JACK FROST
Michael Cooney, 1997
por Manuel Omar Mejía
Si en el artículo pasado hablamos de la manera en que Rudolph the Red Nosed Reindeer nos da subrepticiamente, un mensaje pesimista, mucha violencia y sufrimiento… en esta ocasión nos concentramos en la oda épica al gore navideño que no deja nada a oscuras, ¡tripas, sangre, sexo y Navidad porque Jack Frost acaba de llegar a la ciudad!
Jack Frost es una película serie B concebida por el espíritu del rock ‘n’ roll y un Santa Claus que consumía mucho ácido en su juventud. Esta es la historia de Jack, un brutal asesino, que es llevado en un camión a su ejecución, pero en el camino sufre un accidente con un cargamento de químicos que lo transforma en un muñeco de nieve asesino. De esta forma, Jack cumplirá su venganza contra el Sheriff que lo atrapó en el diminuto pueblo de Snowtown; comenzando un “roaring rampage of revenge” contra los pobladores de este pacífico pueblo hasta llegar finalmente con el Sheriff. Solo una cosa destruirá a este ser de nieve y sangre, y como buena película de twists y jumpscares esta solución “siempre estuvo allí” pero nunca lo viste venir.
La película fue grabada en apenas 18 días y su distribución se hizo directa a VHS. Su director y guionista Michael Cooney admite que él mismo tuvo que dirigir la película a falta de presupuesto para contratar a un profesional. Sin embargo, esta pudo terminar siendo una bendición, ya que la falta de seriedad en la película la convierte en un digno representante del cine de serie B. Es una parodia de todas esas películas pomposas que celebran la navidad y de las películas slashers. Por ejemplo, aunque esto no se haya discutido lo suficiente, esta película salió a la luz apenas unos meses antes de su homónima, pero completamente diferente, Jack Frost de 1998. Esta última es una película que tuvo un presupuesto de algunos cuantos millones de dólares y la actuación de Michael Keaton terminó siendo un desastre en la taquilla y crítica. Es una cursilería que se toma muy en serio: la ridícula historia del hombre de nieve, el espíritu navideño y la unión familiar. Michael Cooney, por su parte, nos da este pedacito de cielo sangriento haciéndonos respirar aires renovados.
Mucho se puede discutir de esta película, donde, por ejemplo, las muertes fueron diseñadas a la perfección y en la que se utilizan efectos especiales que no pretenden ser parte de la siguiente Star Wars. Podemos observar asesinatos creativos como Jack Frost decapitando a un niño con un trineo. También podemos admirar el talento decorativo de este asesino al ahorcar y colgar cual árbol de navidad a una señora indefensa, que acababa de perder a su hijo a manos del mismo hombre de nieve asesino.
De la misma manera, los tropos ridiculizados son fuente de risas que además ayudan al tono surreal de la película. Por ejemplo, tenemos a los adorables policías de un pequeño pueblo estadounidense que no pueden maldecir por su deber social y se pasan la película entera gritando “¡diantres!” o “¡maldición!”, etc. Asimismo se retrata el fervor navideño que se vive en el pueblo con frases clichés y “chistes de papá” que son tan malos que dan risa. También, las mismas películas de terror y sus estupideces se ponen en evidencia como los clásicos adolescentes calenturientos que aun al borde del peligro y la muerte lo que a ellos únicamente les interesa es lo que hay entre sus piernas y harán lo que sea para satisfacer ese interés. Incluso en los lugares más inapropiados y peligrosos, donde es obvio que no saldrán de esa con vida.
Admito que mi opinión es sesgada con esta película, ya que me trae una ola de melancolía y ganas de emborracharme mientras recuerdo mi infancia. No porque haya visto la película de niño, sino porque todavía tengo en mente la imagen clara de ver la portada del VHS de Jack Frost en varias tiendas de rentas de películas en aquella época. “¿Qué le está haciendo Frosty a esa joven?”, me preguntaba, “¿por qué Frosty tiene esos dientes tan largos y filosos?”. La película de un hombre de nieve asesino se había quedado en mi mente hasta este Diciembre, cuando pude ver finalmente la película que tantas incógnitas me había producido de niño. Como una verdadera obra maestra, superó mis expectativas.
No tengo nada en contra de las películas Hallmark navideñas, esas películas domingueras de amores navideños, de gente blanca con sus blancas navidades. Más bien admito que son mi guilty pleasure en estas fechas. Sin embargo, la vida es ver y hacer cosas nuevas, ¿no? Bueno, te invito a dar una vuelta por la tierra de Jack Frost de 1997, una película que pretende darnos una patada en el culo, mientras nos grita: “¡Niños! ¡Niñas! Aquí está su cariñito navideño”.
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