desesperadamente que alguien viniera a hablarme para poder unirme a sus conversaciones sobre arte, películas, política, sexo. Claro, tenía diez años menos que ellos y nadie se me acercaba, por lo menos no en un inicio.

Debo mencionar también la televisión, que desde el momento en el que llegamos a Montreal hasta que por fin pude ir al cine solo, a los 13 años, fue mi principal fuente de películas. Teníamos televisión en inglés y en francés. Recuerdo un ciclo de pelis de la Warner Brothers, transmitido por la CBC. La primera vez que El Padrino I y II fueron transmitidas juntas como una miniserie fue todo un tema de conversación en el colegio. Me encantaban los musicales de Judy Garland (que eran increíbles) y los de Elvis Presley (que no lo eran. Pero era Elvis, así que qué importa). TVA, el canal comercial francés, mostraba muchas películas clásicas francesas, pero también las películas de Sissi Impératrice con Romy Schneider, que también me encantaban.

J. S. : Además de ser un amante del cine, eres también profesor. ¿Cómo encaras la pedagogía?

J. A. : Me encanta ser profesor, algo en lo que siento que caí por accidente. Comencé siendo periodista. Mi primer objetivo cuando estoy enseñando es hacer que los estudiantes amen las películas en particular y el cine en general. Es algo que parece obvio, pero que no lo es. La academia pone mucho más énfasis hoy en día en una historia de los estudios del cine, e incluso en la filosofía vista a través del cine, más que en el cine en sí. Además de esto, cada generación ama y conversa con aspectos de su propio cine, saliendo rara vez de éste. Ver películas de otras eras, otras culturas, otros países, es más difícil. Y como crecimos con imágenes y sonidos, esperamos que nos sean accesibles al instante. Y si no lo son, tendemos a culpar las películas, cuando no siempre tienen la culpa. La lectura, la escritura, la literatura, se aprende desde que se entra a la escuela, y si tienes suerte, te acompañan para toda la vida. Pero vivimos en un mundo de imágenes y sonidos, uno en el que cine fue central durante un siglo, y se podría decir que lo sigue siendo, porque la televisión, la publicidad, entre otras cosas, beben de ese mismo vocabulario. Sin embargo, a menos que vayas a una escuela de cine, o estudies cine en una Universidad, nunca te enseñan cómo entender o apreciar las películas. Entonces cuando les enseñas a los estudiantes películas de la era silente, películas avant-garde, cualquier cosa a lo que no estén acostumbrados, incluso películas de Hollywood en su época clásica, muchas veces muestran resistencia. Hay que enseñarles maneras de ver y de entender, en plural. Entonces para que los estudiantes amen lo que están viendo, la historia, la crítica, la teoría, la filosofía, etc. son a menudo necesarias.

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Mi método de enseñanza es el siguiente: hago un primer visionado de una película, y los estudiantes viven la experiencia libremente. Luego les doy algo para leer de tarea (historia, contexto, teoría, etc.). Al día siguiente, doy una clase sobre ese aspecto en particular. Luego los estudiantes vuelven a ver la película, pero ahora de forma crítica. ¿Están de acuerdo con lo que leyeron o con lo que les dije? Hacemos entonces un pequeño seminario grupal en el que discutimos la película, la lectura, y donde el centro es un clip de una película, del que hacemos un análisis textual detallado, muchas veces plano por plano.

