AQUÍ Y ALLÁ | ICI ET AILLEURS

Anne-Marie Miéville & Jean-Luc Godard · 1976


por Sandra Sánchez

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OMG, would you please shut up? Por favor un poco de silencio, llevo pidiendo un poco de silencio toda esta pandemia, silencio a las bombas de agua de mis vecinos que nos dejan sin agua, ¡que se calle el metalero de las 8 pm! y silencio también ––y sobre todo–– ante el flujo de pensamientos que me inunda todo el tiempo, que me empuja a hacer cosas, a ser cosas a a a a a a a a hacer cosas porque el lenguaje se volvió un instrumento de comunicación con un mensaje primordial: estetiza tu identidad en los espejos que te ofrecemos y entonces eres francés o revolucionario o cineasta o crítico o ciudadano, pero siempre la demanda, la absoluta demanda del super yo, del imperativo categórico, del lenguaje, (is she more beautiful? is she more beautiful? is she more beautiful than me?); la demanda de pronunciarse, de decir algo, de sostener la completud del argumento y la lógica del sentido. En el Seminario 8 sobre el amor de transferencia Lacan dice algo parecido a lo que muestran Anne-Marie Miéville y Jean-Luc Godard en Aquí y Allá: ante la promesa de la intersubjetividad, la disparidad o la imposibilidad de una correspondencia plena. Por eso me gusta escribir cartas, porque el destinatario es concreto e indeterminado a la vez; más cerca de ti que de él pero imposible esa cercanía sin él. Amar es dar lo que no se tiene a quien no te lo pide. Hace poco le decía al librero de Rinoceronte por Instagram que me gustan los libros que transcriben clases y los libros de diarios y los libros de cartas, se escribe-se habla para alguien con nombre propio: los alumnos, las vulnerabilidades de un yo secreto, un amigx/un amante o un amigx o un amante porque every letter is a love letter, dice Chris Kraus. ¿Es esta una carta de amor? La pregunta es falsa, por supuesto. Corrijo, me estiro, extiendo los ojos lentamente para ver. Reformulo. ¿El montaje es una carta de amor? Entonces comprendemos porque hay lugar para la muerte, para la crueldad, para lo oculto, para lo propio. Un combate contra el entretenimiento que esconde entre la niebla espesa su marcador de identidades acotadas, molde de galleta insípida, en serie. ¿Cómo se recuerda algo? ¿La muerte de alguien? El cadáver anónimo-histórico es el efecto injustificable del enriquecimiento y el goce de la acumulación, pero esta vez de ceros, acumular ceros como dice la peli. Y en cada cero que se suma a la cifra de los muertos hay trabajo, abuso, cansancio y dolor mucho dolor un dolor sin comas un dolor inexplicable un dolor que espero queridx amigx nunca hayas sentido en tu vida. Si mirarlo fragmentado, sesgado, en el visionado de una película es crudo, ni si quiera me atrevo a imaginar su magnitud en carne propia: las violaciones, la muerte, los cuerpos magullados; quedarse vivo y atestiguar. La guerra que parasita manipulando esperanza y necesidad. Benjamin lo dijo: todo documento de historia es un documento de barbarie porque en los ceros y en los libros con aparatos críticos de los institutos de historia del mundo se registran las vidas que no importaron (a los estados, a los señoríos) pero que fundan y perpetúan los poderes. Pienso en El Retrato de la Burguesía (1939) de Siqueiros en el sindicato mexicano de electricistas en la colonia Tabacalera, en la Ciudad de México, en las máquinas que se alimentan de la sangre de los trabajadores, en donde el oro brilla y se tiñe con sustancia orgánica. Y sí, estamos hablando de lo mismo aquí y allá. Del goce, de lo que nos lleva a acumular con el lenguaje, con el sistema de imágenes, con la inteligencia, con el montaje: máquina deseante de flujos y cortes premeditados: máquina que si se convierte en fe corre el peligro de volverse milagrosa, en la acepción nazi; con la suma y no con el n-1. Porque el amor, el amor en su distancia no acumula, no consume: consuma. Se acaba, es temporal. La imagen publicitaria no tiene tiempo sino un espacio que se come todo, mediante hipóstasis. En cine, amar las imágenes y amar los montajes es detenerse para contemplar y en el acto desconfiar de la contemplación misma; amargarse la fiesta sin amargarse el corazón. Me gusta pensar que entre corte y corte, entre texto, imagen y sonido hay un hueco, una zona de indeterminación móvil que puede llenarse de mil maneras para en la multiplicidad evitar el fascismo: ese hueco, esa hiancia, ese espacio se lubrica con el ojo del espectador, específicamente con la mirada que se arroja al continuo de imágenes (dicen los directores de Aquí y Allá que en cine las imágenes se ven una tras otra que no de golpe, como en el Atlas de Aby Warbug). El espacio en blanco entre cuadro y cuadro existe para nunca adorar, sino para moverse. No para estar ahí, mucho menos para ser ahí, sino para inocular la obra terminada y hacerla correr, deshilacharla por caminos asincrónicos, como ellos lo hicieron con la revolución y con la familia burguesa: sabiendo que no podemos evitar el 1 +1 = x. Robar la x, la variable, multiplicarla. Y no concluir, nunca concluir. Seguir ensayando. 

Bueno, me despido porque vino mi amiga y comeremos pastel. 
Adiós y gracias por las sesiones compañerxs*.


*El primer borrador de este texto se escribió para el Taller de Crítica de Cine de Salvador Amores, organizado por Casa Negra, a finales de 2020. 

Sandra SánchezComment