LA FUGA DE LOS PIRATAS
Jean-Louis Jorge en contexto
por Diego Cepeda
Todo esto surge de una intuición.
Cualquier tesoro anhelado necesita de una aventura que esté a su altura. Un laberinto lleno de trampas, desafíos, revelaciones y sorpresas; en donde el misterio, la desdicha y el deseo tiren de los hilos del destino. En otras palabras, estoy tratando de proponer un contexto para acercarnos a la obra del cineasta dominicano Jean-Louis Jorge, un mapa que nos lleve por las distintas rutas que abren sus películas-navío, pasando por tres o cuatro costas, escuelas y sistemas de producción distintos, varios documentos empolvados y algunos navegantes secretos, que espero, ganen la confianza del lector a lo largo del viaje.
Tengo el presentimiento de que las dos películas que se han hecho públicas de Jean-Louis Jorge entablan diálogos y relaciones con la explosión de ciertos “nuevos cines” a finales de los años sesenta y a lo largo de la década de los setenta: las primeras manifestaciones de la diáspora en la cinematografía dominicana, el Nuevo Cine Latinoamericano, como el grupo de Caliwood en Colombia o el Nuevo Cine Cubano, el conjunto de películas y cineastas afroamericanos y caribeños que se llamó L.A. Rebellion en California, el cine underground neoyorquino y finalmente los “cines diferentes” que aparecieron en Francia después de la Nouvelle Vague y Mayo del 68, como lo fue el del poco conocido Grupo Diagonale.
Algunos de los factores que me llevaron a ello son los traslados geográficos del propio cineasta, la temática y la forma de sus películas, como también las personas que coloca delante y detrás de cámara. Quizás esté escribiendo este texto sobre Jean-Louis Jorge como excusa para hablar sobre estos otros movimientos que me emocionan, ponerles cara, nombre y apellido, o quizás también esté hablando de estos movimientos como excusa para hablar del cine de Jorge, para trazar una pequeña herencia secreta con las que también podemos identificarnos, pequeñas historias de las que podemos también formar parte y construir una mirada.
Si algo tienen en común todos estos escenarios diferentes, es quizás el aspecto de orfandad en la historia del cine, el impulso por reconstruir imaginarios que fueron saqueados por una industria despiadada, por el monstruo de los medios masivos y la publicidad, por reglas y sistemas de producción, por gobiernos totalitarios, por el despojo de todo lo que algún día podíamos llamar “nuestro” - si es que acaso llegó tal día. Imagino a Jean-Louis Jorge como un pirata que va contrabandeando miradas y canciones, cambiando afiches de Greta Garbo por otros de Gene Tierney o Jane Russell, bailando en algún club nocturno de Los Ángeles o París en busca de su nueva estrella, llorando por las noches con el sueño de una isla que nunca lo deja… o quizás sólo estoy exagerando.
De este artista se sabe más bien poco y no se ha hablado lo suficiente, sin embargo, los esfuerzos por traer de vuelta sus películas han despertado una gran curiosidad alrededor de su obra, dentro de una cinematografía como la dominicana, que se pensaba para los años setenta frágil, llena de huecos y ausencias, en mayor medida como consecuencia de un legado aniquilador de imágenes como lo fue la dictadura de Trujillo y las intervenciones militares estadounidenses.
En este caso, la diáspora caribeña fue testigo de muchos esfuerzos por generar imágenes y gestos, y a la vez, de imaginar los pasados posibles en los que pudieron tomar cuerpo. No es casual que en el cine de Jean-Louis Jorge habite el deseo transformador y revolucionario de los cuerpos trans, de la noche y el día de los clubes nocturnos, de la iconografía revisionista del Star System hollywoodense (más cercano al camp de Kenneth Anger), del amargue y del sueño obsesivo con lo que ya se fue o con lo que no ha llegado todavía; algunos ecos de lo que apenas empezaba años atrás en el terreno musical de la República Dominicana, específicamente en la bachata de una Mélida “La Sufrida” Rodríguez (yo soy mala y seguiré siendo mala / porque es mucho lo que sufrí por ser buena / es mejor ser mala y parecer buena / que ser buena, y que me culpen de mala) o resonando en la guitarra maldita de un Eladio Romero Santos.
