HELLO GOODBYE


por Maia Otero || ilustrado por paula camila de león

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Solía enfrentarme a los finales con una frialdad implacable, convenciéndome a mí misma que eran ineludibles.  No me permitía mirar hacia atrás con sentimentalismo, ni cerrar los ciclos con el cariño necesario. Saltaba al vacío segura de que el vacío me atraparía. Que el vacío real era el precipicio del que salté. Me repetía a mí misma que el cambio era necesario, el cambio era necesario. Es necesario. Para cambiar hay que concluir. Saber decir adiós es importante, más importante aún es saber cuándo decir adiós. 

Al inicio de Mad Men, conocemos a Don Draper, un hombre atormentado por su pasado y los secretos que arrastra. Es un hombre que intenta escapar de sí mismo, pero que nunca se ha perdonado. Constantemente intenta reinventarse pero el pasado le pasa factura mensualmente junto a la cuenta de la luz y el teléfono. Se esconde tras las consecuencias legales y sociales de su pasado, pero la verdadera consecuencia para Don sería mirar dentro de sí mismo para entender sus acciones. 

Don se acerca al cenit de su carrera cuando le ofrecen la cuenta de Coca-Cola (a él, y un salón de conferencias lleno de hombres parecidos a él). Como Sísifo que llega a la cima día tras día sólo para la piedra caer nuevamente, Don se da cuenta de que este parámetro de éxito era un simple oasis, y al alcanzarlo se da cuenta de que frente a él sólo se extiende el vasto desierto de su ser. Así que escapa. Sin despedirse, sin pensarlo. Salta, seguro de que caerá, como lo ha hecho tantas veces antes. 

Es extraño ver a un personaje buscándose desesperadamente, casi contra el reloj, antes de que una serie llegue a su cierre definitivo. Los televidentes buscan casi siempre un final satisfactorio, algo que concuerde con el arquetipo del personaje que se han creado. Don Draper es el protagonista de la serie, y sin importar qué tan aberrantes sean sus acciones, siempre estamos de su lado. Pero esa línea de protagonista se nubla al final. Nos preguntamos qué hace este hombre dejando su trabajo, regalando su carro, acudiendo a un retiro espiritual. Se aleja de todo porque él mismo se aisló y luego se preguntó por qué estaba solo. Intentó cumplir el rol de hombre proveedor, rol que nunca conoció pero quiso cumplir. Lo más importante que aprende Don al final de la serie es que no hay respuestas, pero que no está solo. 

Los últimos momentos de Don nos dejan proyectarnos sobre el personaje, y efectivamente, sobre nosotros mismos. Se puede ser optimista y concluir que Don Draper superó sus fantasmas y vuelve a la avenida Madison un hombre renovado, o ser un poco más cínicos y pensar que lo único que logró Don fue encontrar la manera de destacarse entre sus pares para hacer un comercial de Coca-Cola. Pero podemos estar de acuerdo en que algo que termina no es nada más que algo que inicia; el verdadero cambio empieza con el reconocimiento de aquello que dejamos atrás. Adiós Don y gracias por ser imperfecto. 

Maia OteroComment