IMAGES

Largometraje | 1972 | Dirigido por Robert Altman
Artículo escrito por Julia Scrive-Loyer

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El título de la colección “En Foco” de este mes deja claro lo que Altman siempre ha sido para mí: multitudes. Nashville siempre ha estado dentro de mis películas favoritas desde que la vi, y lo que siempre me ha fascinado en ella es la maestría en la que Altman logra manejar con soltura y coherencia tantas historias de vida a la vez. Sin embargo Images, aunque mucho más pequeña en cuanto a casting, es también una película de multitudes. Un retrato tan exquisito como perturbador de la esquizofrenia progresiva de una mujer que lidia con la manifestación física de sus fantasmas y de sus múltiples personalidades.

Esta fue la primera película que vi de Altman, un domingo soleado de mi adolescencia en la escuela de cine de Cuba (EICTV), en la que mi muy querido maestro Jorge Yglesias programaba películas para los más empedernidos. Ninguna imagen, ningún momento, ninguna sensación escapó nunca de mi memoria. La volví a ver dos veces más después de esto, y el miedo que sentía ante la tragedia inminente era tan tangible como los fantasmas a los que se enfrenta Cathryn, el personaje principal de la pieza. Hay algo perturbador en ver películas de personas en un descenso vertiginoso hacia la locura. Sin embargo a medida que he ido creciendo y mutando, me he dado cuenta de que todos cargamos con diferentes “yo” de las diferentes eras de nuestra vida, y que hay que saber quererlos para poder cohabitar en el presente. Digo esto y suena a libro de autoayuda, pero me parece fundamental pensar en esto para ver esta película. Además de la esquizofrenia evidente del personaje, la manera de lidiar con estos fantasmas se vuelve tan escalofriante para Cathryn porque son imágenes de ella que la repelen, que la humillan, que la desencajan.

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Cathryn es una escritora de libros para niños, actualmente en pleno proceso creativo. Su esposo Hugh, a quien le encanta hacer chistes tontos, parece vivir en otro plano de realidad, asumiendo con cierta ligereza las evidentes dolencias psicológicas de su esposa. Tras una crisis de ella en la que una mujer la llama por teléfono diciéndole con voz burlona que su esposo la engaña con otra, Hugh decide que ambos se retiren unos días a la casa de infancia de Cathryn, en un campo irlandés. Sin embargo, el remolino de locura sólo se intensifica, con Cathryn teniendo que lidiar con el fantasma de un antiguo amante francés muerto hace tres años, y la presencia real de Marcel, un amigo de Hugh con quien ella también tuvo algo en el pasado. Marcel visita con su hija, Susannah, una chica de 12 años que crea una estrecha relación con Cathryn. Sin nunca tener claro quién es real y quién no, Cathryn destruye uno a uno sus fantasmas, incluyendo a un desdoblamiento de ella misma. Sin embargo, la realidad y las imágenes mentales se confunden tanto en el espectador como en ella, terminando todo en una tragedia inminente y perturbadora.

Si les cuento la trama por encima, es porque sería cruel contarles con exactitud todo lo que sucede. El viaje casi dantesco que nos regala Altman tiene que ser descubierto junto con la pieza, y contarlo con palabras no haría más que superficializar lo que sucede. Mi aversión a Roger Ebert resurge de vez en cuando, y este es uno de estos casos. Leyendo su crítica del año 1974, me di cuenta de lo fácil que es ridiculizar esta película abaratándola con palabras. Según él, Images es una gran película a nivel técnico, pero está totalmente vacía a nivel emocional. No podría estar menos de acuerdo. Justamente lo que convierte esta obra en una gran película es su coherencia a ambos niveles. La técnica es evidentemente exquisita; la fotografía de Vilmos Zsigmond es brillante, el soundtrack compartido por John Williams y Stomu Yamashta es tan delicioso como escalofriante, así como lo son los momentos de profundo silencio. Todo lo que se ve y se escucha está al servicio de la narración, nada es capricho. Los juegos de espejo superan la trama y se permean en cada esquina del plano. Todo esto no hace más que acentuar la tragedia emocional, el sentimiento perturbador de estar perdiendo el contacto con la realidad y con la consciencia del “yo” único e indivisible. No conectar emocionalmente con esta película es carecer absolutamente de empatía, cosa común en Roger Ebert, y que me excusen sus fieles seguidores.

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Robert Altman, a quienes algunos pueden acusar de caótico, nos ofrece aquí una excelente exploración de género. Hablo aquí de género cinematográfico, aunque quiero aprovechar para hablar también de “género” en el otro sentido de la palabra. Ha sido común a lo largo de la historia del cine la exploración de la locura femenina, y de hecho Images bebe de referentes muy específicos en este sentido: películas como Repulsión de Polanski y Persona de Bergman. Sin embargo se habla poco de la exploración que hicieron estos cineastas de la locura en personajes masculinos, como Secret Honor de Altman (de la que hablaremos posteriormente) y The Tenant de Polanski, dos películas que me dejaron con una sensación igual de vertiginosa, con la que tuve que lidiar durante días tras haberlas visto.

