LE GENOU DE CLAIRE

Largometraje | 1970 | Eric Rohmer
Artículo escrito por Julia Scrive-Loyer

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Entrar en el mundo Rohmeriano no es tan difícil. Sólo hay que tenerle paciencia a los personajes más franceses jamás representados en la historia del cine. Estos personajes traen consigo morales perversas - aunque lógicas -, monólogos y debates filosóficos, y una perseverancia impresionante para complicarse la vida a veces de manera innecesaria. Son a la vez humanos y objetos narrativos; cumplen su función específica dentro del relato, pero sus vidas siguen después de que la película se haya acabado. Ese es posiblemente uno de los aspectos más admirables de la obra de Eric Rohmer: su capacidad para contar un cuento, que es a la vez un fragmento de vida.

Le Genou de Claire forma parte del ciclo Seis Cuentos Morales que Rohmer construyó entre 1963 y 1972. La moral es algo muy presente en el pensamiento francés, y por lo tanto en el pensamiento Rohmeriano. Sin embargo la particularidad de esta moral, tal y como la estudiamos en las clases de filosofía y como la ponemos a prueba en el día a día, es que no es moralista ni moralizante. Eso se lo dejamos a los gringos, expertos en doble moral. Películas como éstas serían casi imposibles de hacer en el mundo en el que vivimos hoy, en el que el acto de seducción se ha convertido en un debate moralista. Los personajes de Le Genou de Claire recuerdan a los de Las Amistades Peligrosas, novela epistolar de Pierre Choderlos de Laclos, perfectamente inscrita en las tendencias libertinas del siglo XVIII. Como sucede muchas veces en las películas de Eric Rohmer, dos personajes se retan en temas amorosos; “déjame ver hasta dónde puedo llegar con esto”, sería el pensamiento motor de estos personajes. Posiblemente sea también el pensamiento motor de Eric Rohmer. Por eso, él también en una misión narrativa, arma un set-up específico para sus objetos dramáticos: un tiempo y un espacio limitado, propicio a que se den ciertas situaciones. Luego crea personajes con pensamientos y filosofías que se presten a relaciones conflictuadas. Finalmente, lo organiza en una estructura “sencilla”, un cuento pequeñito, minado por quiproquos y debates kilométricos.

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El verano es una especie de Las Vegas: lo que se hace en el verano, se queda ahí. Son testigos todos los amores de verano almacenados en los almanaques del tiempo, inmortalizados en canciones, novelas, cuentos, poemas, y películas - muchas de ellas dirigidas por nuestro querido Eric Rohmer. Le Genou de Claire es una de ellas. Un verano que va marcando su paso día a día, fecha escrita a mano en un papel, a modo de diario. Estas vacaciones suceden en Talloires, una pequeña comuna francesa en el departamento de Haute-Savois, con paisajes tan hermosos que parecen a veces asfixiantes para algunos de los personajes - un lago rodeado de frondosas montañas.

Es el último verano de Jérôme, el personaje principal, como soltero. A la vuelta se va a casar con su novia, cosa que no le provoca conflicto alguno. Sin embargo se encuentra con Aurora, vieja amiga y escritora que se está quedando en casa de una señora para escribir una novela. Aurora se da cuenta de que Laura, la hija más joven de la dueña de la casa, se enamora de Jérôme. Le propone entonces a su amigo seguirle el juego y seducirla, para ver hasta dónde puede llegar la situación. Este tipo de relación entre personajes es muy característica de una gran parte de la filmografía de Eric Rohmer. Los personajes son muchas veces los que provocan la historia, y no vice-versa. En este caso, el hecho de que Aurora sea escritora le agrega una capa de metaficción al relato. Sin embargo, aunque la misión es en principio impuesta por el personaje de Aurora, Jérôme luego toma riendas de la situación y cambia su objetivo a mitad de película.

