UNA CARTA DE AMOR A MAIGRET


por Julia Scrive-Loyer

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Dije en un texto anterior que siempre soñé con ser detective, y por más que todos soñemos con ser por lo menos un décimo de Sherlock Holmes, Jules Maigret es realmente el detective que podríamos llegar a ser, si tenemos la dicha de sentirnos parte del género humano. Hace poco vi los cuatro episodios de la adaptación británica de las novelas de Simenon, protagonizada por Rowan Atkinson, y quedé fascinada y profundamente conmovida. Quise inscribir este texto en el tema de la libertad, porque me pregunto si Maigret alguna vez podrá liberarse emocionalmente de los casos de su carrera, incluyendo — y quizás sobre todo — de los que logró resolver.

Me centraré esencialmente en la adaptación británica, más que en los libros, pero tocaré igual aspectos del personaje planteados en el canon de Simenon. En mi defensa, Simenon escribió 75 novelas y 28 cuentos con el personaje de Maigret. Les dejo un segundo para que reciban con calma la información que les acabo de dar — yo también necesité un tiempito y me pregunté qué estaba haciendo yo con mi vida. Sólo he leído una novela de esas 75, así que en cuanto al canon me basaré sobre todo en la investigación que hice.

En cuanto a los Maigret que Simenon llegó a ver en pantalla, su favorito fue Michel Simon, pero el de Gabin lo marcó profundamente, diciendo incluso que después no pudo imaginarse a Maigret de otra forma. No he visto las pelis con Gabin, pero creo que me costaría mucho sacar de mi imaginario al Maigret de Atkinson. Y esto está lejos de ser evidente para alguien como Rowan Atkinson, a quien es prácticamente imposible separar de Mr. Bean, que le regaló a muchas de nuestras infancias la magia de la comedia física del cine mudo. Aunque Atkinson participó en muchos otros sketches en los que sí hablaba, todavía puede ser extraño para muchos escuchar su voz. Cuando me dispuse a ver esta rendición de Maigret, el hecho de que fuera interpretado por Atkinson, lejos de ser un obstáculo, era casi lo que me empujaba a verla. Maigret es un personaje callado y con un tempo sumamente pausado que se aleja del tempo habitual de la fisicalidad cómica de Atkinson — y de su verborrea característica en los sketches en los que sí habla. Sin embargo, más allá de su delicado trabajo actoral, hay algo en el rostro de Atkinson — en su mirada — que para mí, lo ata inevitablemente al personaje.

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Para demostrar lo que quiero demostrar en este texto no me queda de otra que desarrollar una comparación entre Jules Maigret y Sherlock Holmes. Tengo que advertir que los admiro a ambos aunque sean muy distintos, y que para nada estoy defendiendo a uno más que a otro. De hecho, cuando leemos o cuando vemos películas y series, nos es fácil admirar más fácilmente a personajes como Holmes: aquellos que logran delimitar una línea clara entre la razón y el corazón para lograr ser eficientes. Es fácil admirarlos porque la distancia entre uno y ellos es a menudo más grande, se acercan más a la ficción y a la propaganda de un ideal capitalista. Y esto es otro punto a notar: en muchas de las series que he visto — excepto en Seinfeld, claro, que sigue siendo hoy en día la anti-serie a la que todos deberíamos aspirar —, se celebra y se incita, de manera bastante directa pero a la vez sutil, la eficiencia. Esto no lo digo en vano: tanto Holmes y Maigret cumplen con estos requisitos, sin embargo ambos desde lugares sumamente distintos. Sherlock Holmes es un freelancer. Pero al contrario de un freelancer, no parece hacer lo que hace por dinero — aunque cobre —, sino porque le fascina. Esto se manifiesta en que puede descartar fácilmente cualquier caso que no le interese, sin importar cuánto podría cobrar. Holmes necesita que haya un crimen para no aburrirse. Resolver un caso lo satisface personalmente porque es una manera de demostrarse a sí mismo y demostrarle a los otros lo que es capaz de hacer. En resumen, si alguien comete un crimen, le está haciendo un favor a Sherlock Holmes, no para subsistencia económica, sino para su subsistencia intelectual.