Jean-Louis Jorge estudia en UCLA en Estados Unidos a finales de los años sesenta, en donde conocerá a sus compañeros de clase, Luis Ospina y Jean-Marie Bénard, que además de grandes cineastas, ambos fueron los responsables de la actual restauración y puesta en valor de su obra¹. En 1973 realiza La Serpiente de la Luna de los Piratas como su proyecto de tesis, ganando el Gran Prix en el Festival de Toulon en Francia, un certamen dedicado a las “nuevas olas” internacionales y al cine underground, clave que retomaremos más adelante. Posteriormente se instala en Francia en donde realizará Mélodrame, teniendo su estreno en la Semaine de la Critique en Cannes en el año 1976.
Si enfrentamos una brújula con la historia del cine, rápidamente nos daremos cuenta de que como todas las historias y todos los paisajes, se compone de forma dinámica en un número infinito de puntos, fugas y diagonales. Nuestro trabajo sería entonces esbozar cuáles son estas posibles fricciones y puntos de contacto, para posteriormente comprender la obra de Jean-Louis Jorge como parte de un contexto más amplio.
En nuestro itinerario, me parece pertinente indicar que durante la estancia de Jean-Louis Jorge en UCLA, de 1967 al 1973, se empezaba a alzar uno de los movimientos cinematográficos más importantes - e ignorados - de la década: el L.A Rebellion. Un movimiento que nace de una masa crítica de cineastas de origen o ascendencia africana y caribeña, que juntos produjeron un cuerpo de trabajo rico, innovador, sostenido e intelectualmente riguroso, independiente de cualquier influencia de la industria del entretenimiento, sensible a la vida real de las comunidades negras en Estados Unidos y en todo el mundo.
Películas como Water Ritual #1: An Urban Rite of Purification de Barbara McCullough o la performática danza de Lina Martina Young en Four Women de Julie Dash, ponen en su centro un tipo de exorcismo a través del cuerpo de la mujer negra, en donde la cosmología de la diáspora africana y las voces del cuerpo esclavizado reclaman un trance y una escucha. Algo así como estarían los personajes atrapados en los bailes interminables y compulsivos en La Serpiente de la Luna de los Piratas.
Luis Ospina confirma el hecho de que aún siendo alumnos del UCLA, por su condición de extranjeros y al igual que sus compañeros chicanos y asiáticos-americanos, todos ellos se sentían más cercanos al espíritu de estas películas que al de sus cohortes blancos. Además de Dash y McCullough, me permito citar otros nombres y películas determinantes para el movimiento: Charles Burnett (Killer of Sheep, 1978), Larry Clark (Passing Through, 1977), Billy Woodberry (Bless Their Little Hearts, 1983), Haile Gerima (Harvest: 3,000 Years, 1975).
Antes de dejar los Estados Unidos, me parece necesario cruzar hacia la Costa Este, en donde un personaje que dialogaría muy bien con las intenciones formales y estéticas de Jean-Louis Jorge, dejará su huella en el cine underground neoyorquino. El puertorriqueño José Rodríguez-Soltero, al igual que Jorge y a la sombra de personalidades como Andy Warhol y Jack Smith, logró evocar un mundo queer, psicodélico y melodramático a mediados de los años sesenta. Jerovi (1965) y Lupe (1966) protagonizada por la superstar Mario Montez, son dos de sus películas que entrarían en conversación con la “etapa americana” de Jean-Louis Jorge.
Pasemos a Francia y retomemos entonces, el tema del Festival de Toulon. Cuando se busca información sobre la obra de Jean-Louis Jorge, uno se encontrará repetidas veces con el nombre de este festival en notas de prensa, pequeñas biografías, artículos in memoriam. Pero creo que en ningún momento se ha elaborado sobre el peso significativo que tendría para la carrera del cineasta, por lo que quisiera elaborar sobre esto.
En unas declaraciones, el crítico y cineasta francés Jean-Claude Biette (un auténtico provocador de terremotos en la vida de cualquier cinéfilo) explica de manera condensada el marco en que se inscriben los años setenta en relación al tema de los “cines diferentes” y este festival en particular: “Estaba también (Marguerite) Duras. Era antes de su primer éxito, con India Song, en 1975. Era una cineasta marginal y consideraba y defendía el «cine diferente», por parte de todos aquellos que hacían películas pobres. Teníamos la sensación de estar llevando a cabo una «resistencia», haciendo un cine libre, del que ella era la gran protectora. Todo este «cine diferente» se proyectaba cada año en el Festival de Toulon, que luego se convirtió en el Festival de Hyères, con un sector experimental, no narrativo, que se inspiraba sobre todo en el cine de vanguardia americano de mediados de los años 60: Kenneth Anger, Mekas y otros. Era un cine visual, extremadamente pictórico…”².
