CRUELDAD Y REDENCIÓN

Sobre cómo somos monstruos heridos


Texto de Eduardo Ceballos

Michael Haneke nos muestra la crueldad potencial en las personas y en el mundo a través de una mirada y un lenguaje frío y distanciado. Si algo le agradezco a Haneke es que, de alguna forma, en sus películas, a pesar de mostrarnos la sociedad de una manera tan perturbadora, se filtra una sensibilidad y un interés genuino por los seres humanos. Su deseo de mostrarnos lo peor de nosotros, de evidenciar las partes más desagradables de nuestra naturaleza y la sociedad que esta crea, no viene de una misantropía, sino del deseo de crear en las personas comunes y corrientes la consciencia de que existen monstruos en cada uno de nosotros. Como Brecht, muchas veces le habla directamente al espectador, y no busca emocionarnos sino molestarnos. 

Hay algo muy real en esos personajes casi psicopáticos y en sus situaciones absurdas. Eso es lo que nos asusta. En una película como Benny’s Video, probablemente no es el asesinato a sangre fría de una niña inocente lo que nos haga retorcernos, sino la manera en la que los padres del protagonista, (que nosotros esperamos sean las personas más normales de esta película) lidian con el hecho de que su hijo es un asesino. Acabamos sintiendo que ahí todos están enfermos. Sin embargo, logra al mismo tiempo ser tan reconocible en la realidad, que terminamos frustrados con el mundo, no con los personajes. “El mundo está enfermo”. Por supuesto hay mucho más en su cine que sólo esto, la exploración de la desensibilización de la sociedad, nuestra relación con el espectáculo y los medios, la violencia internalizada y la violencia excesiva de los medios de comunicación, etc. Pero no es de lo que busco hablar ahora mismo.

No tengo duda del potencial destructivo de todos nosotros, pero creo que este viene de otros lugares que Haneke quizás no explora tanto o tal vez no le interese. Y me parece que en general esos monstruos que sí llevamos dentro son mucho más sensibles, mucho más vulnerables y que es ahí donde está el peligro. Hay otras formas de herir a los demás y a nosotros mismos. Mucha de la violencia que se ejerce a diario, violencia en todas las escalas, viene de la desesperación — hay un drama constante en el que vivimos que produce estas situaciones. Somos nosotros, la gente ordinaria, las que diariamente actuamos de forma cuestionable. Siempre me resultó muy curiosa la increíble habilidad de los personajes en el cine para tomar la peor de las decisiones disponibles. Nos enseñan para la escritura de guión a siempre subir la barra, aumentar el drama, y hacer que nuestro personaje doble en la peor esquina, que diga lo que menos le conviene, que vaya contra su corazón, que mienta, que abandone a la persona que ama, que haga el ridículo, y tras pensarlo un poco, me doy cuenta de que no es una ficción, y de que no estamos tan lejos del absurdo. 

Hay momentos en el cine en los que inevitablemente deseas taparte los ojos, y temes inmensamente por el personaje en la pantalla, no necesariamente afrontan un peligro mortal pero aún así puedes sentir que el personaje se tirará de un barranco. En puntos como éste siento que hay una diferencia muy interesante entre el cine y la literatura. Cuando los personajes están a orillas del barranco, podemos cerrar el libro, respirar, dar una vuelta, y básicamente poner el destino en pausa hasta tener el coraje necesario para afrontarlo. El cine nos empuja a través de la experiencia, aunque nos resistamos con uñas y dientes, nos pasa a través del trauma y de alguna manera debemos llegar vivos hasta el otro lado. Un símil más entre el cine y la vida. 

