EN BÚSQUEDA DE LO ESCONDIDO


por Maia Otero

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Ciertas películas tienen la intención de ser sentidas, no entendidas. Tienen el poder de despertar en nosotros emociones que no sabíamos tener guardadas, traumas que no recordábamos haber vivido. Nos permiten explorar emociones que en nuestras vidas no podríamos apreciar. He vivido porque el cine me lo ha regalado. 

Las películas hacen uso del artificio del cine para adentrar al espectador dentro de un mundo del sentir, e intentan ofuscar este artificio para no interrumpir tu viaje. Estaba en la sala de cine, viendo Stalker por primera vez, dejándome llevar por los colores apagados, el ambiente húmedo, y sideral, cuando un corte me despertó de un sueño que no sabía que estaba viviendo. Tarkovsky no esconde su uso del artificio, la película cambia de tonos sepia a color cuando entramos a La Zona con los personajes, pero este corte sucede cuando los personajes ya están dentro de la Zona, siguiendo el camino indicado por el Stalker. 

La película hasta ese momento llevaba un ritmo lento, pero marcado, y establecido. El dispositivo ya se había filtrado en el subconsciente del espectador, los ritmos respiratorios de la película y espectador se sincronizan. Cuando llega un corte que rompe ese ritmo. Con una pequeña elipsis temporal, me pregunto si a la copia le falta una escena. No puede ser, me digo. Me siento mejor en mi colchoneta. Me pregunto si me dormí. Un corte que crea una arritmia dentro de la armonía interna de la película, pero es una arritmia que nos acuerda que los silencios son lo que crean la melodía. Y lo más importante, que permite tomar un respiro, un pequeño descanso en el que podemos poner los pies sobre la tierra (figurativamente) y sentirnos presentes. Nos recuerdan que ver una película es un compromiso entre la película y el espectador, y hay una relación que se nutre al permitirle ser espejo y ver el reflejo. 

Un corte puede sugerir significado y esclarecer dudas. Sugiere una continuidad temporal, mantiene una relación estable con el tiempo. Un quiebre en esa continuidad genera confusión en el espectador. Todos los cortes esconden algo, pero este me hizo muy consciente de lo que yo no estaba viendo. Pensé mucho más en eso que en lo que si estaba viendo. Todos los cortes esconden algo, pero no todos me han hecho pensar tanto en lo que esconden como ese. Lo que no se ve es igual de importante, y pesa igual que lo que sí vemos. En los momentos en los nos sentimos como observadores de nuestra propia vida, mirando de fuera algo que nos parece pasivo, y queremos hacer un corte directo, es bueno recordar que los cortes no existen. Son una pantalla que esconden un sin fin de posibilidades, y somos consciente que sin aquello que no vemos lo que vemos no fuera posible. 


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