UNA CÁMARA HUMANISTA: JEAN RENOIR Y EL REALISMO POÉTICO


Une Partie de Campagne (1940) Dir. Jean Renoir

un texto de isabelle tavares

Une partie de campagne, película de Jean Renoir del 1936, hace uso del realismo poético para retratar una serie de diálogos que se tejen entre la realidad y la abstracción. En esta sátira de 40 minutos que retrata el viaje al campo de una familia parisina, en vez de proyectar las emociones de los personajes en la naturaleza, creando una suerte de antropomorfismo, Renoir genera un diálogo entre ambos.

Como típicos burgueses, la familia parisina — compuesta de la suegra, el padre, la madre, la hija y su pretendiente, dependiente de una tienda — pasan el día en el campo para un picnic. Dos hombres locales, Rodolphe y Henri, le ofrecen un tour en bote a la mamá, Juliette, y a su hija, Henriette. Los dos pares — los tempestuosos Juliette y Rodolphe, y los más recatados Henriette y Henri —, tienen esa tarde un romance tan pasajero como la tormenta que lo interrumpe. En los últimos 10 minutos de película, muchos años después, Henri y Henriette se reencuentran por casualidad en el mismo lugar en el que compartieron un beso apasionado, pero esta vez ella está con su esposo Anatole, y entendemos su trágico arrepentimiento.

A inicios de los 1860, los pintores impresionistas dejaron sus estudios para pintar “en plein air”, para así poder plasmar los matices de las texturas del mundo natural. Renoir es el segundo hijo de Pierre-Auguste Renoir, el influyente pintor impresionista. Comparte con su papá su amor por la realidad, y lo emplea a través de su fluido montaje de la mise-en-scene, a la vez que critica la creencia fundamental del impresionismo: que el arte no sirve más allá de lo bello. Demuestra que la tragedia es parte de la belleza. Como los impresionistas, Renoir prefería filmar en exteriores. Crea un balance de tensiones entre la realidad y la abstracción. Esto se estiliza a través del realismo poético, que Thorburn describe como “un interés en el mundo exterior y las relaciones entre el personaje y ese mundo.” El realismo poético contiene cuatro fundamentos: edición en cámara, el rodaje en locación, una cámara que se mueve con fluidez, y un compromiso con la profundidad de campo. Renoir utiliza magistralmente estos cuatro elementos.

La cámara de Renoir se toma su tiempo en Une partie de campagne. La película está compuesta de una serie de planos secuencias que le permiten al espectador deleitarse en el paisaje natural y en la acción dramática. En una entrevista del crítico Diego Cepeda, éste menciona un artículo escrito por Jean-Claude Biette, “La mariposa de Griffith”, sobre El Rayo Verde (1986) de Eric Rohmer. La situación es una especie de quizz para el cineasta: si pasa una mariposa por el cuadro, ¿el realizador sigue filmando y abraza la realidad, o corta, espera que pase, y empieza la acción desde cero? En una escena en la que Juliette y Henriette conversan en la hierba, una mariposa entra, ligera, y sale de cuadro. Al aceptar la mariposa, símbolo de la realidad, y a la vez seguir con la acción dramática de la ficción, Renoir crea un diálogo magistral entre ambas.

Renoir siguió, literalmente, los pasos de su padre al filmar Une partie de campagne a las orillas del Sena, donde su padre pintó La Balançoire, cuadro en el que los espectadores pueden admirar a una joven en un columpio de pie en el campo. Filmando in situ, Renoir se entrega a la verdadera luz y a los sonidos reales del Sena. Retrata hormigas reales en la hierba real, brisa real que mueve hojas reales, y reacciones reales, humanas, a estas hormigas, hierba, brisa y hojas. El realismo poético se visibiliza principalmente a través del uso de la edición en cámara, que Thorburn describe como un “compromiso con las tomas largas” que le permite a la audiencia “asimilar lo que ve y sacar conclusiones al respecto.” Cambiar la profundidad de campo, el foco, o pasear la mirada a otro personaje u objeto, le generan al espectador la sensación de ser parte del montaje, y de que la cámara es “el testigo vivo de lo que ve, y responde a ello” (Thorburn). Al responder a estas interacciones entre los personajes y la naturaleza, la cámara imita el movimiento esporádico del ojo humano. Captura también la mente, en tiempo real, pensando y reaccionando.

La naturaleza ha sido parte íntegra de los encantos del cine desde sus inicios. En Le Repas de Bébé de los Hermanos Lumière (1895), los espectadores vieron por primera vez en pantalla el movimiento de las hojas en el viento. Georges Méliès declaró que “sentía el potencial revolucionario de las imágenes en movimiento” en ese inquieto follaje (Meilvang, 2008). Encarnando a la chica del cuadro impresionista La Balançoire, Henriette “se entrega dulcemente al abrazo de la naturaleza” y vemos su disfrute desde todos los ángulos — de abajo, de lejos, en un plano medio, y en un plano que se mueve con ella al nivel de sus ojos — mientras se balancea en el aire, en un vaivén de luces y sombras, meciéndose dentro y fuera de cuadro (Perez, 1989). Luego, le confiesa a su madre la “inmensa ternura” que siente por “las docenas de cositas bajo cada brizna de hierba, que están vivas y que se mueven.” La respuesta sosa de su madre “eso es la naturaleza”, acentúa lo conectada que se siente Henriette con lo que la rodea. Es también una metáfora de su incipiente sexualidad. Poco después, madre e hija se encuentran con un par de locales. Los mosquitos empiezan a picar y el padre avisa que viene una tormenta, agregando así una tensión. Un traveling de 10 segundos nos pasea perezosamente río abajo con Henriette en el bote de Henri. Renoir “quiere que sintamos con la hija” sus reacciones maravilladas entremezcladas con los largos travelings de la naturaleza zumbando con la brisa (Perez). A la vez, nos “invita a distanciarnos de ella” y nos ofrece un plano de 48 segundos al borde del río, sin personas, “liberando a la cámara de su rol como proveedora de perspectivas que se centren en los personajes” (Perez).

Renoir respeta la autonomía de la naturaleza y la habilidad de la audiencia de formular sus propias respuestas. A través del realismo poético, logra retratar este pensamiento con un acercamiento que prioriza el paisaje antes que la historia, y se hace preguntas en voz alta sobre nuestra relación con la naturaleza, con nosotros mismos, y con el otro.