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Las primeras dos categorías que podríamos definir en los personajes de esta película, son similares a las de Las Amistades Peligrosas: los libertinos y sus víctimas. Definir a Jérôme y a Aurora como libertinos es una pequeña exageración, ya que el libertinaje se define como la entrega a los placeres de la carne, con una libertad que rompe con la moral convencional. En el caso de nuestros dos personajes, sus experimentos no pasan tanto por un sentimiento sexual, ni siquiera placentero; Jérôme se ve llevado más bien a poner a prueba la solidez de sus fundamentos morales y de su filosofía de vida en cuanto a las relaciones amorosas. Él se siente muy seguro en cuanto a su relación con la mujer con la que se va a casar, y no pone en duda su libertad en el terreno de la seducción. Según él, ahora que está en una relación estable con una mujer a la que quiere y que lo quiere, se siente más libre para poder explorar sus deseos, que se han visto reducidos justamente por esa misma libertad. A diferencia de lo que sucede en Las Amistades Peligrosas, todo el mundo sale ileso de esta aventura, y el personaje de Aurora nunca se convierte en víctima de las situaciones que provocó. Ella se mantiene por encima de la situación a nivel emocional, sirviendo de agente provocador para que suceda lo que quiere que suceda. El personaje de Jérôme está por lo tanto por debajo de el de Aurora, sirviendo primero de objeto narrativo de su amiga escritora, y luego, una vez cambia de objetivo, convirtiéndose casi en esclavo de su deseo de tocar la rodilla de Claire. Por lo tanto, por más que parezca que es quien tiene el control en el tandem Jérôme/Laura - por ser mayor que ella -, y en el tandem Jérôme/Claire - por tener información que Claire no sabe -, nunca deja de ser objeto de alguien o algo superior a él.

Las “víctimas”, en este caso Laura y Claire, tienen ambas dos maneras muy distintas de afrontar su función. Laura es joven, fuerte y llena de chispa. Es tan fuerte que a veces no se sabe bien quién tiene el control, si ella o Jérôme. Sin embargo, por más madura que sea para su edad, su locuacidad muchas veces la engaña y se contradice cuál es su real objetivo. Si para Jérôme todo esta situación no es más que un experimento para complacer a su amiga, para Laura la situación es una manera más de no aburrirse y de llevarle la contraria a su madre, que le dice que los jóvenes ya no saben lo que es el amor. Laura es un personaje que reacciona, pero que reacciona con tanta fuerza que a su vez provoca reacciones en los demás. Claire sin embargo es mucho más etérea. Camina totalmente en otro plano de existencia del relato, totalmente al margen de lo que sucede. Tiene su novio, tiene sus planes, sus salidas. No necesita ninguna distracción. En ese sentido, es posiblemente la que se podría calificar de víctima, aunque tenga un final relativamente feliz. Ella, que anda tranquila por la vida, se convierte sin saberlo en el objeto de deseo de Jérôme, que para lograr cumplir su objetivo (tocarle la rodilla), va hasta confesarle que vio a su novio abrazando a otra chica en el pueblo. Claire, destruida, llora desconsoladamente, y Jérôme encuentra el momento perfecto para acariciarle la rodilla.

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Ya que estamos haciendo categorías, creo recordar que en algún momento Jérôme dice que no tiene un “tipo” de mujer, pero la verdad es que lo tiene, y es muy cuestionable. Al final del día, no puede ser más que amigo con Laura, y no tanto por su edad, si no porque la cosa no fluyó realmente. Ella no era su tipo para infatuarse, pero sí para ser amigos. Laura es tan fuerte y tan particular como Aurora, y por casualidad sus nombres riman en francés y pueden “asimilarse” físicamente (pelo oscuro, piel canela). Las dos son muy vivas y muy vocales. Son mujeres interesantes y que toman con bastante facilidad las riendas de la situación. Por otro lado, tenemos a dos otras mujeres: Claire y Lucinde, la futura esposa de Jérôme. Nunca conocemos a Lucinde, pero es descrita como alguien frío, o que tiene poco que ver con Jérôme. Claire, desinteresada y poco expresiva, se podría asociar a ese mismo “tipo”. Da la casualidad de que ambas son blancas y rubias, y da la casualidad de que es justamente el tipo de mujer que fascina a Jérôme. Pasemos a nuestro último punto.

