NOTAS PARA APRENDER A VER PELÍCULAS EN MEDIO DEL CAOS
por Maia Otero
En el 2014 empecé a recopilar una lista de las películas que veía en mi teléfono, inspirada por mi amiga Mónica (que me ayudó a reconstruir mi lista a mediados de mayo cuando la perdí por accidente). Desde entonces mantengo la lista en un “cuaderno de listas”, una libreta Muji que, como su nombre lo indica, es sólo para listas. Si esto les parece un poco extremo les comento que en el cuaderno de listas sólo escribía con lápiz de carbón, así como sólo uso pluma para escribir mis borradores (en el cuaderno de borradores).
Con la lista podía saber cuántas películas había acumulado en el año, cuales había visto y podía recomendar o recordar. Un aspecto que no me esperaba de la lista era poder asociar cada película apuntada con el momento en que la vi. La número 38, en el 2016, la vi con una amiga, sentadas en la primera fila a la derecha porque la sala estaba llena, y cuando salimos aún era de día, lo que exacerbó la adrenalina que nos había provocado la acción de la película. Un año antes vi, en ese mismo cine, la 138, cuando aún no conocía a nadie en ese país. Salí de la sala desalentada por esa película alemana independiente y cínica, y el sol me golpeó casi tan duro como la realidad retratada en la cinta. Con la lista, las películas me acompañan de manera tangible. Las voy coleccionando como si fueran postales de jugadores de baseball, o, más cercano a mí, como las postales de aves endémicas que sacudieron el país en el 2009.
Dentro de las listas, veo una evolución muy fuerte. Las listas fueron creciendo en volumen, y las películas cambiando. Son listas frías, sí, un simple número seguido de un guión y un título. Pero de una forma son un acompañamiento de mi educación, la propia y la formal, y muestran una evolución en mi persona. Son las marcas de mi estatura en la pared. Gran parte de mi persona se ve tan reflejada en estas listas, que ahora mismo no reconozco mi reflejo porque no puedo ver películas - esto quiere decir que en el último mes he visto cuatro comedias románticas.
Intento reflexionar sobre los factores que me han hecho congelarme ante la idea de darle play a una película. En la escuela había una sala, funcionamos juntas. Tenía todas las cualidades y mañas que una sala de cine debía tener para sentirse especial. En la casa, tendría que ver las películas en medio del movimiento y la luz que se refleja en la pantalla. ¿O tiene que ver con la manera en la que una escuela de cine te hace ver el cine? Se ha instalado en mi cabeza la idea de que hay una manera de ver las películas “bien” y una “mal”, y me da miedo no poder cumplirla.
Lo único que me queda es analizarme y ver cómo ha cambiado mi mentalidad frente al acto de ver una película, y aprender nuevamente. Despojarme del factor capitalista que ve el cine como un producto que me tiene que dar algo a cambio de mi tiempo. El cine no me debe nada, ni me tiene que enseñar, o hacerme pensar. Si el cine hace eso, es por la manera en que lo recibo, no porque ese sea su fin. Hoy tengo que encontrar dentro del yo que ha cambiado en los últimos años lo que me apasiona del cine, que no era lo mismo en el 2014, ni será lo mismo en seis años más.
O tal vez es verano y hace mucho calor, las salas de cine están cerradas, y me pasmo sólo de pensar en sentarme 90 minutos.
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