EN DEFENSA DE LAS PELÍCULAS DE NAVIDAD DE NETFLIX


por Maia Otero

Por Ethel Sands

Por Ethel Sands

Me gusta ver películas de navidad de Netflix. No es que me gusten las películas, es que me gusta verlas. Hay algo sobre el fin de año, el cierre de un ciclo y la incertidumbre del que viene, que me hace querer cobijarme bajo el manto de lo seguro. Las películas de Netflix navideñas nos brindan toda la comodidad de un té de jengibre con demasiada azúcar, o la tía abuela que da el mismo regalo todos los años. Pongo la película y puedo dejar que pase frente a mí, con la certeza de que al final los personajes se enamoran y viven felices por siempre. El final está tan cerrado que no dudo que así será, y no pienso en que la vida continúa más allá de la pantalla.  

Siento que las películas navideñas viven en un mundo paralelo, con actores que parecen sacados de un catálogo de ropa, locaciones que pudieran ser la casita de Santa Claus, y donde la nieve nunca falta. Conocemos toda la historia; la sinopsis no esconde nada del relato. 

Pero lo que más disfruto de estas películas es su honestidad. No buscan ser algo más de lo que nos dan. Saben que son simples, que las vemos porque queremos olvidarnos de la incertidumbre que nos espera y dejarnos llevar por su sencillez casi hipnotizante. Son como cuentos de hadas para adultos, que nos hacen creer por 90 minutos que la magia de la navidad es el amor, la amistad, la familia - y no el consumismo. Es como cuando durante una mala experiencia, intentamos pensar que algún día será un lindo recuerdo. Es el sentimiento de familiaridad nostálgica que nos brinda el hecho de saber que todos los años volveremos a hacer lo mismo en la misma fecha.