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Cuando uno ve una película de Rohmer, uno queda con la duda, “¿esta película me da un sentimiento de naturalidad o de teatralidad?” Porque para cada argumento que se incline más hacia el uno o hacia el otro, hay otra cara de la moneda. Uno de esos aspectos es la estructura. Hay algo en las estructuras Rohmerianas que fluye naturalmente, lógicamente. Ésta es la primera película de él que me detengo a cronometrar para ver cómo está construida, y quedé en choc al descubrir su perfecta simetría. No sé por qué me sorprendió tanto, viniendo de alguien que coordina perfectamente los colores de los vestuarios de sus personajes, que sabe dónde poner la cámara sin que se noten las costuras, que comienza sus películas con una introducción al conflicto y las termina con una conclusión para nada disimulada. He ahí esa mezcla, es realista, es teatral, está tan cuidadosamente hilado que todo fluye sin movimientos bruscos.

Le Genou de Claire tiene dos grandes mitades, que se identifican fácilmente gracias a Laura (1) y Claire (2). Cada parte tiene su introducción, desarrollo y conclusión. Estoy segura que si me detengo a hacer una pequeña escaleta a grandes rasgos de los núcleos dramáticos de cada parte me encontraré con una estructura perfectamente cartesiana en regla de tres. Para dividir ambas partes de manera más notable, tenemos la partida de Aurora de por medio. El héroe se queda sólo un momento y descubre entonces su nuevo y verdadero deseo.

La primera parte, compartida con Laura, es mucho más dialogada. Jérôme habla largamente no solo con Aurora si no con la adolescente. Son diálogos profundos, minados de debates sobre el amor y la amistad, el aburrimiento y la libertad. Digamos que es el fragmento dedicado a la amistad, aunque en un principio estaba destinado a ser otra cosa. Sí, Jérôme y Laura se dan un beso, pero es un sello que no hace más que sellar el sentimiento común de amistad entre ellos, cosa característica también de los personajes Rohmerianos. La primera parte está en el terreno de lo platónico, allá en el mundo de las ideas. La segunda parte sin embargo, se vuelca mucho más hacia lo físico, hacia la necesidad de tocar, de ceder ante el deseo. Tanto con Laura como con Aurora, el acto de tocar es natural, una muestra de afecto constante. Es un gesto fácil para Jérôme. Pero ante Claire, tocar parece casi algo sagrado, una puerta abierta de par en par hacia el Olimpo. Esta segunda parte es mucho más distante, mucho más callada. Aurora no está durante un gran parte, Laura está sobre todo con su amigo interpretado fa-bu-lo-sa-men-te por Fabrice Luchini, y Jérôme observa, se mueve, se calla. Nunca llega a haber una amistad entre Claire y Jérôme. No es algo que a él le interese. Parecería casi que en su cabeza son dos cosas separadas; la amistad y la infatuación.

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“El héroe de una historia siempre tiene los ojos vendados”, si no no querría seguir avanzando, le explica Aurora a Jérôme en un inicio. Definitivamente, todos tienen los ojos un poco vendados; Jérôme se deja guiar por su sentimiento de “libertad” que al final está regido ya sea por Aurora o por su deseo. Laura se deja llevar completamente por el aburrimiento monumental que siente en ese paisaje asfixiante. Claire camina ajena a todo, y aunque le digan la verdad, decide creerse la mentira. Aurora es la única que flota ilesa por encima de todos, callando lo que quiere, provocando lo que no debe. Son los privilegios de ser escritor.