REALIDAD SINIESTRA
por Federica Larraín Matte
¿Qué es la realidad? ¿Existe tal cosa como vivir en una existencia verdadera común para todos o es solamente vivir en mi percepción de las cosas proyectadas sobre el mundo creyendo que es la única verdad? Scorsese nos sumerge en lo profundo de la mente humana en Shutter Island. A lo largo de la película, seguimos a Daniels (Leonardo DiCaprio), un agente del FBI, que llega a un manicomio aislado en una isla a resolver la fuga de una interna. Atormentado por sus recuerdos de la liberación de los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial, el detective irá develando poco a poco los secretos de la Isla y las artimañas que ahí se cocinan. ¿Es esa la película? ¿Es eso lo que vemos? ¿De eso se trata? Porque hacia el final, nos confiesan que todo ha sido un plan del hospital, que se esmera en demostrar que sus pacientes pueden recuperarse de sus locuras, y que solamente estaban permitiendo a Daniels - cuyo verdadero nombre sería Laedis - jugar dentro de su fantasía y sus delirios para que se diera cuenta de lo ridículos que eran. Ya no se sabe qué creer.
Scorsese me dejó con noches de insomnio pensando en si la realidad que yo proyectaba sobre el mundo era la real. ¿Y qué es más fuerte? ¿Mi propia versión de la realidad o lo que otros me quieren hacer saber como realidad? Porque en la película no queda claro, ¿quién es realmente el personaje de DiCaprio? Hacia la mitad, se encuentra con la prófuga en una cueva, y ella le dice: “la gente le dice al mundo que estás loco y todas tus protestas y negaciones lo confirman […] Una vez que te declaran loco, todo lo que haces se vuelve parte de esa locura”. Entonces, ¿es la cinta un recorrido por la mente de Laedis, un viudo sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial que sacó a sus hijos asesinados por su esposa del lago para después matarla y que se volvió loco en un manicomio remoto? ¿o es la historia de un agente del FBI, héroe de guerra, que va en busca de una verdad y termina investigando unos secretos de Estado para después ser manipulado psicológicamente para creerse que está loco? Ambas opciones son muy atractivas y ambas presentan una película completamente diferente e igualmente válida. Pero la pregunta que subyace bajo este ejemplo preciso podría ser: ¿en quién confío más para que me diga la verdad sobre el mundo? ¿En mí, sabiendo que me puedo estar auto engañando, o en los demás, sabiendo que me pueden estar manipulando? Y a fin de cuentas, ¿importa realmente? Si la ficción no es más que la realidad disfrazada con un par de ropas ajenas, ¿será posible escapar completamente de ella aunque se la maquille? Y esa ni siquiera sería la pregunta completa sino: ¿quiero quedarme en esta realidad o crear la mía propia? Asumiendo que hay una decisión posible ahí, cuando quizás ni siquiera la hay.
En mi insomnio insoportable, desfilaban por mi mente mis relaciones, mis actos, mis creencias y mis pensamientos, cuestionados sin cesar, preguntándome qué era real, qué era una exageración o, al contrario, qué era un eufemismo. Y el mayor cuestionamiento no era ni siquiera el saber si mi realidad existía como tal, sino cómo comunicar con otro esas visiones. Porque la realidad existe en tanto me relaciono, en tanto estoy en el mundo y que hay testigos de mi existencia. Es el dilema del árbol que se cae en medio del bosque y donde no hay nadie para escucharlo, ¿hizo ruido realmente? Y pienso: qué visión más antropocentrista del mundo - es decir que si no hay un ser humano para ser observador de algo, ¿eso no existe? Si me voy de este mundo civilizado, me aíslo en una cabaña perdida en el bosque o en la montaña, ¿continúo existiendo? En ese escenario, mi realidad sería la única verdad de mi entorno, y por ende, siempre sería la correcta. Pero el vivir en sociedad, en relaciones sociales, nos plantea el dilema de la comunicación, y de la dificultad de ver el mundo a través de los mismos ojos. Qué placer es encontrarse con un ser humano que piense y que vea el mundo como yo y, al mismo tiempo, que delicia es contrastar las visiones de mundo y las reflexiones con otras personas. En ese caso, ¿es necesario establecer una realidad común para todos? ¿O es que el ser humano, atraído incansablemente por el conflicto puede coexistir con siete billones de personas y por ende con siete billones de realidades diferentes? No tengo la respuesta, tampoco sé si la quiero. Estoy más tentada a pensar que no existe tal cosa como una respuesta a una pregunta, así como no existe una pregunta que tenga respuesta. Y así todo se podría relativizar hasta el punto de no saber si realmente estoy escribiendo estas palabras o si están siendo leídas.
—