EL MIEDO NO ES MÁS QUE UN SUEÑO

El terror lírico de The Night of the Hunter


Texto de Bruna Braga

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Nuestra puerta al mundo de The Night of the Hunter (1955), de Charles Laughton, se abre a un fondo cósmico de estrellas que titilan en la distancia sobre un aterciopelado cielo negro. Luego, impreso sobre la noche estrellada, va apareciendo el rostro envejecido de Lillian Gish, que luego se nos presentará como Miss Cooper. Mirando directo a cámara, termina de contarnos la vez en que “el buen Señor subió a la montaña y le habló a las personas”. Pero no nos está contando esto a nosotros como espectadores: de repente, su rostro es remplazado por los de cinco niños y niñas. En un semi-círculo, escuchan atentamente, sus ojos le hacen eco a las estrellas detrás de ellos.

Antes de entrar al mundo del relato, Gish nos deja una inquietante advertencia: “Cuídense de los falsos profetas que vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.” Es una advertencia propia al miedo bíblico, que trasciende el tiempo y el espacio.

Esta vez, el “lobo malo” está vestido de blanco y negro, los colores de los “hombres de Dios”. Mientras conduce sin rumbo por las carreteras de tierra de West Virginia, bordeadas de árboles, cuenta con los dedos a las viudas que ha matado para “seguir predicando la palabra del Señor”. En esos mismos dedos tiene tatuadas dos palabras: “amor” en su mano derecha, y “odio” en la izquierda. Lleva en él no sólo la eterna lucha entre el bien y el mal, sino también la vida misma.

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Basada en la novela homónima de Davis Grubb, escritor nativo de West Virginia, The Night of the Hunter pertenece a lo que ahora se conoce como el Gótico Sureño: un subgénero cuyos orígenes remontan a la literatura Estadounidense del siglo XIX, donde se pueden encontrar la prosa de William Faulkner, o la poética trágica de Tennessee Williams. Es un estilo que destroza el tejido de la vida regional sureña para pintar con un terror lírico escenas de un deterioro rural, de pobreza y violencia.

En esencia, The Night of the Hunter puede parecer un cuento de hadas oscuro. Mientras corren los créditos en la pantalla al inicio de la película, suena una siniestra canción de cuna:

Sueña mi pequeño
Sueña
Aunque el cazador en la noche
Llene de miedo tu pequeño corazón

La canción anuncia los nefastos peligros que nos esperan. Pero antes de que el miedo no nos permita a seguir el viaje, estamos inmediatamente reconfortados al saber que habrá un final feliz:

El miedo no es más que un sueño
Así que sueña pequeño
Sueña

Ya que el cuento de hadas no está solamente escrito para los niños sino también contado por ellos, el consuelo de una solución a sus problemas se vuelve imperativo. Sólo así tendrán el valor de seguir y liberarse de los obstáculos que les esperan.

El cuento de hadas gótico de Laughton se centra en un pastor, el Reverendo Harry Powell, y en su intento de recuperar un dinero robado por su compañero de celda, Ben Harper. Tras la ejecución de Harper, Powell, presumiendo devoción, se casa con su viuda, Willa, y empieza a buscar el dinero. Pero entre él y su recompensa justa y providencial, están los pequeños John y Pearl — los hijos de Harper, y los únicos que saben dónde está escondido el dinero. Cuando quedan huérfanos por la muerte prematura de su madre, los niños tienen que esconderse en el río para escapar de su padrastro.

Todos llevamos dentro una pizca de maldad (algunos más que otros), pero los niños no pueden entender esta ambivalencia moral ni sus matices. Sus mentes están dominadas por la polarización, como en los cuentos de hadas; el bien y el mal presentados siempre como fuerzas diametralmente opuestas. En la película, vemos el mundo casi siempre desde la perspectiva de John, el hermano mayor y protector. En sus ojos, el bien y el mal están tan alejados como el día lo está de la noche.

Mientras el niño sospecha a Powell desde el inicio, los adultos ignoran completamente su verdad oculta. Por otro lado, Miss Cooper es el epítome de la moral cristiana. Claro, tal vez haya algo siniestro incluso detrás de los ojos amorosos de esa mujer: sabemos que tiene a un hijo que la abandonó hace tiempo, por razones que ignoramos. Y aunque luego se convierta en un santuario para los hijos de Harper, el primer encuentro en su pórtico está lejos de ser caluroso. Puede ser dura, e incluso moralizante. Pero nada de esto le importa a John. Para él, ella es su ángel de la guarda, la mujer que lo salvó de las garras del lobo cuando más lo necesitaban.

