LOS ROSTROS FRENTE A CÁMARA


A propósito de Daisy Miller (Bogdanovich • 1974)

un texto de Orlando Santos

Una de las facultades del cine estadounidense, más palpable en su denominada época de oro y también en la era irreverente de los setenta, es la relación estrecha que existe entre la literatura y la expresión audiovisual. Específicamente en los setenta era más notoria la curiosidad por adaptar grandes obras literarias o utilizarlas puramente como guía introductoria a la historia que se iba a contar. Por ejemplo, The Getaway (1972) de Sam Peckinpah, basada en la novela de Jim Thompson. En este caso es Peter Bogdanovich quien busca adaptar una obra literaria: Daisy Miller (1878) de Henry James, en donde elige para el papel y rostro principal a su pareja de entonces, Cybill Shepherd, cuya elección ocupó la mayor parte de la opinión sobre la película.

Bogdanovich había probado en películas anteriores que tenía la capacidad de retratar la angustia e incertidumbre del ser humano y también, en ocasiones, sus rasgos más risueños. Con este bagaje, Bogdanovich se encontraba en un territorio familiar con la adaptación de la novela de James, en la que la jovialidad de la protagonista chocaba con el conservadurismo de la época y la posible obsesión por ella de Frederick Winterbourne, personaje interpretado por Barry Brown.

Sin duda, la película depende de que la belleza de la Daisy Miller de Shepherd sea notable, incluso en su particular personalidad parlanchina, entre encantadora y molesta, como una cualidad asfixiante para la atracción de Winterbourne. Pero es la forma en que Bogdanovich retrata a Winterbourne, los cambios de felicidad y angustia que podemos ver en el rostro de Brown y en los espejos de las fiestas, el epítome de la puesta en escena, convirtiendo a Brown en la estrella absoluta de esta película.

Muchos recordarán la escena de expectativa/realidad de 500 Days of Summer (Marc Webb, 2009) en donde vemos, a través de la pantalla dividida en dos, lo que el personaje piensa que va a suceder y lo que realmente sucede; pero es algo realmente extraordinario sentir esa sensación de angustia a través de una sola mirada, la de Winterbourne, cuando Daisy llega a la fiesta y a él sólo le queda observar a una distancia cómo ella se pavonea en la fiesta. Pavoneo que vemos en los espejos, con el rostro de Winterbourne en primer plano. 

La Daisy Miller de Bogdanovich es una película de rostros y de lo que representan. La despreocupación por las convenciones sociales en la Daisy de Shepherd; la jerarquía de esas convenciones sociales conservadoras y europeas en la Sra. Walker de Eileen Brennan; y la curiosidad, felicidad, ansiedad y tristeza en el rostro del Winterbourne de Brown son los principales protagonistas de la película.

Bogdanovich y Shepherd

En un fragmento de una entrevista a Orson Welles que de vez en cuando encuentra su espacio en las redes, el director responde a una pregunta sobre si ha contratado a amigos para trabajar en sus películas y si se arrepiente de ello. Welles responde que lo ha hecho constantemente y que siempre se arrepiente. La pregunta inicial pone de relieve si ha elegido a un amigo en lugar de la persona adecuada para el papel, a lo que responde: con frecuencia. Welles subraya que volvería a hacerlo, porque prefiere cualquier tipo de lealtad en la vida por encima de las artes. 

Hago mención de la entrevista de Welles porque uno de los focos que tuvo la película de Bogdanovich fue el hecho de haber elegido a Shepherd, quien era su pareja en el momento, para el rol principal de la película. Un ejemplo de que los chismes no son prácticas exclusivas del presente.

Muchos desestimaron la película por el papel de Shepherd en ella. Los críticos, nada ajenos a los prejuicios de la vida personal de los responsables de la película, no pudieron, en su mayoría, desestimar el hecho de que Bogdanovich se había enamorado de la actriz mientras estaba casado con Polly Platt, quien realizó el diseño de producción de la que se considera su mejor película The Last Picture Show (1971) – hablaremos de ella en otro artículo – y en la que Shepherd es una de las protagonistas.

Al final, Shepherd fue la contrapartida perfecta de Brown. La picardía retratada por la actriz fue vital para contrastar la increíble interpretación, y el dolor y el deseo reflejado en el rostro, por parte de Brown que, de nuevo, es la verdadera estrella de la película. Puede que Shepherd no fuera, en su momento, la actriz clásica que esperaban los críticos o el público para este tipo de películas, pero la actriz demostró tener la gallardía y el ritmo cómico necesarios para la cantidad de diálogos que contiene la película.

Daisy Miller continúa la labor de Bogdanovich de retratar personas que luchan por cambiar su situación. En este caso, en detrimento de la salud de ambos: Daisy hace todo lo posible por mantenerse fiel a sí misma a pesar de que la sociedad se lo prohíbe, mientras que Winterbourne, cohíbe su deseo de cambiar en favor de mantener las apariencias en una sociedad asfixiante y conservadora.