Por otro lado, Jules Maigret trabaja en la comisaría. Resolver casos no sólo depende de él, es lo que la gente espera de él. Tiene entonces, por un lado, la obligación de hacer su trabajo. Obviamente no estaría en ese campo laboral si no tuviera la vocación para hacerlo, y no tuviera ese cargo si no tuviera el talento para hacerlo bien. Maigret es alguien que, como todo el que tiene vocación para lo que ejerce, trabaja incansablemente. Sin embargo, cuando se comete un crimen, a Maigret realmente le duele, y entonces no sólo tiene la obligación de hacer su trabajo, sino la necesidad emocional de terminarlo. Su motor es la empatía — tanto a la hora de resolver sus casos, como a la hora de relacionarse en general con los que lo rodean. Así, el ritmo de trabajo de Maigret es radicalmente distinto al de Holmes, incluso cuando tienen los mismos resultados. Donde Holmes se llena de repente de vida y parece estar seguro de lo que está haciendo, Maigret tiene a menudo tiempos muertos, en los que parecería que no tiene idea de qué camino seguir — y de hecho a veces no lo sabe —, y en los que expone abiertamente sus dudas. Maigret no le tiene miedo a ser humano, porque sabe que eso es lo que lo hace ser bueno en su trabajo. Para Holmes, ser humano es un obstáculo para la investigación. Tomemos por ejemplo la relación de ambos con la comida: cuando está en el medio de un caso, Holmes prefiere no comer para mantener todos los sentidos en alerta. Maigret se caracteriza por ser buena cuchara — aunque pueda saltarse la comida en caso de emergencia.

Esta humanidad le permite a Maigret estar abierto a lo que otros puedan decirle o iluminarle. No tanto como Holmes que escucha y racionaliza a su manera — no importa tanto a veces lo que digan sino cómo lo digan, o quién lo diga —, para acercarse a la solución; Maigret le puede preguntar abiertamente a su esposa lo que piensa de un caso, tal vez para confirmar lo que ya intuye, o genuinamente para tener otra mirada. Mientras que las preguntas de Holmes muchas veces sirven para “humillar” o para contrastar su inteligencia con la “normalidad” de los demás. De ahí que los que puedan estar enfadados con Holmes no lo estén tanto por su habilidad para resolver un caso, sino por su arrogancia. Los que se enfaden con Maigret será por todo lo contrario: por no tener todas las respuestas, por errar — y errar, como todos sabemos, es humano. Para Holmes, errar es un fallo de su sistema intelectual, y un fallo a su ego — para Maigret, errar es un fallo a la víctima y a la familia de las víctimas. Siguiendo en esta línea de sus relaciones, la construcción de lazos afectivos en ambos personajes ya establece una diferencia clara: Maigret es un hombre casado que vive con su esposa Louise, con quien tiene una relación sumamente cercana y cariñosa. Holmes, por otro lado, vive con Watson. Que yo sea de las que piense que Holmes y Watson tienen una relación romántica no viene al caso, lo importante es que para Holmes, Watson es un testigo — literalmente, ya que el doctor es quien escribe sus historias. La presencia de Watson parece, en un principio, más que un cómplice, una muleta para su ego. Holmes podría seguir resolviendo crímenes sin él, tranquilamente, como lo ha hecho gran parte de su vida¹. Maigret quizás pueda seguir resolviendo casos solo, claro, pero el soporte emocional y la estabilidad que le provee su entorno familiar es fundamental para poder seguir existiendo lo más sanamente posible.

