UNA CARTA DIRIGIDA A MI ANSIEDAD


por Soledad Araya

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Me he visto prendiendo la televisión para esperar el conteo de los nuevos casos positivos de COVID-19. Escucho a las autoridades dando un discurso donde las palabras como “batalla” o “vencer” se repiten una y otra vez. Quizás, en algún momento, la gente empezará a creer que realmente es una guerra contra un enemigo que no podemos ver — pensarán. Me enojo, apago la televisión. Sigo preocupada, leyendo casos en redes sociales, planeando una lista de pasos a seguir si me dicen que mis padres están contagiados. Pienso en la posibilidad y me da un terror paralizante. 

Sucesos grandes e incontrolables nos van definiendo. Tengo una personalidad obsesiva, así que para los eventos de características mundiales y/o nacionales suelo quedarme despierta hasta muy tarde absorbiendo toda la información que puedo recopilar. Prensa, redes sociales. Más prensa. Este evento, lamentablemente, no tiene una fecha de término. Trato de mantenerme informada, pero la incompetencia del gobierno me genera una ansiedad abrumadora con la que no puedo lidiar por días seguidos. Pienso en las consecuencias, en mis padres, y terror, terror, terror.

Vi Arrival (2016) tratando de buscar un poco de compañía. Necesitaba ver a personas enfrentándose a un evento de dimensiones astronómicas, con un gobierno de enfoque armamentista que busca destacarse por sobre otras naciones. Ser el primero en descifrar el secreto de su llegada. Ser el primero en tomar acción. Louise Banks (Amy Adams), profesora de lingüística, es útil hasta que ya no lo es. Para el gobierno, su asesoramiento termina en el momento en el que se ven un paso atrás de China en la conquista de la verdad. Para Louise Banks, el enfoque beligerante es un error, pero sin los medios, enfrentarse a las autoridades es imposible.

Pero Louise Banks posee una herramienta.

Louise Banks, en la búsqueda de dar respuesta a las interrogantes del gobierno, logra aprender el idioma de los heptápodos -los visitantes. Pero también sufre otro tipo de cambios que, en un comienzo, no logra entender. Primero, ve a una niña pequeña. Su sonrisa, su cara, sus manos. Lugares confusos o abstractos. Sin intentar comprender quién es esa niña, Louise sigue viéndola en diferentes momentos de su desarrollo. Luego, es posible dialogar con ella. Las rodean espacios conocidos para Louise. Su hogar. Intentando darle un sentido a lo que le sucede, Louise muestra su desesperación frente a Costello, quién le explica qué es lo que sucede. 

Louise sees the future

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La última pieza del puzzle cae y Louise lo entiende. 

Los heptápodos ven el tiempo de una manera distinta a los humanos. Ellos pueden ver toda su existencia, de principio a fin. Eso significa, en otras palabras, ver el futuro. Pero no es sólo verlo, sino estar viviendo simultáneamente esa realidad. Louise es capaz de responder la pregunta de su hija con información que obtiene en “el presente”. De la misma manera, accede al momento específico donde el General Chang (Tzi Ma) le entrega su número privado y le recita las últimas palabras de su esposa antes de morir. Información que será utilizada para detener el ataque armamentista en contra de los heptápodos.

Con esta nueva herramienta, Louise sabe que seguirá trabajando como profesora de lingüística, esta vez enseñando el idioma de los heptápodos. Sabe que escribirá un libro sobre eso, “El lenguaje universal”. Louise sabe que su compañero de misión, Ian Donnelly (Jeremy Renner) se convertirá en su esposo y en el padre de su hija, Hannah. Sabe que Ian se irá de su lado, y unos años después, Hannah también lo hará. 

Hannah morirá tempranamente a causa de una enfermedad incurable.