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Como lo apunta Tom Gunning, “las películas están hechas de momentos que se acumulan hacia un fin y que, de alguna forma, se riegan en nuestra memoria.”¹ Estos momentos, por más entretejidos que estén en la historia, son también inicios y finales. The Night of the Hunter está llena de momentos como estos que contienen mundos, pero quiero detenerme en uno en particular.

Un día, tras darse cuenta de que su madre desapareció misteriosamente, John decide que él y su hermana tienen que escapar de los horrores que podrían llegar a sufrir de la mano de Powell. Intenta engañarlo diciéndole que el dinero está escondido en el ático bajo una piedra, pero falla: el reverendo obliga a los dos niños a ir con él y se da cuenta de que John le mintió, y que el dinero está escondido en la muñeca de Pearl. En una secuencia aterradora, Powell, enfurecido, persigue a John y a Pearl que logran milagrosamente subir las escaleras hacia el ático. Viendo que no encontrará ninguna ayuda en el mundo de los adultos, John se gira decidido hacia la cámara y dice: “Aun nos queda el río.” Perseguidos por su padrastro, John y Pearl corren hacia el río y logran cruzarlo en un botecito justo a tiempo, antes de que el reverendo caiga de rodillas en el fango lanzando aullidos bestiales.

A partir de este momento bisagra, la película adopta un cambio de estilo radical, pasando de una persecución dramática a una liberación casi onírica. Sin adultos a la vista, ahora vemos el mundo desde el punto de vista de John y Pearl: la mirada inocente de la infancia. Un plano cenital nos muestra al bote mecerse al ritmo maternal del río. Pearl canta una inquietante canción de cuna, mientras John duerme. Imágenes de la naturaleza y animales en la orilla que los miran: una rana, una lechuza, una tortuga, un par de conejos, un rebaño de ovejas... A pesar de su extraña apariencia, su presencia no se siente como una amenaza, sino como un consuelo. Ahora nada puede hacerles daño.

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El recorrido de los niños río abajo les toma aparentemente algunos días. Una noche, John decide que van a dormir en tierra firme. El bote se acerca a la orilla, y descubrimos un caserío contra el cielo nocturno. A diferencia de las otras casas que hemos visto en la película, ésta parece sacada de una ilustración infantil. No se ve más que una silueta recortada contra el cielo: un techo con dos chimeneas, un pórtico, y un rectángulo de luz indicando una ventana. Desde esta ventana de luz, vemos la sombra de un ave que canta dentro de una jaula y una sombra semi-circular debajo. Durante todo este tiempo, escuchamos otra canción de cuna — sólo que esta vez quien la canta es una voz materna. Tal vez ella sea la sombra en la ventana: una madre invisible que mece a su bebé. Igual que los animales al borde del río, su presencia nos basta como tótem protector.

John y Pearl entran a un establo mientras sigue sonando la canción de cuna: “Descansa querido, descansa aquí en mi pecho”. Y así hacen. Descansan. Hay una artificialidad surreal en el cuadro de esta escena. A través de una ventana amplia, la suave luz de la luna abraza la oscuridad del establo. Dentro de este rectángulo de luz, tenemos una vista segura de los alrededores de la granja. Los niños duermen tranquilos, pero John se despierta de repente tras un sonido. La quietud de la noche se reemplaza por una voz distante: “LEANING, LEANING, SAFE AND SECURE FROM ALL ALARMS.” Una silueta contra los débiles rayos del amanecer, el Reverendo Powell cabalga, acercándose cada vez más, inexorablemente. El hombre, el horizonte contra el cual cabalga, y el suelo que parece llevarlo hacia John y Pearl, se funden en uno en la oscuridad. Es una imagen de un horror frío, una pesadilla de un mundo colapsado.

El mundo fabricado por Laughton aparece en sombras. No sorprende, entonces, que algunos de los planos más impresionantes de la película sean imágenes de los niños a la merced de la oscuridad. Miss Cooper vigilando, bañada por la luz de la luna, una escopeta sobre su regazo. A través de la ventana, vemos a Powell — el diablo, y el lobo — acechando en la oscuridad, esperando para atacar. Consideremos incluso la llegada del Reverendo Powell a la vida de John y Pearl, marcada no por su primer encuentro, pero por la sombra ominosa sobre la de John en la pared de la habitación del niño. Al reemplazar al padre de los niños, la luz del día que ocupa los primeros pasajes de la película es reemplazada por un vacío oscuro e incontenible. Esto se ve de manera inquietante cuando Willa vuelve a casa una noche justo a tiempo para escuchar al reverendo atormentar a los niños. Ella se queda impotente en el patio, mientras la casa se envuelve en una neblina densa, como si naufragara en un infinito mar negro.