Pero volvamos al género cinematográfico. Images se categoriza tanto como película de terror como psicodrama. Soy de la opinión que en el fondo no habría por qué elegir entre uno u otro; no hay nada más aterrador que el poder de nuestra mente, esté uno en su sano juicio o no. A nivel de lenguaje cinematográfico, esto es evidentemente una película de terror, extremadamente setentera en el mejor de los sentidos (no existe otro sentido cuando uno se refiere al cine de la década dorada), con sus zoom ins radicales, sus silencios escalofriantes y sus secuencias de montaje vertiginosas donde el espectador se da cuenta de repente que no tiene dónde caer parado.

Altman llevó el juego de espejos a sus límites más radicales, jugando incluso con el nombre del casting y de los personajes. Susannah York que hace el personaje principal, se llama Cathryn como Cathryn Harrison que hace el papel de Susannah la hija de Marcel. Los personajes masculinos todos tienen los nombres intercambiados con sus nombres reales. Asimismo, el libro que está escribiendo Cathryn en la película es un libro escrito por Susannah York, y recitado hermosamente por ella a lo largo del filme, a modo de soundtrack. La voz con la que lo lee, y su actitud al escribir acentúa la sensación de palacio mental donde ella puede refugiarse en sus momentos más inestables. Como si de alguna manera la misma actriz debiera refugiarse en sus creaciones propias durante la película.

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Volviendo a ver Nashville, me quedé con preguntas sobre la cantidad de improvisación durante las escenas, el manejo de todos los extras, los momentos casi documental presentes en la cinta. Sin embargo nunca imaginé que una película como Images fuera en su mayoría improvisada. Obviamente no es una improvisación a nivel técnico, no es una cámara que busca los momentos junto con los personajes. El diseño sonoro es extremadamente limpio y minucioso (la locación también ayuda). Y aunque Chuck Bowen escribió para Slant Magazine que la película parece “poco sólida” a nivel de trama, me parece que al contrario la historia se cuenta perfectamente de una manera sorprendentemente limpia para ser el retrato de una mente tan confusa. La crítica de Bowen me pareció muy interesante en general, pero el momento particular de sentir que la película no “trata” de mucho, es ligeramente exagerado. Me sorprende la cantidad de personas que admiran la película a nivel técnico pero no logran empatizar con el personaje a un nivel emocional. Pero bueno, no quiero repetirme.

Otra cosa que me llamó la atención es algo que no he leído en los textos que encontré sobre la película, entonces no estoy segura si estoy equivocada. Sentí mientras veía la peli esta última vez que había muchas referencias interesantes a Hitchcock. Me llamaron la atención sobre todo algunos planos en picado del pelo rubio de Susannah York, verla conduciendo su carro como Janet Leigh, sobre todo cuando vuelve de la estación después de dejar a su esposo. Pensé también en la sonrisa de Norman Bates cuando una parte de la mente asume lo que la otra aún no ha asumido. La escena de la ducha tiene casi el mismo tempo que en Psycho. Y más cosas que se han ido borrando y que ahora que son las dos y media de la mañana y todo está oscuro me da miedo recordar.

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Al parecer la cinta desapareció por completo tras su estreno y ruta por festivales. Su recorrido fue corto tanto en cines de los Estados Unidos como en el Reino Unido. Tiempo después (mucho tiempo), se rescató el negativo en Columbia Pictures y se sacó una copia DVD, y recientemente una copia Blu-Ray que como pueden notar en los fotogramas, se ve bastante decente. Así que celebremos que la película está con nosotros, y veámosla este mes de octubre.

De alguna manera el desdoblarse de uno mismo es un mecanismo de autodefensa. Es una manera de decir, ese no fui yo, fue otra persona la que hizo las cosas que mi cerebro me está haciendo recordar, me está haciendo volver a ver, revivir. Pero en la locura, el desdoblarse y el hablar con uno mismo o con personas que ya no están ahí es también una manera de volver a sentirse un “ser humano” entiéndase “un ser social”, un ser que puede relacionarse con la realidad, que tiene interlocutor, un interlocutor que ella no encuentra en su esposo. Hay una catarsis en el desdoblamiento de Cathryn, lo que pasa es que no se cura con un simple gesto, no importa qué tan fatal sea.

Si quieren seguir leyendo sobre la peli, les recomiendo los siguientes artículos:

Blu-ray Review: Robert Altman’s ImagesJoins the Arrow Academy, Chuck Bowen para Slant Magazine

In Two Minds: Robert Altman's 'Images' Essays the Terrors of Schizophrenia, Imran Khan para Pop Matters

Discover the fragmented horrors of this Robert Altman psychodrama, Anton Bitel para Little White Lies