EL GRAN CIRCO DE LA HUMANIDAD

Model (Dir. Frederick Wiseman, 1981)

un texto de Daniel C.


Una mujer entra a una agencia de modelaje, donde se entrevista con un hombre que recibe aplicaciones y aconseja a los aplicantes en cuanto a su portafolio, comentándoles dónde se deberían enfocar más y sobre los chances que tienen en distintas ramas de la profesión. Este hombre hojea las páginas de su carpeta y le dice que el único problema que puede ver con ella es su baja estatura. Ella mide 5’7’’. Eso es un problema. Es simplemente demasiado pequeña, le explica, no importa lo hermosa que sea. Luego un modelo masculino se entrevista con el mismo hombre, quien le dice que con sus rasgos le conviene más enfocarse en comerciales, pues en publicidad fotográfica le van a pedir una quijada más definida, entre otras cosas. El hombre da estas respuestas sin ninguna crueldad, más bien con empatía. A lo mejor no les quiere faltar el respeto mintiéndoles y haciéndolos perder su tiempo. Eso es lo que van a pedir los fotógrafos y los encargados de la publicidad, por lo tanto es lo que él, como empleado de la agencia, tiene que exigir que tengan. 

Poco a poco en la película, vamos viendo todas las otras exigencias que hay en la “institución” del modelaje. Algunas que quizás nos imaginábamos y otras que no. Aprendemos, de la boca de un director de comerciales, que este es un arte muy difícil porque todo lo que se quiere comunicar tiene que estar condensado en décimas de segundos para colocarlo en un spot en la televisión. Vemos cómo otro director, (tal vez un ex-modelo, con aspecto de maniquí que se pasó de tiempo en el horno) trata de manera condescendiente a una modelo cada vez que le pide que repita una acción, hasta que nos quedamos deseando la respuesta de ella. También vemos escena tras otra de sesiones fotográficas, algunas más grandes y otras más íntimas–en la mayoría de las cuales las modelos no sufren esa condescendencia–y de más modelos entrevistándose en la agencia, o hablando con otra gente sobre lo que la profesión pide y lo que da.

La forma más común y concisa de describir a Wiseman es como un documentalista de instituciones, lo cual no sería una forma incorrecta de describir, de la forma más superficial posible, lo que tiende a documentar. Errol Morris bromea en algún sitio que a Wiseman le fascinan las instituciones como a Fellini el circo. En un circo cada quien tiene un rol, cada quien presenta una cara al público, muchas veces una extravagante. Muchos de los presentadores se pintan, se visten, usan un disfraz o una máscara, en el intento de crear un espectáculo—o en el intento de ser el espectáculo mayor dentro del espectáculo. Pero también hay un juego constante entre la novedad y la tradición, entre la adopción de un lenguaje, un rol, que el espectador pueda entender y el deseo de romperlo para llamar más la atención. Para ser especial. 

Al ver Model (1981) se me ocurría que era la expresión más directa por Wiseman del hilo que se encuentra en todas sus otras películas (o por lo menos de las que he podido ver de su extensa filmografía). En el fondo, todas sus películas tratan sobre cómo la gente se pone una máscara, y luego vive esa máscara. Tratan sobre lo real y lo simulado.

En el punto medio de la película vemos a dos modelos masculinos preparando un video de presentación para sus portafolios personales. A uno de ellos lo entrevistan en la ducha. Si está consciente de su buen aspecto, le preguntan. Mientras se enjabona el cabello y el cuerpo, él responde que sí, que a veces se quedan mirándolo en la calle, y que él no puede mentir diciendo que eso le moleste. Se siente bien, dice. Viendo sus movimientos y sus expresiones, y su forma de hablar, llenos de confianza, uno se pregunta cómo su aspecto—cómo la manera en que los otros lo ven y lo han visto a lo largo de su vida—ha afectado esos manierismos, y más profundamente toda su forma de pensar. Sobre todas las cosas. Al otro modelo lo entrevistan sentado y le preguntan lo mismo. Más pensativo en su silla, él vacila y considera antes de dar una respuesta más modesta y políticamente correcta: “I think there’s an inner thing.” ¿Realmente piensa eso o cree que es lo correcto de decir? ¿Quién sabe? ¿Hay una diferencia tan clara entre ambas opciones?