Si uno decide ser un poco más escéptico de la cuenta, a veces hay algo de irreal en las situaciones en las que se meten nuestros protagonistas, en las decisiones erróneas que toman, y cómo logran sin fallar ir en contra de lo que necesitan o de lo que realmente quieren. Parece tan obvio, si el protagonista necesita amor ¿por qué se niega a recibir el que se le ofrece? Si necesita que lo acepten ¿por qué se aleja de los que lo acogen? La violencia que se ejerce contra los demás, sobre todo contra los que quieren lo mejor para nosotros es también un acto de autodestrucción, y es aquí donde el mundo vuelve a ser cruel, por la manera en la que las circunstancias sacan lo peor de todos contra unos y otros, sin que nadie necesariamente se lo merezca. Es fácil en ocasiones ser un incrédulo frente al drama de los personajes en la ficción, y de los demás en el mundo real, porque visto desde lejos es sencillo asumir que las personas realmente siempre estamos en nuestros cabales, nadie debería estarse ahogando en vasos de agua, pero desde la experiencia personal, desde nuestro drama específico, todo es muy distinto, todo es confuso y turbio, y la vida se vuelve grande y traumática. Si Haneke y otros cineastas mueven nuestros adentros con una especie de despersonalización del drama y de la posibilidad del dolor y la crueldad, y con un cine que sirve como ejercicio intelectual al comentarse a sí mismo mientras ocurre, hay dos cineastas que me sirven como ejemplo perfecto del opuesto a ese ejercicio de disección y evidenciación de nuestra naturaleza y de nuestras peores tendencias.

En la cinematografía de los Hermanos Dardenne, desde el uso más básico del lenguaje, ya están haciendo el esfuerzo de sumergirnos en el drama personal de sus protagonistas. Rosetta, El Hijo, El Niño de la Bicicleta, son tres películas que nos llevan a través de la experiencia de sus personajes desde dentro, desde el mundo turbio y confuso de los individuos que la viven, y estamos presentes con la tensión sobre nuestros hombros a cada momento. Es un cine de la absorción emotiva de la experiencia, que se desarrolla con la pasión absurda con la que realmente vivimos nuestros propios dramas. La cámara en mano moviéndose libremente, siguiendo siempre de cerca a los protagonistas, encuadrada de manera a estar siempre pegada de sus rostros como para sentirles la respiración, o justo detrás de sus hombros siguiéndoles el paso, nos lleva estrepitosamente detrás de estos personajes que de forma muy literal están siempre dándose a la huida. En estas películas seguimos a personajes rotos, heridos, traumados, de una u otra forma empujados a ser peores versiones de sí mismos por circunstancias que los superan. Son personajes que luchan contra sus realidades valiéndose de herramientas ineficientes, pero son sus herramientas, las únicas que los personajes han tenido a su disposición y con las que han podido contar y que fabricaron con el tiempo a partir de las mismas dificultades que afrontan. Para ellos, sus identidades y su libertad están en juego contra el mundo y tienen un instinto irracional por defender con uñas y dientes lo que queda de ellos mismos. 

En El Hijo hay una observación muy interesante y sensible de la paternidad, de la masculinidad y del perdón. Un carpintero emplea en su taller a un joven muchacho y descubre que este es el responsable de la muerte de su hijo. El muchacho no tiene consciencia de que trabaja para el padre del niño que murió por su culpa hasta la última parte de la película. A lo largo del film hay una sensación de peligro inminente como si el carpintero fuera a matar al muchacho en cualquier momento, el potencial de la violencia es sugerido, está en la actitud de los personajes, en los silencios, en la tensión del lenguaje corporal, en los espacios con maquinaria pesada y objetos filosos y escaleras altas, y se construye silenciosamente la duda de este personaje que tiene en sus manos la potestad para descargar todo su dolor y frustración en el responsable de su pérdida, que sin embargo en ese momento no parece más que otro muchacho inocente y necesitado. Mientras esta duda y esta posible venganza se construyen a lo largo de la película, el carpintero también se vuelve una figura paterna para este muchacho, que no parece tener a nadie más en su vida que se preocupe por él, y él a su vez un paralelo del hijo perdido para el carpintero. El muchacho viene de un pasado muy turbio, sus acciones lo atormentan y este nuevo trabajo sirve de rehabilitación, sirve para darle un lugar en el mundo. Al enterarse de para quién es que realmente trabaja, su primer instinto es huir por su vida, porque a su parecer merece todo el odio y la violencia que probablemente se descargue en su contra. En el último tramo del film se desarrolla una persecución de la cual nosotros no sabemos cuál será el resultado y nos llena igualmente de terror y de esperanza. 

