BRUCE LEE: LA LEYENDA DEL PEQUEÑO DRAGÓN


escrito por Manuel Omar Mejía

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Flujo, improvisación y adaptación; éstas son las bases de la filosofía de Bruce Lee. Un ícono de las artes marciales y del cine, un filósofo y revolucionario que llegó a ser leyenda. Y así como toda leyenda, su biografía no viene sin falta de miles de teorías de conspiración, relatos ambiguos de cómo llegó a la fama y hasta supuestas maldiciones lanzadas a él y a su familia entera. Su legado en las artes marciales y esta mitificación de su persona, lo han convertido en perenne. Eterno de tal manera que aún después de más de setenta años, se celebra alrededor del mundo su natalicio todos los 27 de noviembre. 

Bruce Lee nació en San Francisco Estados Unidos, sin embargo, se crió en Hong Kong, donde comenzó a entrenar desde muy pequeño en las artes marciales, específicamente el Taichi y más adelante en el Wing Chun con el maestro Yip Kai Man. Al mismo tiempo, comenzaba a actuar de extra e interpretaba papeles secundarios en varias películas. Muchas de estas películas de niño actor han quedado olvidadas en el tiempo. Lee era apenas un párvulo, dando sus primeros pasos en las dos áreas en las que sería reconocido mundialmente.

Su primer papel de relevancia, donde demostró su capacidad en las artes marciales, fue en la serie El Avispón Verde, donde interpretó a Kato, el chófer y asistente del personaje principal. La serie no tuvo mucho éxito en la televisión estadounidense, pero esto le sirvió para ganar popularidad en su Hong Kong natal, donde la serie sí había sido muy popular. Es impresionante reconocer, al mencionar esto, que su filmografía es de apenas cuatro películas… ¡y media! El Gran Jefe, Furia Oriental, El Furor del Dragón, Operación Dragón y la incompleta El Juego de la muerte. Lo que demuestra la capacidad y el talento que tuvo este actor, interrumpido por la muerte a los 32 años de edad. Esto nos puede plantear la pregunta: ¿por qué es tan famoso si hizo tan “poco”?

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Para responder esta pregunta nos tenemos que colocar en el mundo de las artes marciales de ese momento. Bruce Lee era un fuerte crítico de las artes marciales tradicionales, que para él no eran más que coreografías sin sentido que no servían para defenderse. Él creía más en el combate efectivo y acertado, en las peleas callejeras más que en espectáculos y piruetas complicadas. Aquí comenzamos a divisar esa filosofía del flujo y de la improvisación en algo más palpable: el nuevo movimiento de artes marciales que creó Bruce Lee, el Jeet Kune Do. Es decir “el camino del puño interceptor”, esta técnica de artes marciales se basa en el ahorro de energía del luchador y en utilizar la fuerza del oponente para desviar e interceptar sus propios golpes. El objetivo es siempre ganar, no importa si es peleando de manera cruda y sin la ceremonia que el Karate o Kung Fu tienen. Esto se traduce en pantalla a una forma de pelea intensa y rápida, con un ambiente más callejero que las artes marciales tradicionales.

Este estilo de combate fue ideal para El Gran Jefe, su primer éxito de taquilla. Un film que contrasta con las demás películas de artes marciales de la época por ese estilo callejero; la lucha es contra narcotraficantes, y no una pelea de tintes de dinastía china en la Edad Media. Más adelante, su siguiente film, Furia Oriental muestra nuevamente este estilo de combate con un comentario social fuerte y controversial: el racismo de los japoneses contra los chinos que prevalecía en la década de los 40. 

Las dos películas mencionadas le allanaron el camino para poder dirigir y actuar en su tercera película El Furor del Dragón, que contiene una de las secuencias más célebres del cine. La secuencia conocida como la “Pelea del Siglo”, donde admiramos un combate épico entre Bruce Lee y nada más y nada menos que Chuck Norris en el Coliseo Romano. Una pelea épica y mítica que hasta ahora no se ha visto en otra parte. En verdad, un momento inolvidable y una experiencia que todo cinéfilo tiene que vivir al menos una vez en la vida. 

Sin embargo, ya que estamos hablando de la pelea del siglo y mencionamos el estado de leyenda de Bruce Lee, podemos mencionar lo que para muchos es en verdad la pelea del siglo. Una pelea que no se mostró en ninguna pantalla de cine, sino más bien fue una pelea a puertas cerradas y que da origen a las teorías de conspiración que Bruce Lee fue asesinado muchos años después por los tradicionalistas de artes marciales. Esta pelea ocurrió en 1964 contra el aclamado maestro de Kung Fu, Wong Jack Man. Una pelea envuelta en misterio ya que no hay ningún registro de ella y apenas algunos pocos estuvieron presentes. Se dice que el maestro de Kung Fu estaba enfadado con Bruce Lee por las fuertes críticas que este hacía a la tradición de artes marciales y por enseñar varios secretos de estas artes marciales a una mayoría de estudiantes blancos en la escuela que dirigía Bruce Lee en Oakland. 