“No hay nada fuera del texto,” dijo famosamente el filósofo francés Jacques Derrida. Con eso quiere decir que no hay una estructura establecida por la naturaleza que determine cómo debe ser vista, un mundo fijo detrás de las palabras que lo describen, cuyos significados cambian en el tiempo y que surgen de una especie de juego entre ellas mismas, un juego de diferencias y de contrastes. Detrás del texto sólo hay más texto, y por delante sólo puede haber, también, más texto. Como cualquier concepto difícil de entender, yo sólo logro entender éste fugazmente, y no estoy seguro de que esté cien por ciento de acuerdo. Pero, extrañamente, cada vez que estoy viendo una película de Wiseman me siento más cerca de entenderlo.

En esta película vemos a modelos recibiendo instrucciones sobre cómo mirar a cámara, cómo sonreír, cómo bajar las escaleras. Los vemos simulando felicidad maternal para promocionar unas bicicletas, pretendiendo pasarla bien entre amigos para vender abrigos, o fingiendo indignación para un comercial de Burger King. Luego, en los planos de exteriores que Wiseman usa para pasar de una escena a otra y situar lo que pasa en el mundo real, vemos a este “mundo real” poblado del mismo tipo de imágenes publicitarias, para las cuales estamos, de repente, más alertas. ¿Puede ser que todas estas imágenes que contaminan nuestro alrededor no tengan ningún efecto en cómo actuamos? A media película, en una de estas escenas intermedias en el exterior, vemos a tres amigos cruzando la calle alegremente con una fruta en la mano. Estamos esperando ya el momento en que corte y pase al plano del director pidiéndoles más naturalidad o gestos más expresivos, o lo que sea. Pero no llega el contraplano. Eran simplemente tres amigos cruzando la calle. En el mundo real. 

Esta confusión se siente a lo largo de la película. Cerca del comienzo no estamos seguros si un grupo de mujeres con pancartas protestando alguna injusticia es real. “Equal fashion for women,” dice uno de los letreros. Resulta que es una publicidad. Un fotógrafo le pide al grupo que repita la marcha en dirección hacia la cámara varias veces más. Hacia el final de la película, después de haber visto tantas sesiones fotográficas y de publicidad, uno casi espera que cada una de las escenas naturales que uno ve se convierta en un comercial. Un grupo de modelos riéndose y gozando y bailando adentro de un camerino en lo que parece una fiesta improvisada nos pone en duda si están actuando así porque así es que realmente actúan, o porque sienten que así es que están supuestas a actuar. Se comienza a volver cada vez más difícil separar la realidad de la ilusión. 

Sin embargo, si me parece que no estoy totalmente de acuerdo con Derrida es, primero, en un sentido más banal: por influyente o inescapable que sea todo el texto en las formas de ver el mundo, lo que dice pretende expresar una verdad atemporal, fuera del texto, aunque sea solamente para poder ver la realidad de que todo es texto. Es una especie de meta-texto. 

Algo similar se puede decir de la mirada de Wiseman. Wiseman siempre nos hace conscientes de cómo una persona que vemos está adoptando una máscara, un rol, un lenguaje, una forma de hablar y de actuar de la institución a la cual pertenece, que viene también acompañada de toda una forma de ver el mundo. La gente siempre parece estar actuando, pero no para su cámara sino para alguna otra cámara invisible. Al capturar esa actuación, la cámara de Wiseman sirve de meta-cámara. Se puede remover de esa ecuación para mostrarnos que no hay realmente tal cosa como naturalidad absoluta. Lo natural y lo artificial se mezclan de forma inextricable.

