EPIPREMNUM AUREUM


por Nadya Khoury

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Hace ya unos meses que esa trepadora pasaba al jardín de al lado. Una planta de interior con hojas de color amarillo, blanco o verde claro. La utilizan como elemento decorativo porque tiene un aspecto atractivo, es muy resistente y no exige mucho cuidado. Alguien vino para que les resolviera tal problema y pareció una solución viable cortar el tronco. Sus hojas inertes provocaron un duelo vestido de ira, que entenderán algunos lectores si se concibe lo cultural en relación a lo natural, como una impotencia unívoca.

Ella sólo actúa, sólo es. Lo hace del único modo que sabe: acumular, transportar, compactar, desgastar. Por su misterio, se nos antoja sabia y a pesar de su inocencia, también la juzgamos cuando vemos sus errores. No premedita. Yo en cambio, recorro su piel a distancia, miro de un lado al otro y con “gran pasión”, en algún lugar me encuentro. Ritmos, patrones y formas similares que no fueron creados para mí, pero insisto en sentirlo, ¿no es así?
A veces la naturaleza se ríe de nuestra ignorancia, pero el resto del tiempo alimenta su amargura por nuestra estupidez.

Al mirar un ciclo con claridad es cuando parece ser un juego. Desde luego, una escisión constante. Comentamos sobre ellas, esas efímeras raíces que dejamos a donde vamos y volvemos. Corta un esqueje con semilla y una raíz aérea. Introdúcelo en un recipiente con agua y en semanas tendrás otra planta. Deseos encarnados y una imagen volátil, que eterniza la realidad para construir una nueva.

El ayer aparenta ser una planta progreso en un jarrón. La sensación conservada es ahora una abstracción de corte y confección que se reconstruye cada vez que la recuerdo. Aunque no logre evocar ese otro día en aquella siembra, digo que es un gesto de interferencia y me conformo con imaginarme el resto. Rememoro y me apropio de éstas; duermo, sonrío y le saco la lengua manchada de azul a mi madre que me retrata con un disfraz en algún cumpleaños… Sin búsqueda alguna hacia lo bello o a su retrato, en complicidad con el tiempo, la naturaleza, al igual que la memoria, desdibuja, transforma y hace poesía.

Nadya KhouryComment