En este contexto de cines diferentes, eufemismo para indicar su condición marginal, es donde trazaremos los últimos puntos de contacto de este primer viaje. Quisiera exponer una serie de coincidencias y revelaciones con las que me he ido encontrando, que parten puramente de la intuición propia de que Jean-Louis Jorge puede ser una figura muy cercana a lo que se llamó el Grupo Diagonale.
Para entendernos, Diagonale es el nombre de una productora independiente, a la vez escuela, a la vez sistema, fundada por el cineasta y crítico Paul Vecchiali, agrupando a una serie de amigos como lo fueron Jean-Claude Biette, Jean-Claude Guiguet, Marie-Claude Treilhou y otros que tenían un amor profundo por el cine francés de los años 30. Serge Bozon hablaría de Diagonale³ como la última gran escuela después de la Nouvelle Vague. Las películas del grupo se aferraban al riesgo de la ficción, así como también a los cambios de tono abruptos y la comedia.
El caso de Mélodrame de Jean-Louis Jorge nos presenta algunas pistas. Además de aparecer en el mapa hacia el mismo año en que nace Diagonale, un nombre que luego será muy importante para la productora se ilumina a los pocos segundos en la pantalla: Martine Simonet. Una actriz que luego habitaría en algunas de las maravillosas primeras películas del grupo como Le Théatre des Matières de Biette, Les Belles Manières de Guiguet y Simone Barbès ou la vertu de Treilhou. Otros dos nombres que me llamaron la atención fueron los de Vicente Criado y Maud Molyneux, ambas estrellas en Tam Tam de Adolpho Arrieta, un inquieto cineasta al que se suele asociar con el grupo.
Digamos entonces, que de alguna manera las historias ignoradas del cine, ya sean grandes o pequeñas, conspiran mano a mano, unas con otras, susurrando… trazando entre todas una línea que hay que seguir una vez se logra ver. Al final de esta línea yace el secreto. Algunas de estas historias parecen estar relacionadas entre sí, con algo de suerte, seguiremos encontrando evidencias a lo largo del camino.
El mapa aún no termina.
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Ver La Serpiente de la Luna de los Piratas, Jean-Louis Jorge, 1973 aquí
Ver Mélodrame, Jean-Louis Jorge, 1976 aquí
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¹ En conjunto a la reciente labor investigativa de la dupla de cineastas contemporáneos Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, quienes le dedican su última película La Fiera y La Fiesta (2019)
² Entrevista a Jean-Claude Biette por Jean Narboni y Serge Toubiana en Poétique des Auteurs (1988), un libro que recoge los textos que escribió en los Cahiers du Cinéma. Traducido del francés de Francisco Algarín Navarro para la Revista Lumière.
³ En una entrevista a raíz del estreno de una de sus películas, Bozon cuenta una anécdota a la que llama “la vieja historia en el corazón del cine francés”: “Cuando Jacques Rivette dirigió su gran documental sobre Renoir, Renoir, le patron, Eustache era el editor. Cuando terminaron de editar, se preguntaron qué era lo que Renoir les había enseñado. Eustache dijo que Renoir decía que deberías filmar lo que conocés, tu vida, y Rivette contestó que lo que entendió es que deberías filmar lo que no conocés, lo que jamás experimentaste y potencialmente jamás experimentarás. Desde entonces el cine francés ha estado siempre dividido entre los que como Eustache y Garrel filmaron su propia vida y los que como Rivette y Vecchiali se quisieron aferrar al riesgo de la ficción, así como también a los cambios de tono abruptos y la comedia.” Lucía Salas, Lucas Granero, El mundo a flor de piel - Sobre Diagonale. Publicado originalmente en La Vida Útil Nº1, abril de 2019.
⁴ Fernando Ganzo. Conversaciones con Pierre León (IV). A propósito de un gran cineasta. Revista Lumière Nº5. Declaraciones recogidas en París el 20 de octubre de 2011.