Pero es en un sentido más profundo que me parece que Derrida se equivoca. Aunque no se pueda hablar de eso sin utilizar más que “texto”, aunque uno solo tenga al alcance todas estas formas para describirlo donde lo natural se mezcla con lo artificial, eso no quiere decir que no haya algo por detrás, algo fijo, algo intemporalmente humano, a lo cual el texto quiere llegar. No quiere decir que todas las interpretaciones del mundo sean iguales. La mayoría de nosotros no quisiera aceptar el hecho de que un concepto como la justicia, la honestidad, o incluso la belleza, sean simplemente texto, puro discurso, puro sofismo. Es en ese sentido que el concepto de un meta-texto, o en este caso, una meta-cámara, nos puede servir de ancla para volver a la tierra.

La forma en que Wiseman logra usar su cámara como meta-cámara que nos devuelve a la tierra, es encontrando esos tantos momentos de lo absurdo, de lo que no hace sentido dentro de toda la estructura, o más precisamente lo que pone toda la estructura en duda. Wiseman mete, entre las imágenes de esa pseudo-protesta con pancartas, otras imágenes de las reacciones confundidas de gente que pasa por la calle y ve lo que está pasando, un poco perpleja. Absurdo es una mujer de 5’7’’ a quien le dicen que es demasiado pequeña. Absurda es la situación de ese otro modelo, también, que uno podría asumir viene de algún pueblo donde todo el mundo le decía lo bello que era y que tenía que ser modelo, pero que no cumple con las exigencias de este juego en específico. Wiseman nos deja ver sus caras, que quieren protestar. En cualquier otra situación donde un extraño te dice esas cosas, la tendencia natural sería decirle que se joda. Pero ellos están eligiendo meterse en este circo, éste en específico, que tiene sus propias reglas. Entonces no pueden protestar. Lo absurdo se vuelve normal.

Eso es, hasta que nos lo muestran de una manera fresca. Uno quisiera decir que Wiseman encuentra la verdad detrás de la máscara, como por ejemplo cuando oímos a uno de los agentes hablando sobre los prejuicios que hay sobre los modelos, de que no son muy inteligentes, o de que son muy superficiales, o esto, o lo otro, cuando él asegura que los modelos tienden a ser no solo muy trabajadores, sino muy empáticos, y que a los veinticinco años un modelo puede haber viajado más, hablar más idiomas, y conocer más cosas y más gente que la mayoría de la población en su vida entera. Al ver tantas escenas con tantos modelos diferentes, podemos constatar que entre ellos hay todo tipo de gente.

En ese sentido, Wiseman nos enseña la realidad más profunda de las cosas, por detrás del cliché. Pero no es que nos enseñe a ver la humanidad que hay detrás de la máscara, sino que nos enseña a ver más bien que la humanidad está en la máscara, como también detrás—en el circo, pero también tras los bastidores. Es una mirada que nos deja ver cómo cualquier institución que representa alguna verdad contiene también en sí la negación de esa misma verdad. Es una mirada que nos deja ver la riqueza de toda la humanidad que hay en cada uno de los diferentes espectáculos, pero que al verlos como espectáculos apunta a algún sitio más allá, a un entendimiento fugaz de una verdad que no puede realmente ser expresada, pero sí vista.

Cada vez que uno ve una película de Wiseman uno se termina sintiendo un poquito más fascinado por todo lo que es y puede ser la humanidad. Yo no sé si ese entendimiento o esa fascinación sirve algún propósito útil, pero tal vez sí en la medida que enseñe a apreciar mejor toda la riqueza y toda la complejidad en lo que hay frente a uno, todos los días, en todo momento. Tal vez sí, también, en la medida que nos deja saber que por más absurdas que parezcan las cosas, sea este absurdo cómico o enfurecedor, hay otra persona que lo ve. No nos deja caer en el cinismo al que llevaría pensar que todo es solamente texto. No importa cuánto nos pueda nublar la visión todo el circo de la humanidad, por más atractivo y deslumbrante que sea—sí podemos ver las cosas como son.


Daniel C.Comment