AVATAR


por Rita Lozano

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La serie Avatar: la leyenda de Aang, es sin duda la mejor historia animada de principio de siglo. Las razones son variadas, pero sin duda la extensión de la misma, versus la duración de las películas les permitió lograrlo. Ya que aunque los personajes principales son niños y adolescentes, a través de sus experiencias, vemos no sólo como es que ellos maduran y crecen, sino también como varios adultos cuestionan sus formas de hacer las cosas. Algo que podemos comparar de manera muy cercana con lo que se está viviendo en el 2020: cómo las naciones también pueden evolucionar y madurar para tomar acciones hacia un futuro de mayor bienestar.

Avatar trata de un mundo en el que algunos de sus habitantes tienen la habilidad para dominar los elementos de la naturaleza - agua, tierra, fuego y aire. Las naciones están divididas según el tipo de habilidad. Sin embargo, La nación del fuego invadió a las otras naciones en un afán por conquistar el mundo. El Avatar es el responsable de mantener la paz y su habilidad especial consiste en dominar los cuatro elementos. Sin embargo, éste ha quedado atrapado durante 100 años, lo cual permitió que el imperialismo de la nación del fuego se expandiera. La aventura inicia cuando dos hermanos de la tribu del agua descubren a Aang y lo ayudan a descongelarse. Pero el Avatar es apenas un niño y aún no sabe manejar todos los elementos. Así que inician un viaje junto con Aang en busca de maestros para que le enseñen, y así poder restablecer la paz.  

Una superproducción con alma artesanal

Parte de la estética que de algún modo cautiva en todo momento, es que la serie está plagada de referencias a grupos étnicos, costumbres e historia de la humanidad, pese a que están mayormente inspiradas en los pueblos Asiáticos. 

Ejemplo de ello es el vestuario que Toph usa en su casa, el cual es similar al que se usaba en China, durante la Dinastía Tang. Los uniformes de los soldados de Ba Sing Sé similares a los de los soldados de la dinastía Quing. Las guerreras Kioshi a las Onna-Bugueishas del Japón. El vestuario de la alta sociedad, así como tocados de Ba Sing Sé, corresponden a los de la región de Manchuria en el siglo XVII. Los de civiles de la nación del fuego a trajes tailandeses. Los de los maestros aire a los vestuarios de los monjes tibetanos. El de la tribu agua del sur a la cultura Inuit, mientras que la tribu del norte a la vestimenta tradicional Sireniki. La corona del señor del fuego a la corona tradicional coreana de Baekje y las armaduras de la nación del fuego a las tradicionales chinas, por poner algunos ejemplos.

Las coreografías de los movimientos de los personajes para controlar los elementos están basadas en arte marciales de China. Lo mismo sucede con las construcciones, ya que algunas de ellas están inspiradas en edificios representativos o estilos de construcción. Todo ese cuidado, hace que nos sea fácil reflejarnos, aceptar a estos personajes. Las identidades formadas resuenan de alguna manera como totalmente posibles en el interior del espectador. Para ello, los creadores de la serie Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, contaron con asesores culturales, como Edwin Zane.

Temas tan oscuros como luminosos

En un mundo convulso por una guerra que ha durado ya 100 años, no sólo la avaricia de poder, el genocidio, rencor y venganza son expuestos; también situaciones como el machismo, la diferencia de clases, el tráfico de animales e incluso un padre que abiertamente demuestra que no quiere a su hijo. Aunque también se abordan otros temas más afables, como la amistad, el enamoramiento, los chakras, el derecho a divertirse. La variedad disponible en sus capítulos es más que interesante.

Así mismo, hay un rasgo peculiar que se aborda, que se ha ido perdiendo en el carácter de las personas y de algún modo se rescata en la serie: el optimismo. No se plantea de manera banal, ni depende del éxito o fracaso de la empresa, sino como modo de supervivencia y camino hacia el logro de objetivos. Lo fueron dibujando a lo largo de los capítulos tal y como plantea el poema de William Ernest Henley dedicado a Robert Thomas Hamilton Bruce. 

La igualdad en los personajes 

La construcción de personajes es estupenda, aquí es difícil elegir a uno solo como favorito pues hasta aquellos que serían considerados secundarios, como el Tío Iroh son memorables. Los personajes femeninos son igual de fuertes que los masculinos, tanto protagonistas, como antagonistas y la diversidad física, como la ceguera o paraplegia. 

La dimensión psicológica

A diferencia de otras series, el aspecto mental y emocional de los personajes se muestra claramente, como una parte vivencial, un poco más apegado a la realidad. Esto hace que cada personaje esté mejor definido. Sus emociones y cómo las manejan es sin duda lo que marca la diferencia en el camino que siguen, sin embargo, queda muy claro que la decisión de cómo afrontar las cosas depende de cada persona. Los temores, los sueños y sus significados, la locura, la depresión y los traumas, así como la búsqueda de identidad, la auto reflexión, son territorios explorados.

La animación

Como todas las series, en el principio tiene una calidad aceptable y va mejorando con el tiempo. Aunque ocasionalmente presenta algunos descuidos, en general es muy cuidada. Las coreografías de pelea son realmente bien realizadas, el manejo del color, especialmente en los últimos capítulos de la serie es impresionante. Incluso los animadores de explosiones hacen una labor extraordinaria.

De viajes en el exterior y en el interior

Crecer, o llegar a una mejor versión de uno mismo, como se muestra en esta serie, lo mismo puede sucederle a un niño de 112 años a quien se le ha asignado una responsabilidad enorme, mientras él sólo quiere seguir siendo niño, que a un joven de 16 años que se desvive por demostrar a su padre que ha crecido, o a un adulto que ha vivido lleno de comodidades toda su vida y opta por enfrentarse al mundo a su manera con un oso de compañía o a un anciano que después de haber cometido atrocidades terribles, la vida le enseñó que el mejor camino es el de la paz y la alegría.

Aún así, hay quienes a pesar del recorrido deciden quedarse con las viejas ideas y los mismos resultados. De lo más interesante en esta serie es el planteamiento de las distintas sociedades con idiosincrasias únicas y su posibilidad de cambio cuando los sistemas establecidos son cuestionados y desafiados, porque curiosamente esa es la premisa que nos lleva al crecimiento, la de la libertad, así como la autonomía posterior al conocimiento.  

Lo posible y lo imposible como ejemplo para la realidad

Recuerdo que cuando estaba por salir el final de Avatar, las generaciones jóvenes estaban muy al pendiente de esta historia y de la de Harry Potter en libro. Había varias similitudes y las soluciones que ambas historias plantearon quedaron como un referente, como posibilidades ante situaciones que en ocasiones parecen imposibles de resolver ¿No es así ese pequeño universo individual que preferimos llamar vida? Sin embargo, me pareció que la manera en que el guionista a Aaron Ehasz, junto con su equipo de escritores y los creadores de la serie resolvieron tramas y subtramas fue magistral y más idónea para los tiempos actuales. 

En estos días que nos hemos tenido que guardar en nuestras casas para detener la epidemia, ésta sería mi recomendación, para que desde su casa se permitan viajar con estos personajes y disfrutar de esta historia narrada en 3 libros o temporadas (Agua, Tierra y Fuego) que resultan en 61 episodios de poco más de 20 minutos. Ya sea para un maratón de fin de semana o en varios días, esta serie es imperdible para todo aquel que guste de la animación.

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