El cine es muchas cosas. Puede ser estudiado de un punto de vista histórico, sociológico o psicológico. Pero además de esto, es también el arte más completo, y pongo mucho énfasis en lo estético. Y cuando se le da importancia a este aspecto, entonces cosas como la calidad de la copia, la iluminación de la proyección, la calidad del sonido, el tamaño de la pantalla, etc. tienen mucha importancia. Históricamente, cuando las personas iban al cine, no estaban comprando una “cosa”. Pagaban para entrar y salir con la memoria de una experiencia. A menudo, sentían durante la proyección, y pensaban en ella después. Por lo tanto, intento prestar atención tanto a lo que ven mis estudiantes como a cómo lo ven. Mi idea de lo que le pongo a mis estudiantes también ha cambiado con los años. Cuando era más joven, lo que me impulsaba eran las cosas que me entusiasmaban. Ahora, me doy cuenta de que sólo los tengo por un semestre o dos, entonces combino mis entusiasmos con lo que considero son las grandes películas – dándole menos espacio a “basura” interesante – y lo que más les servirá en el futuro, lo que significa muchas veces enseñar películas centrales de cánones particulares. Los intelectuales siempre se rebelan contra algunos cánones. Pero existen, son un hecho. El objetivo es proveer a los estudiantes con el conocimiento de estos cánones (de un punto de vista Anglo-Americano: Hollywood clásico, Cine de autor europeo, Ray, Ozu, Kurosawa, etc.) e instarlos siempre a ver más allá de eso (avant-garde, documental, películas “independientes”, cine experimental, Nuevo Cine Queer, mujeres realizadoras, Cine Latinoamericano, etc.)

Otro elemento de mis clases es hacer que los estudiantes vean más allá de la narrativa y de la historia y vean la – no encuentro la palabra exacta – digamos que poesía. El cine es una forma condensada, un mundo entero, y una historia dentro de ese mundo, construida y expresada en un breve período de tiempo. Las imágenes y los sonidos a menudo adquieren varias funciones a la vez, y a menudo te cuentan algo directo – una puerta se abre -, pero muchas veces son también metáforas o símbolos de otra cosa (la puerta está distorsionada, hay sombras por encima de ella, la vemos desde un ángulo inclinado, etc.). Después de tener esa experiencia, una que en su mejor forma, parece expresar algo perfectamente, de manera tan intensa y precisa, de manera tan hermosa, muchas veces nos cuesta expresar esa experiencia, su significado, con palabras.

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J. S. : Además de ser cinéfilo y profesor eres TAMBIÉN un gran conversador. El hecho que tengas podcasts es por lo tanto algo que me parece natural y delicioso. Cuéntame un poco cómo son estos podcasts y cómo nacieron.

J. A. : Qué lindo. Gracias por decir eso. El podcast principal se llama Eavesdropping at the Movies y creo que fue probablemente idea de Michael Glass. Solíamos ir al cine juntos y luego ir a mi apartamento y hablar sobre lo que habíamos visto. Entonces pensamos que sería divertido grabar esas conversaciones y subirlas. Nunca pensamos realmente que alguien las escucharía, y fue una sorpresa cuando nos dimos cuenta de que sí, y que además nos daban un tan lindo feedback. Las personas lo escuchan manejando, mientras se bañan, mientras friegan.

Había algunas ideas detrás del podcast: Primero, un contexto en el que parece que la crítica se ha convertido en lacayo de la industria. Va más allá de haberse acomodado, ya que a muchos ni siquiera les pagan. Es como una disposición a servir las necesidades de la industria. Entonces hicimos una fórmula en la que hablaríamos de lo que estuviese disponible para nosotros, ya fuera en el cine, en la casa, en dvd, etc. pero sin leer nada al respecto antes de haberlo visto. Hasta ahora hemos intentado ir al cine con el menor conocimiento paratextual posible. Luego no hablamos nada de la peli antes de empezar a grabar, y hablamos sobre ella hasta que no tengamos nada más que decir; una de las cosas que más me gustan de los podcasts es que no hay límite de tiempo. La idea era hacer un recuento honesto, informado e inteligente, pero fiel a nuestra experiencia. No buscamos likes ni patrocinio, para que podamos seguir siendo honestos con nuestra experiencia. Pero tengo que admitir que a veces me frustro cuando las personas dicen cuánto les gusta y sin embargo no lo comparten, porque la idea es generar conversación sobre el cine para cambiarlo: queremos ver más cine, más cine distinto (tipos, géneros, modelos) y encontrar maneras mejores y más profundas de hablar sobre él.