Incluso el resultado de la pelea es un misterio, ya que cada testigo cuenta una versión diferente. Algunos dicen que Bruce Lee le dio una paliza legendaria a Wong Jack Man. Otros le otorgan solo una pequeña ventaja a Bruce Lee y otros dicen que fue un empate lejos de ser una paliza. Como muchas cosas en la vida de Bruce Lee, esto llegaría a ser un misterio y a tener diversos puntos de vista que se contradecían entre sí. Lo que en sí crea más interés en la figura legendaria.

De esta misma manera, su muerte envuelta en rumores y misterios alcanzó proporciones míticas. Bruce Lee falleció de un edema cerebral, eso es sabido pero ¿a causa de qué? Toda la controversia de su muerte comienza con el hecho que falleció en el apartamento de su amante Betty Ting Pei. Debido a una pastilla que ella le dio para calmar un dolor de cabeza, lo que le produjo una reacción alérgica que lo terminó matando. Ella se defendió declarando que esa no era la primera vez que le daba esa pastilla a Lee y que en esas ocasiones nada malo había pasado. Por esto mismo, la teoría que ella lo asesinó de manera consciente todavía prevalece. Diciendo que ella era una enviada de los tradicionalistas de artes marciales para silenciar a Bruce Lee para siempre. 

Puede parecer que apoyo los rumores y las teorías de conspiración, concentrándome en estas truculentas historias conspirativas y peleas contra maestros de Kung Fu ocultas. No obstante, siento que es de importancia comentar todo esto para comprender el estado de leyenda que tiene el nombre de Bruce Lee en el mundo. Porque tanto la ficción como la realidad, que nunca estará clarificada, nos ayudan a comprender un poco más a este gran personaje.

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Bruce Lee no pudo ver las últimas dos películas en las que había trabajado, una de estas la importantísima Operación Dragón. Una película producida por Warner Bros. que le dio un toque más occidental a la carrera de Lee, teniendo una trama de espías y torneo de artes marciales. Actualmente, está considerada como una de las películas de artes marciales más importantes en la historia. Además de contar con varias escenas inmortalizadas en la historia del cine, como la lucha final en un salón de espejos y Bruce Lee lamiendo su propia sangre al ser golpeado. Operación Dragón fue la última película completa de Lee, estrenándose solo unos días después de su muerte.

El Juego de la Muerte quedará para siempre, entre los fanáticos de Bruce Lee, como esa obra maestra que nunca llegamos a ver. La película efectivamente se estrenó, pero por obvias razones a falta de su estrella principal, nada fue lo mismo. En la película, Bruce Lee tenía pensado demostrar la filosofía que la improvisación y la fluidez del Jeet Kune Do podía contra las demás artes marciales. Pero Lee solo había grabado algunas escenas de la película antes de morir. En la versión de 1978 solo se utilizaron once minutos del material grabado por él y la filosofía del Jeet Kune Do se perdió entre tanto cambio del guion para acomodar a los dobles que interpretaban al fallecido. 

Al final, El Juego de la Muerte termina siendo, en mi opinión, una película que más que honrar a Bruce Lee, busca sacar varios dólares a costa de su fama. Pero a continuación me contradigo, ya que al menos estoy feliz de poder haber visto el enfrentamiento brutal de Lee contra el gigante Kareem Abdul-Jabbar, mientras Lee viste su icónico traje amarillo, que muchos años después sería la inspiración para el traje de Uma Thurman en Kill Bill Vol. 1. 

Esta película es solo un ejemplo del frenesí cultural que la muerte de Lee generó en el mundo. Poco tiempo después de su muerte se comenzó la “Bruce-explotación”, es decir, la explotación post mortem de la imagen de Lee en la industria. Muchos actores imitaban a Bruce Lee, teniendo las mismas características físicas, peinado, movimientos y cambiando sus nombres a “Bruce Li” o “Dragon Lee”. También varias productoras produjeron películas como “Los Clones de Bruce Lee”, “Game of Death II” y un sinfín de películas que tenían como principal objetivo sacar provecho de la imagen del fallecido actor.

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Incluso muchos años después de su muerte se sigue explotando su imagen y las teorías conspirativas continúan. En 1993 su hijo, el actor Brandon Lee, falleció en medio de la grabación de la película El Cuervo, en circunstancias igualmente extrañas a las de su padre, recibiendo un disparo en medio de una grabación, con una pistola que había sido cargada por accidente con un cartucho de verdad. Por esto se dice que la familia de Lee fue maldecida, ya que Brandon Lee murió a los 28 años de edad, dejando igual que su padre, una película incompleta y muriendo al comenzar a estar en la cima de su carrera.

La leyenda nunca dejará de existir y el tiempo solo incrementará el merecido reconocimiento del maestro y actor Bruce Lee. Uno de los principales exponentes de las artes marciales en el cine y en el mundo occidental; un puente cultural que dio al mundo, además de un nuevo estilo de combate una gran fuente de filosofía. Bruce Lee fue el que nos enseñó que hay que ser amorfo como el agua, volátil, cambiante, adaptable. Se sirve agua en una taza y el agua se convierte en la taza, se sirve el agua en una tetera y el agua se convierte en esa tetera, el agua puede fluir o puede aplastar, “sé como el agua, amigo.”