En El niño de la bicicleta, un niño abandonado por su padre en un hogar de acogida encuentra refugio en una mujer que se encariña de él y decide tomar responsabilidad del niño. El muchacho, al ser rechazado por su padre repetidas veces, rechaza él también el amor y el apoyo que le ofrecen la mujer y las personas que realmente se preocupan por él, es influenciado por un grupo de muchachos que lo manipulan, y termina violentando físicamente a la mujer que había querido tenerlo bajo su cuidado sin ninguna obligación. Cuando el mundo le cae encima al niño y realmente no le queda nada ni nadie con quien contar ni que quiera abogar por él, no hay ninguna razón por la que esta mujer quisiera darle otra oportunidad, nada que la ate al niño o que la beneficie por apoyarlo, y sin embargo lo hace a pesar de todo. Abandonarlo era una acción sin consecuencias para ella. 

En Rosetta seguimos a una muchacha obligada a hacerse adulta por su cuenta, saltando de un trabajo a otro, agarrándose con desesperación a cualquier fuente de ingresos posible. No sólo porque su vida dependa de eso, sino también porque esta muchacha defiende su dignidad como un león herido, por encima de la razón, al punto de contradecirse y atentar contra su propia calidad de vida. Su deseo de valerse por sí misma va en contra de cualquier tipo de ayuda que se le ofrezca, al punto de rechazar la ayuda del gobierno para los desprotegidos. En el punto más alto de su desesperación llega a traicionar a una de las únicas personas que le habían ofrecido su amistad y su apoyo a lo largo del film. La vemos caminando con prisa, la decisión formándose en su mente. En ese momento, me tapé los ojos, pero la acción continuó. Tras la traición temí nuevamente por su vida y pensaba “La matará en cualquier momento”, Pero su amigo traicionado simplemente la perseguía para no dejar de recordarle la culpa. 

Todos estos personajes terminan huyendo y atentando contra la posibilidad del perdón, del amor y del apoyo, defendiéndose ciegamente del mundo a costa de ellos mismos, y así como la cámara los sigue en su huida, agitada, desesperada por alcanzarlos, nosotros también como espectadores que empatizamos con su dolor parecemos perseguirlos como para que acepten ese perdón, ese amor y ese apoyo. En las películas de los Hermanos Dardenne a los personajes se les presenta la posibilidad de decidir y es en las consecuencias que implica la posible acción donde está la crueldad, y en el mundo que empuja a los personajes a decidir en contra de sus propios intereses y contra lo mejor que se les ofrece. Quizás es más doloroso y más preocupante ver a personas que creemos que poseen bondad dentro de sí tomar la peor decisión a su disposición. Pero los Hermanos Dardenne tienen una cosa más en común entre sus películas: después del punto más bajo, de la larga huída y de toda la desesperación y todas las personas heridas, hay un abrazo, y una redención. 

Los Hermanos Dardenne salvan a sus personajes de la muerte y de sus peores destinos, con el poder omnipotente de un dios bondadoso, como sólo podría hacerlo un guionista. Cuando todo está perdido y tenemos los pelos encrespados, y lloramos y tememos por personajes que se han destruido a sí mismos y a otros y ya no pueden más, tenemos un respiro. Ellos, los personajes, se desmoronan, despojados de todas sus defensas, y son perdonados, al menos en los últimos instantes que los vemos en la pantalla, son abrazados, y acogidos con la posibilidad de alzarse de nuevo. El futuro podría ser diferente, igual que como muchas veces desearíamos que fuera para nosotros, luego de nuestros peores momentos, de nuestras peores decisiones, y actos contra nuestra naturaleza y los que nos aman. Quizás algún guionista de nuestras vidas, frente a nuestra crueldad, frente a la crueldad del mundo, decida que merecemos lo mejor, y que la redención es posible. 


Eduardo CeballosComment