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En cuanto a sus técnicas de investigación: Sherlock piensa y racionaliza — Maigret siente e intuye, asegurando incluso en muchas ocasiones que él “no piensa”. Ambos son por supuesto admirables en su estudio del ser humano. Holmes hace un trabajo de afuera hacia adentro: las huellas de un zapato, las cenizas de un cigarrillo, las palabras talladas con una uña en específico a una altura específica de la pared, lo ayudan a entender a quién se está buscando y quién era la víctima. Maigret hace un trabajo de adentro hacia afuera: quién murió, por qué mata quien mató, para entonces realmente entender lo que los rodea a ambos, víctima y victimario, y llegar eventualmente al quién mató.

Voy a pasar ya a mi último punto, intentando responder a la pregunta que me hice al inicio del texto: ¿Puede Maigret liberarse de los casos a los que ha tenido que enfrentarse? Pensemos en todo lo que hemos dicho con respecto a Holmes. Para él resolver crímenes es algo entre un deporte, una adicción y un hobby. Por lo menos en la base del canon, el factor humano y la posibilidad de salvar futuras vidas o traer un sentido de cierre a la familia de las víctimas no tiene más que un segundo lugar después de la satisfacción personal de haber resuelto el acertijo. De ahí que las aventuras de Sherlock Holmes sean a menudo complejas y ricas — hay que ser tan inteligente como Holmes para poder resolver el enigma. Eso es lo que hace que Sherlock Holmes sea Sherlock Holmes, y eso es exactamente lo que queremos cuando leemos a Conan Doyle o cuando vemos cualquiera de las adaptaciones que se han llevado al cine o a la televisión². No estamos supuestos a empatizar con Holmes. Watson es nuestro representante en el papel o en la pantalla, y nuestro rol hacia Holmes es el suyo: ser testigos, admirarlo, desde nuestra condición de simples mortales.

Ahora pensemos en Maigret. Como comisario de policía, resolver crímenes está lejos de ser un deporte o un hobby, aunque sí sea una vocación. Resolver crímenes es ante todo su trabajo — un trabajo que responde no solamente al Estado de Francia sino por lo tanto al resto de los ciudadanos. Esto ya lo pone en un setting sumamente distinto al de Sherlock Holmes, y le añade una presión externa. Sin embargo esta presión externa no es nada sin la presión interna que Simenon le agregó al personaje. El factor humano de su oficio sí viene primero en el caso de Maigret, y esto es inevitable para él, no sólo por su trabajo, sino porque vimos que su propia humanidad y la humanidad de las víctimas y de los victimarios, son esenciales para lograr hacer ese trabajo, aunque también hagan su trabajo más difícil y más lento, y aunque hagan, también, que se lamente de que su trabajo exista. Sherlock Holmes no puede vivir sin investigar, porque investigando es su única manera de hacerse útil, y tal vez de ganar algunos puntos de humanidad. Maigret sin embargo sí podría vivir sin investigar, y posiblemente lo preferiría — aunque no sus lectores³ —, porque él es primero humano, y luego detective. Maigret es por lo tanto incapaz de salir indemne de uno de sus casos: si no los resuelve, le queda la culpa — y si los resuelve, le queda, inevitablemente, el peso de lo sucedido.

En conclusión, da la impresión de que destruí a Sherlock Holmes. No era mi intención — lo amo profundamente. Sin embargo, en un mundo de sociópatas fríos y eficientes, sí creo que habría que darse la oportunidad de ser un poco Maigret. Habría que aspirar a hacer nuestro trabajo porque nos importa los que están del otro lado, y saber que hay espacio para la duda y, aunque nos duela, para el error.


¹ No quiero adentrarme mucho en la relación entre Holmes y Watson en este texto. Esa es una historia para otra ocasión — una historia que tengo muchas ganas de contar en un texto futuro.

² Aunque mi adaptación favorita, Sherlock de la BBC, se encargue de trabajar también las capas emocionales del personaje. Pero a esto digo lo mismo que dije en la nota de pie anterior.

³ Simenon intentó jubilarlo y la gente pidió más, entonces tuvo que sacarlo de la jubilación.

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