La serie se llama Eavesdropping (escuchando a escondidas) porque cuando era joven e iba al cine muy a menudo solo, intentaba desesperadamente escuchar las conversaciones de las personas a la salida del cine. Había tanto que hablar. ¿Qué pensaban los demás? ¿Pensaban como yo? ¿Tenían información secreta que les permitía entender mejor, o era sólo eso? La serie es una invitación a que las personas escuchen libremente “a escondidas”, y se unan a la conversación online si quieren.

El éxito del podcast significa que ahora somos más conscientes de lo que vemos. Queremos hablar seriamente de los estrenos más populares, pero también queremos llamar la atención sobre el cine de otros lugares, o simplemente distintos tipos de cine que no se discuten tanto normalmente. La idea era tener una conversación continua sobre cine, para contribuir a otra conversación social más amplia sobre el mismo tema, y tal vez con esto cambiar los parámetros de la conversación.

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El Segundo podcast se llama “In Conversation With” y ese soy yo alimentando mi interés sobre el arte. Si alguien escribe un libro que admiro, entonces hablo con ellos sobre eso, para aprender más cosas. También lo he hecho con personas que han creado revistas (tú), drag queens, a quienes considero artistas, exposiciones de arte, escritores, periodistas, académicos. Cualquier cosa que llame mi atención y sobre lo que quiera indagar más y hacer que otras personas conozcan. Tengo la suerte de ser un académico en la Universidad de Warwick, y eso me facilita la entrada. También me he dado cuenta de que el podcast en sí mismo te da acceso a personas. Personas apasionadas con lo que hacen y quieren compartirlo con otros. El podcast es fantástico para esto: no tiene una duración fija. Y cuando lo distribuimos por internet, podemos agregar clips, imágenes, links, etc para que los que tengan curiosidad puedan seguir el podcast viendo o leyendo más acerca del tema.

J. S. : ¿Qué capítulos nos recomendarías de ambos?

J. A. : Voy a tener que recomendar dos de “In Conversation With”, porque son muy distintos. El primero es con Catherine Grant, cuyo trabajo en video-ensayo va desde “fan videos” a la exploración de la forma, lo transnacional, queering, intervenciones de la teoría, la materialización de la crítica y la autoexpresión artística.

El Segundo es con la académica Ginette Vincendeau sobre Jean Gabin: ¿Se le puede culpar a Gabin por Mayo del 68? ¿Cuál es la importancia de que haya sido casteado con actrices mucho más jóvenes que él como Bardot y Danièle Delorme? ¿Qué significa “La France Gabinisée” y “La Gabanisation de la France”?

De Eavesdropping at the Movies recomiendo nuestro podcast número 200 sobre las películas de Luis Ospina que pasaron en MUBI. La idea de que un gay, de mediana edad, hispano-canadiense hable con un joven cinéfilo inglés heterosexual sobre una de las figuras más importantes del cine colombiano, me parece, para mejor y peor, por naturaleza interesante.

J. S. : Última ronda express de preguntas: ¿Con qué director/a y actor/actriz vivos o muertos te gustaría irte de fiesta? No te prometemos nada, pero soñar es barato.

J. A. : Lubitsch, Judy Garland, Marcello Mastrioanni.

J. S. : ¿En qué universo de qué película te gustaría vivir?

J. A. : Funny Face de Stanley Donen

J. S. : Siempre me han encantado tus recomendaciones cinematográficas, y los ciclos de pelis que proponías en la EICTV. ¿Cuáles son las pelis o tipos de peli que más te gusta enseñarle a los futuros cineastas?

Cine negro latinoaméricano, cine queer, musicales de Hollywood (forever!), el cine avant garde desde la pantalla hasta los museos, el cine directo y el cine verité, y… Lubitsch, Lubitsch, Lubitsch!