Las naves de los heptápodos abandonan la tierra después de dejar un regalo. Un avance tecnológico, una herramienta, un arma. Cuando se van, la historia de Hannah empieza, relata Louise. Ella, al igual que los heptápodos, tiene en sus manos todas las cápsulas que conforman su vida: la primera vez que sostiene a Hannah, el sonido de su risa, sus gritos de adolescente, su último suspiro antes de morir. Está junto a Ian y, por un momento, ella se detiene a pensar en el dolor. Le pregunta a Ian “Si pudieras ver tu vida completa de principio a fin, ¿cambiarías algo?”. 

La pregunta queda sin una respuesta clara. Ella lo observa y sabe que la decisión ya está tomada. Louise entiende que el futuro ya está escrito y no tiene posibilidad de cambiar su destino, aun así, es en ese momento que ella lo abraza. Ella sabe que sufrirá, pero también que será extremadamente feliz al lado de las dos personas que la acompañarán. Louise escogerá conocer a Hannah, independiente del dolor.

“Despite knowing the journey and where it leads, I embrace it and I welcome every moment of it.”

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En un principio, quería dividir este texto en dos secciones, una hablaría sobre la política y otra sobre las relaciones humanas en Arrival. Pero el peso de Arrival no está en las líneas políticas que intenta trazar, como tampoco en el ataque que planean unos militares saturados con teorías conspirativas. Arrival es un viaje sumamente personal de una persona que tiene que lidiar con el dolor de la pérdida de su hija incluso antes de tenerla.

Siempre he tenido presente que los humanos somos seres frágiles. En momentos como el actual, la vulnerabilidad que compartimos como sociedad se expone aun más. No sólo es la enfermedad. La pobreza que algunos habían decidido ignorar toma protagonismo cuando hay movilizaciones por el hambre. Por otro lado, la estupidez de los grupos con recursos, quienes deciden ignorar todas las medidas gubernamentales para pasar un fin de semana en la playa, con familia y amigos. Esos que se sienten intocables, pero no lo son.

Mis padres ya están viejos y afectados por enfermedades. Viven en una comuna pequeña, con escaso acceso a una salud de calidad. Trato de pensar que tienen pocas probabilidades de enfermarse, aunque la enfermedad ya haya llegado hasta allá. Desde que tengo memoria mi papá me ha dicho que él se puede morir en cualquier momento. No como una enseñanza trágica o como una forma de reprenderme, sino como un hecho. Yo lo entiendo. Incluso entiendo que existe la posibilidad de que yo muera antes que ellos, pero eso no disminuye mi preocupación por ellos o el terror que me da perderlos en el contexto actual.

Hace un tiempo, un amigo me preguntó qué era lo que más extrañaba del Chile sin cuarentena, y eran situaciones simples, pero que me llenaban de alegría. Las conversaciones largas tras ver una película. Estar sentada en el piso frente a un calefactor tomando chocolate caliente, riendo. Ir a la playa con mi grupo de amigos de la enseñanza media. Abrigarse cuando se pone el sol y sacar el termo con agua caliente. Almorzar con mis padres, una tradición imposible de romper cuando voy a visitarlos. Es complejo pensar en esto y no saber cuándo los volveré a ver, pero trato de enfocarme en los recuerdos que ya tengo con ellos. 

El futuro no puede ser tan distinto. 

Y si lo es, habrá otros recuerdos y más momentos de felicidad. Quizás también frustración, tristeza y soledad. Pero sabré que, al final, no estaré sola.

Actualmente, sigo preocupada y probablemente es una situación que no podré cambiar. Pero tomé todas estas pequeñas burbujas de felicidad y trato de imitarlas a esta nueva normalidad, como la han llamado las autoridades. Incluso he logrado reconectarme con mis hermanos y con amistades que se habían visto dañadas por la distancia. No conozco las fechas de término de las relaciones que he creado hasta ahora. No sé, tampoco, si están destinadas a perecer naturalmente o por decisiones personales de quienes las integran. Aun así, como Louise, no pienso abstenerme de sentir por el miedo a perderlas.

Soledad ArayaComment