Pero de todos los fascinantes regalos visuales que nos da Laughton, el que me sigue persiguiendo es el de esa mujer en el fondo del río: la imagen espectral de Willa, su cuerpo sin vida enterrado “allá en ese lugar profundo, con su pelo ondeando suave y perezoso, como una pradera submarina”. A diferencia de otras secuencias que son igualmente notables, esta escena está bañada de luz — y es precisamente eso que la convierte en un cuadro de terror, pareciendo pertenecer a otra dimensión.

Si estas imágenes son tan poderosas, es porque la manera en la que Laughton manipuló la luz y la oscuridad busca más que representar una dicotomía entre el bien y el mal. Son tan impactantes que parecen cavar en nuestros más profundos miedos de la infancia, materializándolos en imágenes de un terror lírico que nos dejan sin aliento.

Doce años antes del estreno de The Night of the Hunter, otro inglés llegó a los Estados Unidos para exponer el lado oscuro de la vida estadounidense: Alfred Hitchcock. Citando las palabras de Guillermo del Toro en su entrevista iluminadora para Criterion:

Ambos exploraron la zona en sombras de los Estados Unidos. Hitchcock con su pueblo de cercas blancas en Shadow of a Doubt, fue capaz de ver la sombra que amenazaba en cada esquina con el Tío Charlie. Y Laughton logró ver el Gótico Sureño y encontrar, en ese pastor que cantaba himnos, la amenaza, el horror, los tonos espirituales.

Cuando le pidieron a Hitchcock que nombrara el tema principal de Shadow of a Doubt, él respondió: “El amor y el orden no nos defienden contra el mal”. Aunque se podría decir lo mismo sobre The Night of the Hunter, yo agregaría que ambas películas nos hacen dudar de la simple división entre el bien y el mal.

Volvamos a The Night of the Hunter por un momento. La misma noche que decide confrontar a su esposo sobre sus verdaderas intenciones, la devota Willa, acostada en su cama susurrando sus oraciones, negando todavía el significado de lo que escuchó, termina encontrando su tragedia. Powell tiene su mano izquierda (la mano del odio) alzada hacia el cielo, mientras la suave luz de la luna inunda su habitación que parece una catedral. Pero es con su mano derecha, la mano del amor, que ejecuta el juicio final, cortando la garganta de Willa como “una segunda boca”. Es ese el amor para Harry Powell? Cuál ha triunfado, el amor o el odio?

Al final, tanto el Tío Charlie como Harry Powell reciben su debido juicio — el Tío Charlie de las manos de su propia sobrina (literalmente), y Powell de parte de una multitud dispuesta a lincharlo. Pero ninguna película nos permite cortar de manera limpia. En la última escena de Shadow of a Doubt, vemos a la joven Charlie y a su prometido en el funeral de su Tío. Él está siendo honrado por las personas por las personas del pueblo, y la pareja decide mantener los crímenes del Tío Charlie como un secreto. Como dijo Hitchcock, Charlie “seguirá enamorada de su tío el resto de su vida”.

De manera similar, una vez Powell es capturado, John llora inesperadamente y corre hacia él cargando difícilmente con el peso del dinero. Pasado y presente, padre y villano: todo unido. John será también víctima de las manipulaciones asesinas del reverendo? O es capaz de sentir amor por alguien como Powell?

La película de Laughton termina con un plano general de la granja de Miss Cooper bajo un manto blanco. En primer plano vemos una cerca de madera y un buzón, al que Miss Cooper se acerca corriendo para recoger el correo. Y justo detrás, un humo negro se alza perezosamente hacia el cielo desde una chimenea. Aquí, por primera vez, el blanco y el negro no destruyen nuestro sentido del mundo real, sino que nos aseguran su permanencia.

Entonces, con lo que me quedo de The Night of the Hunter es esto: las dos manos, la del amor y la del odio; la oscuridad envuelta en las sombras y la luz radiante de los primeros rayos del amanecer; la nieve y el humo. Pero sobre todo, me quedo con la confianza de que el miedo no es más que un sueño.


Bruna BragaComment